Pepe Gutiérrez-Álvarez, España
CONSTANTIN COSTA-GAVRAS, este destacado cineasta greco-francés (Loutra Iraias, Grecia, 1933), está siendo premiado por el conjunto de su obra, sin duda una de las más comprometidas y críticas del cine moderno con paradas en Francia, Grecia, UISA, Uruguay, Palestina….
Creo que el ejemplo mercería una atención y que, por lo mismo, abriera la posibilidad para proyectar aquí y allá “jornadas” sobre el cineasta que permitirían la recuperación del cine-club, un espacio para el que, de alguna manera, están pensadas muchas de sus películas.
Costa-Gavras se inició como bailarín antes de viajar a Francia para estudiar la carrera universitaria de Filología en la Sorbonne, pero poco después ingresó en el Instituto de Altos Estudios Cinematográficos, algo que en Francia se tomaban muy en serio.
“Loco por el cine”, trabajó durante cerca de diez años como ayudante de directores del prestigio de Yves Allègret (uno de los animadores del grupo “Octubre” en los años treinta, compuesto por surrealistas-trotskistas), el ya arcaico René Clair o de Jacques Demy…Nacionalizado francés desde 1956, a mediados de los sesenta debutó como director con Los raíles del crimen (1965), gracias a la ayuda prestada por algunos amigos actores que accedieron a intervenir en la película sin cobrar sueldo. Basada en una novela de Sebastien Japrisot, este largometraje se articularía como un thriller opresivo que mostraba los aspectos más siniestros del entorno cotidiano, un «noir” de los buenos interpretado con convicción por el clan familiar compuesto por Simone Signoret, Ives Montand (un poco sus mentores) y Catherine Allègret, fruto del matrimonio entre Simona e Ives Allègret.
Le siguió Sobra un hombre (1966), una potente evocación de la resistencia francesa como telón de fondo que incide en el análisis de las relaciones humanas y la turbiedad moral que puede ocultar la persona más aparentemente anodina, una temática antifascista que cuenta con un particular homenaje al maquis republicano español a través de una potente voz que canta Carmonaaaa tiene una fuente… Con catorce chorros/catorce chorros/, con un letrero que dice/ Que viva el polooo…”Escuchado esto en una sala de París, una copa de las de toda la vida, con Carmona a unos kilómetros de mi pueblo, a uno se le cayeron los palos del sombrajo. Fue seguramente el primer homenaje al maquis español en la Resistencia francesa, una Resistencia en la que fueron determinantes desde el primer momento.
Habrá que volver a hablar de Gravas. De momento se le puede ver ampliamente en FILMiN.