Luis Salas Rodríguez *
Celag, 12-4-2017
Una de las principales características del capitalismo contemporáneo –entendiendo por tal el modo de acumulación neoliberal- es el cada vez más evidente cortocircuito existente entre la posibilidad ciudadana del ejercicio de ciertos derechos, por una parte, y las exigencias de rentabilidad de los grandes grupos concentrados que avanzan sobre la mercantilización de dichos derechos.
El último informen de OXFAM /1, publicado en enero de este año y ampliamente reseñado por el equipo de CELAG /2, da cuenta de esta realidad. De tal suerte, si algo ha quedado en evidencia en las últimas dos décadas es que la célebre teoría del derrame, no derrama, y que el capitalismo está muy lejos de ser el más eficiente asignador de recursos. Nunca como antes ha estado tan concentrada la riqueza, ni tanta gente malvive con casi nada mientras que otros (y cuando decimos “otros” estamos hablando de solo 8 nombres) capturan y dilapidan lo que la otra mitad de la humanidad dispone para sobrevivir. O dicho de otra manera: mientras mucha gente muere de hambre y está excluida de las cosas más básicas para vivir, el ritmo sobrecogedor de la acumulación de riquezas en pocas manos es tal que se estima que dentro de poco, la persona más rica del mundo necesitaría derrochar un millón de dólares al día durante 2.738 años para gastar toda su fortuna.
En la medida en que Chile le tocó el ingrato “privilegio” de ser el país laboratorio en la imposición del modelo de acumulación neoliberal (y cuando decimos “imposición” no es metafórico: el neoliberalismo fue impuesto a sangre y fuego en Chile en medio de una feroz dictadura militar-empresarial posterior al golpe contra Salvador Allende), los estragos del neoliberalismo se sienten con particular intensidad. Pocos países de la región y del mundo son tan desiguales. Y si bien el marketing ideológico hace ver lo contrario, en pocos se hace tan incierta la vida como en el Chile, donde los 7 pilares básicos de la dictadura todavía gobiernan, si bien esta culminó oficialmente hace ya casi 30 años.
De estos 7 pilares heredados de la dictadura (entre los que destacan la Constitución y el trabajo precario o “flexible”), existe uno, el de la privatización del modelo de pensiones y seguridad social, que no solo es el ejemplo perfecto del mecanismo de acumulación regresiva o de “abajo hacia arriba” de la riqueza impuesto por el neoliberalismo, sino de lo perverso que resulta dicho modelo para la vida de las personas que quedan en la parte de abajo. Por lo demás, es un poco como la coronación del modelo: pues en la medida en que éste se basa en sobreexplotar y despojar a la clase trabajadora (incluyendo la “clase” media profesional) durante toda su vida útil en términos laborales, una vez que la relación laboral acaba, la sobreexplotación no cesa. Al tiempo que el ex trabajador o ex trabajadora queda expuesto a la intemperie y la incertidumbre de un “sistema previsional” que responde a cualquier criterio menos a los de la seguridad social.
El modelo de previsión social chileno fundamentado sobre los fondos privados –las tristemente célebres AFP (Administradoras de Fondos de Pensiones)- cuenta actualmente con cerca de 9,5 millones de afiliados en las cinco principales compañías. De éstos, unas 4,9 millones son cotizantes activos, mientras que 4,6 millones son personas que no logran cotizar periódicamente, y por tanto, cuentan con un saldo acumulado muy bajo o nulo, lo que implica que al momento de retirarse de la vida laboral activa no podrán contar con una jubilación. Sin embargo, las noticias para lo que si podrán contar con una jubilación no son necesariamente mejores. Y es que según distintos estudios, en su gran mayoría lo harán con pensiones equivalentes al 37% de su última remuneración.
Y es por esto por lo que decimos que el sistema previsional privado chileno es la coronación de una larga cadena de explotación laboral y de desposesión de los menos privilegiados por parte de los más privilegiados. La mitad de los trabajadores y trabajadoras no pueden cotizar, pues los gastos diarios en un país donde incluso los servicios públicos más básicos están privatizados (incluyendo salud y educación) no se lo permiten. Pero además, en promedio, 4 de cada 10 pesos que ingresan mensualmente a los hogares chilenos se destinan al pago de deudas, por lo que solo pueden vivir con el 60% de sus ingresos reales. En promedio, cada hogar debe al menos seis veces su ingreso mensual, deuda que se va retroalimentando y nunca disminuye, pues al tener que estar pagándola debe seguir adquiriéndose dado que los gastos diarios superan ampliamente el poder adquisitivo.
Lo más paradójico de este asunto, es que en su otra cara, el sistema previsional privado chileno muestra una gran rentabilidad. Por un lado, para quienes están empleados en ellas en sus cargos directivos y ejecutivos, pues el cobro de comisiones es todo un negocio que se cuenta entre los más rentables del planeta en la rama. Pero, adicionalmente, los fondos financian y auxilian al sistema financiero chileno por lo demás fuertemente transnacionalizado (de las 5 AFP principales solo una es “chilena”). La importancia de lo acumulado en los mismos (cerca de US$ 160 mil millones) representa el 65% del Producto Interno Bruto de Chile. Por su volumen, las AFP sostienen y estabilizan el conjunto del mercado financiero de capitales. Según diversos estudios, invierten en bancos alrededor de US $26 mil millones y otros US $30 mil millones son invertidos en grandes compañías anualmente. Como se ve, sí es un modelo previsional, pero de auxilio a los mercados especulativos a costilla de desproteger a la mayoría trabajadora.
* Luis Salas Rodríguez, Investigador CELAG.
Notas
1/ OXFAM (2017). Una economía para el 99%. https://www.oxfam.org/sites/www.oxfam.org/files/file_attachments/bp-economy-for-99-percent-160117-es.pdf 4
2/ Converti, L. y Serrano, A. (2017). Resumen Informe Osfam 2017. Una Economía para el 99%. http://www.celag.org/resumen-informe-oxfam-2017-una-economia-para-el-99/