Los resultados del plebiscito son un fuerte golpe al pinochetismo y al régimen de Piñera, y significan un rechazo claro a la «clase política» institucional
Por Andrés Figueroa Cornejo.
Kaos en la Red, 25 Oct, 2020
Con alrededor del 50 % del total de las mesas escrutadas a nivel nacional, más del 77 % de la población votante se inclinó por el Apruebo y la Convención Constitucional. De seguir la tendencia, además de constituir un fuerte golpe al pinochetismo y al régimen de Piñera, significa un rechazo claro a la conducta de la llamada «clase política» institucional, toda vez que la opción Convención Constitucional no admite a los actuales miembros del parlamento en la confección de una nueva Carta Magna.
Eran más de 14 millones de personas las habilitadas para sufragar. De ellas, votó alrededor de 9 millones, o sea, casi un 65 %, bien lejos del 49 % que votó en la segunda vuelta de las elecciones presidenciales de fines de 2017.
A diferencia de la última votación presidencial, donde sufragó apenas un 49 % de las personas habilitadas para hacerlo, este 25 de octubre, en el marco del plebiscito constituyente, largas fueron las filas de gente que aguardaron pacientemente su turno para votar. Destacó la asistencia de la juventud.
Contra la tendencia de las últimas elecciones generales, tanto presidenciales como congresales y edilicias, este 25 de octubre, las y los chilenos salieron en masa a sufragar. En muchos locales de votación, varias fueron las cuadras que ocuparon las filas humanas para participar en el plebiscito constituyente.
De acuerdo al Servicio Electoral de Chile, el sufragante debió enfrentar dos papeletas. La primera, de color blanco, pregunta ¿Quiere usted una Nueva Constitución?, y abajo están las alternativas Apruebo (SÍ) y Rechazo (No). La segunda, es de color beige, y consulta ¿Qué órgano debiera redactar la Nueva Constitución? En el caso de que gane la opción Apruebo. Y se presentan las variantes: Opción 1 – Convención constitucional, estaría integrada por personas especialmente electas con este fin y que terminando el proceso, se disolverá. Es decir, equivale a la Asamblea Constituyente y la integrarán 155 miembros; y Opción 2 – Convención mixta, sería integrada 50% por parlamentarios y en un 50% por ciudadanos que serán electos con este único fin. Se estableció un total de 172 miembros, repartidos de forma equitativa entre los segmentos antes descritos.
Pese a que el plebiscito constituyente fue fraguado a mediados de noviembre de 2019 por casi todo el sistema de partidos políticos institucional, en la cima de la revuelta popular en Chile y como una forma de «enfriar» la movilización social y permitir a Sebastián Piñera terminar su mandato, la inmensa mayoría de quienes hacen parte del llamado «estallido social» asumió el plebiscito constituyente. Es decir, no se abstuvo de participar.
Ello se explica porque las fracciones más conscientes del pueblo en lucha han manifestado en declaraciones, artículos y redes sociales, que no dejarán las calles, la organización territorial y las maneras superiores de articulación social e incipientemente política en las que están embarcados, a cambio o en vez de participar del plebiscito constituyente. Desde abajo, no se observan como momentos contradictorios continuar la lucha social y asistir a votar, sino que se adoptan como sucesos complementarios.
Los sectores más reaccionarios y pinochetistas del país han abrazado públicamente la opción por el rechazo a cambiar la Constitución de la dictadura cívico-militar, impuesta a sangre y fuego y mediante un fraude electoral en 1980. Ese complejo jurídico creado por los cerebros de la tiranía, en especial por el golpista Jaime Guzmán Errázuriz, es la leal representación legal del liberalismo ortodoxo, antisocial y antipopular. Corresponde al encuadre constitucional, fundado en las fuerzas coactivas del Estado capitalista chileno, que legitimó la contrarrevolución conservadora inaugurada el 11 de septiembre de 1973. Se trata del respaldo legal que mediante la violencia dictatorial transformó las relaciones sociales, económicas, políticas y culturales, hasta convertir al país andino en ejemplo mundial y vanguardia de la época capitalista que comenzó su despliegue a mediados de los 70 del siglo XX. En ese entonces, la brutal crisis del régimen capitalista logró contrarrestar la caída de su tasa de ganancias mediante los denominados «ajustes estructurales», privatizaciones, precarización del empleo, destrucción del sindicalismo y mundialización de la deuda.
Es contra de ese armado jurídico que millones de personas acudieron a las urnas. No porque consideren que el plebiscito es el camino exclusivo para implementar una democracia participativa y un Estado social de derechos sociales garantizados. Sino porque saben que es un momento que expresa incluso en el plano institucional el profundo malestar social que ha gatillado la protesta y la disidencia multiplicada, y los deseos de cambio respecto de los intereses y derechos de las grandes mayorías, luego de décadas de opresión y paz de cementerios.
Acaso una de los fenómenos más notables mientras transcurrió la jornada plebiscitaria (que terminó a las 20.00 hora local) fue la asistencia masiva de jóvenes que participaron por primera vez en una votación nacional.
Ahora, la Plaza de la Dignidad de Santiago de Chile comienza a llenarse de miles de personas.
Eran más de 14 millones de personas las habilitadas para sufragar. De ellas, votó alrededor de 9 millones, o sea, casi un 65 %, bien lejos del 49 % que votó en la segunda vuelta de las elecciones presidenciales de fines de 2017.
La gente llevó mascarilla, guardaron los recaudos sanitarios que exige la pandemia, la distancia física, portar el carnet de identidad, un lápiz de pasta azul, alcohol gel y agua. Este domingo 25 de octubre ha sido declarado feriado.
En desarrollo.
