por Franco Machiavelo
Nos quieren convencer de que votar es suficiente, de que elegir entre máscaras distintas traerá cambio. Pero todas cumplen la misma función: servir al poder del dinero, la oligarquía y los intereses extranjeros. Nos hablan de progreso mientras nos roban el futuro. Nos prometen oportunidades mientras aseguran que la mayoría viva con sueldos miserables y pensiones de hambre.
Los arrodillados del sistema se disfrazan de cercanos, de amigos del pueblo, de voces de cambio. Pero su tarea es clara: mantener la explotación, normalizar la injusticia, convencernos de que nada se puede hacer. Nos cansan, nos confunden, nos dividen. Nos quieren dóciles, conformes y silenciosos.
La política hoy no es para el pueblo. Es un teatro de obediencia donde todo se mide en cifras y rendimiento, no en dignidad ni justicia. Cada elección sin conciencia es una cadena más que nos atan al mismo sistema que nos oprime.
Pero el cambio verdadero está en nuestras manos. No en votos, no en promesas, no en gestos calculados. Está en reconocer la trampa, en desenmascarar a los que nos explotan con sonrisa, en organizarnos juntos para construir un Chile donde la política sea un espacio de justicia, libertad y solidaridad.
Despierta, Chile. No más arrodillados. No más cómplices del poder que nos oprime. No más teatro.
Yo no creo que el pueblo chileno no haya despertado, porque el pueblo Mapuche está despierto hace más de 400 años, y los chilenos tienen a este pueblo como referente y fuente de inspiración que se hace visible cada vez que salen a la calle; esto se nota cuando vemos hondear el emblema de Arauco en cada protesta. Es probable que le falte una motivación más actualizada, de estos tiempos. Casa nueva, muebles nuevos. Sin embargo, hay cosas que no pasan nunca de moda, y es la sangre en el ojo que le tienen miles, a la policía y a los milicos. El fantasma de la revancha está presente en cada mente oprimida. Da lo mismo cual sea la razón, lo importante es que cuando los dueños de Chile se pasen, tengan una respuesta contundente, coordinada, y ejemplar, sin contemplación de parte de los pueblos, que obviamente deben estar en sintonía. La mentalidad debe ser de ganador. Basta de gaseo, de huanaqueo, y apaleo. Basta de aguantar, y agachar la cabeza. Es necesario pasar a la acción directa. Si los pueblos no se «paran» estarán 4 años más tirando la carreta para que el opulento siga disfrutando de la buena vida a costa del estruje.