por Héctor Vega
No olvidemos que desde el comienzo de la Convención en 2020 el gobierno de Piñera saboteó su instalación, más aún, durante los trabajos de la Convención, los proyectos de la izquierda contaban como punto de partida, la oposición de los 37 votos de la Derecha. Durante 30 años la Derecha se opuso a cualquier cambio constitucional. En una suerte de grand pas de deux la Concertación, aún con mayoría parlamentaria, la oposición y el gobierno de Bachelet, esquivaron las grandes reformas de la previsión social, salud, educación y vivienda que el Pueblo exige desde hace décadas. Hoy la Derecha con su mejor rostro conciliador busca fortalecer una base social que en el colmo del hastío y la ignorancia dejó el futuro de la nueva institucionalidad en manos de los partidos. No en vano 17 años de dictadura trabajaron la mente de la ciudadanía. Con razón se le llamó el apagón cultural. Sé que suena duro e impopular pero, la ignorancia, el consumismo, eficazmente ayudados por el despliegue de una propaganda machacona pletórica de recursos – expropiarán tu casa, tú ahorro depositado en las AFP, desaparecerá la medicina privada, no tendrás agua para regar el campo, los inmigrantes te quitarán los puestos de trabajo…. –trabajaron las mentes para al final transformar el referéndum por una nueva Constitución en un voto de rechazo al gobierno. Al unir el éxito de su gestión al Apruebo de la Constitución el gobierno selló el camino para que su fracaso en cuestiones fundamentales se convirtiera en el objeto del Referéndum del 4 de septiembre. Dominaron así la escena el conflicto en la Araucanía, las cuestiones de seguridad en los campos y ciudades, la fragilidad del empleo con un desempleo disfrazado de 25%, la inflación de precios, las listas de espera en la salud pública…
Si el antecedente de las discusiones es el 62-38 por cientos del Rechazo, la viabilidad política de un gobierno frágil sin convicciones quedará entregada a la cohabitación de la partidocracia de izquierda y derecha que gobernó la República durante los pasados 30 años.
En el período de la dictadura hasta nuestros días, casi 50 años, la ganancia fácil reemplazó la educación, el esfuerzo, el trabajo. La cultura no es un bien común natural, pero sin dudas admite el símil, pues está abierta a todas las personas, es inaprehensible, gratuita e indiscriminada. Pero es un bien de gran connotación social, cuyo acceso está garantizado por el Estado, donde rige una regla ética (no la del dinero), que la sociedad legitima por los alcances en el desarrollo del individuo que ella comporta. Esa ética dejó de primar hace ya casi 50 años, donde en un comienzo primaron los abusos y asesinatos de los oponentes a la dictadura, los tribunales se escondieron bajo un manto de silencio, el régimen compró con el reparto de los bienes públicos la voluntad de las nuevas fortunas que hasta el día de hoy ostentan situaciones de dominación y poder. Luego vinieron los 30 años del acomodo donde resultaba más fácil transar las reglas del neoliberalismo por bonos y subsidios otorgados a la masa
En esa saga de abusos, no sería extraño que la Derecha Económica, Chile Vamos, imponga condiciones para en el futuro inmediato reunirse con el presidente y discutir los pasos para materializar una nueva Convención. Es la lógica de los partidos que en el fondo obedecen a los apetitos de los grupos de poder, realidad que desnuda la fragilidad de la política que está lejos de garantizar una conducción acorde con lo que se demandó perentoriamente el 18 de octubre y menos aún de legitimar un funcionamiento ético del aparato del Estado.
De hecho, el gobierno y la clase política actúan como si nunca hubiese existido la revuelta del 18 de octubre de 2019 como causa fundamental del ejercicio constitucional. Ello se preveía. Pues el 15 de noviembre de ese año se aprobaron las reformas constitucionales y el compromiso final de la clase política para que ninguna de las banderas de la revuelta fuera mencionada. No podemos delegar nuestra confianza en personajes que nunca creyeron y en otros que lisa y llanamente traicionaron las jornadas del 18 de octubre de 2019. Por eso es el momento de revivir esas jornadas, discutir y presentar ante la ciudadanía el Pliego del Pueblo, discusión que debe darse en todos los puestos de trabajo, recrear, una vez más, la calle como local de debate y propuestas. Pero esto no es suficiente, del debate debe surgir el Programa del Pueblo para ser validado en las instancias ciudadanas y luchas sindicales que se avecinan. Debemos explicar en los centros de trabajo, poblaciones, comunas, campos y ciudades del territorio el significado de los Principios Constitucionales discutidos y refrendados en la Convención. Plantear la diversidad e identidad de nuestros Pueblos Originarios, su cosmovisión, sus leyes y justicia ancestral, la Comuna Autónoma a partir de los Consejos Municipales actuales, la Region Autónoma, sus fuentes de ingreso, su relación con la Administración Central, en fin construir las bases de una democracia que, al igual que la elección de representantes, el ejercicio Plebiscitario, el Referéndum Revocatorio y la Iniciativa Popular de Leyes sean garantizados. Un Pueblo consciente será el garante de un proceso constitucional que consagre la institucionalidad democrática del futuro. Esa será la base necesaria para discutir la participación de los nuevos actores en la construcción de las bases de la República.
Tiempos nuevos se anuncian.
Santiago, septiembre 5, 2022