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Chile: Mujeres invisibles – el submundo del aseo que reveló la muerte de Margarita Ancacoy

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Margarita Ancacoy

Por Gabriela Pizarro

Ciper Chile.

El brutal asesinato de Margarita Ancacoy dejó en evidencia las duras condiciones en que trabajan las mujeres que limpian universidades: la mayoría está subcontratada, reciben el sueldo mínimo, sienten temor por el maltrato de sus jefes y son ignoradas por académicos y estudiantes. CIPER recorrió universidades de los barrios República y Bellavista, y conversó con ellas en subterráneos y otros lugares alejados de los espacios comunes, donde consiguen sacar el habla. En la U. de Chile, donde trabajaba Margarita, anuncian correcciones. En la U. Andrés Bello están revisando el contrato con la empresa de aseo.

Margarita Ancacoy Huircán la asesinaron a palos cinco jóvenes para robarle cinco mil pesos y un celular. Todo ocurrió alrededor de las 5:20 del lunes 18 de junio, cuando le faltaban pocos metros para llegar a su trabajo.

Esa madrugada, Margarita (40 años) recorrió presurosa el trayecto desde su casa en Maipú, hasta las dependencias del Departamento de Ingeniería Industrial de la Universidad de Chile, ubicadas en el límite del Barrio República. Desde hacía cinco años ella y otras tres trabajadoras se ocupaban de dejar todas las salas, oficinas y baños limpios antes de que académicos y estudiantes iniciaran su jornada.

Margarita y dos de sus compañeras debían iniciar su trabajo a las 5:30 de lunes a viernes. A las 6:30 se unía a ellas la cuarta integrante del equipo de limpieza. Pero Margarita y otra de las mujeres acostumbraban a llegar a las 5:00 para poder cumplir con las exigencias de aseo que demandaban los cuatro edificios a su cargo.

Una de las cuatro trabajadoras se encargaba solo de los baños y luego partía a limpiar otras dependencias del Campus Beauchef, a unas cuadras de allí. Recién a las 9:00 se sumaba en República otra funcionaria de aseo, quien mantenía la limpieza hasta las 18:00.

Cuando la comunidad universitaria comenzaba a ocupar las instalaciones, las trabajadoras se iban a limpiar la calle, los patios y los vidrios. Para Margarita y las dos compañeras que se quedaban en República, la jornada finalizaba a las 13:00.

Funcionarias Invisibles

Fue en 2013 que Margarita aterrizó en calle República, contratada por la empresa de aseo industrial SWAN para la limpieza de las dependencias de Ingeniería Industrial. Justo ese año, la presión de los estudiantes permitió instalar una mesa de trabajo para poner fin a la subcontratación de las funciones de aseo, seguridad, jardines y alimentación en la Facultad de Ciencias Físicas y Matemáticas de la Universidad de Chile.

Fue un cambio positivo, porque un año después, en 2014, Margarita Ancacoy pasó a ser funcionaria de la universidad a contrata.

La presión de los estudiantes había tenido éxito. Hubo aumento de sueldo para el equipo de limpieza y nuevas condiciones.

Si antes debían cumplir 20 horas semanales por $160 mil al mes, ahora debían completar 44 horas a la semana por un salario de $489 mil (incluye asignación de locomoción, colación y para personal de colaboración).

No solo era el problema del ingreso a una hora peligrosa (5:30), además, el personal de limpieza se había reducido drásticamente. Faltaban materiales con frecuencia y se les asignaban tareas adicionales sin pago extra. A ello se sumó el maltrato por parte de su supervisora, Ana María Oliva, encargada de Operaciones Centrales y Mantenimiento de Ingeniería Industrial.

“Yo no me subo, ¡imagínate me caigo!”, alegó Margarita cuando la supervisora les ordenó agregar a sus tareas la limpieza de vidrios en altura, según cuentan sus compañeras. Pero las otras funcionarias se subieron a una escalera y limpiaron los vidrios.

El maltrato de la supervisora ha dejado huellas. Todas le temen. Entre susurros recuerdan algunos episodios que acrecentaron el temor. Como cuando una de ellas se quejó por la sobrecarga de trabajo y ella le respondió: “Ten cuidado, porque yo así te despido”, al tiempo que hacía chasquear sus dedos.

La muerte de Margarita no ha amainado ese temor. A la profunda tristeza que les ha provocado su partida, se suma ahora un nuevo miedo: que a ellas les pase lo mismo que a Margarita. Pero no hubo espacio con la supervisora para exteriorizar sus temores. Tampoco el duelo.

CIPER las encontró en el lugar que el departamento les ha destinado para cambiarse de ropa y guardar sus pertenencias. Un cuarto pequeño y muy deteriorado ubicado al fondo del estacionamiento de Ingeniería Industrial, por calle Domeyko. Solo allí se sienten un poco más tranquilas.

Pública o Privada, misma historia

A excepción de la Universidad de Chile, todas las instituciones visitadas para este reportaje subcontratan el servicio de aseo. CIPER conversó con las trabajadoras externalizadas de distintas universidades, públicas y privadas, del sector de República y Bellavista, en subterráneos, estacionamientos y rincones alejados de los espacios comunes, donde algunas recién logran sacar el habla.

Son mujeres de todas las edades, pero con un perfil común: han estudiado hasta cuarto medio o menos, todos los días deben hacer también el aseo en sus casas, si no tienen hijos tienen que cuidar hermanos, y si los hijos ya están grandes, cuidan nietos o a algún familiar enfermo.

A solo unas cuadras del lugar donde murió Margarita está la Universidad de Los Lagos (estatal). El aseo en ese recinto de calle República está a cargo de la empresa SAMI. La compañía se quedó con el servicio a través de una licitación pública en noviembre de 2017 por $5,6 millones mensuales ($67,2 millones al año).

Según la oferta de SAMI publicada en Mercado Público, la empresa dispone un mínimo de 12 trabajadores para el aseo de la universidad. El mismo registro indica que el sueldo bruto para sus trabajadores será de $382 mil al mes, pero CIPER solo pudo obtener la versión de quienes trabajan en los turnos de cuatro horas, por un sueldo base de $170 mil.

Para un turno de cuatro horas diarias por seis días (lunes a sábado) el sueldo base es de $170.000. A eso se suman los bonos. Los más contundentes son los que premian la puntualidad y asistencia: $10.000 cada uno. Pero basta que falten un día, por la razón que sea, para que se pierdan ambos.

-Por eso se hace lo imposible por no faltar y tampoco llegar tarde. Porque lo que llega a fin de mes es una miseria –dice una trabajadora de SAMI…

 

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