Ni morir de virus, ni morir de hambre. Hay otra manera. La gran mayoría de la gente está horrorizada por la crueldad de las opciones que presentan las dos alas de la clase dominante.
Tanto Bolsonaro como Doria, Maia o Toffoli, Witzel o Zema (1) acuerdan descargar sobre los trabajadores los costes de la crisis, el desamparo de los trabajadores informales, la reducción de los salarios de los que tienen un contrato o de la administración pública, y mantener el techo de gastos públicos de la PEC 95 (2).
Pero la crisis ha cambiado de nivel desde esta semana. Parece increíble, pero en menos de un año y medio del mandato de Bolsonaro, la complicada y conflictiva sociedad brasilera se encuentra en una situación de doble poder entre el gobierno federal y los gobernadores. Bolsonaro ha desautorizado a su propio Ministro de Salud. Nadie sabe si Mandetta (3) se centraliza en la línea del Planalto, o si va a renunciar.
La situación ha cambiado tan extrañamente que Doria se posiciona en oposición a Bolsonaro frente a la pandemia. El amplio campo político reaccionario, que se estructuró en torno a la defensa de la gobernabilidad y garantizó la aprobación de la reforma previsional, simplemente explotó. No olvidar que Bolsonaro tiene un proyecto bonapartista y ya pidió estudios sobre la implantación del estado de sitio.
Bolsonaro hace un discurso criminal, pero no está solo. Es un neofascista irresponsable, pero hay un método en este discurso perturbado, delirante y surrealista. Bolsonaro sigue a Trump. Una fracción nacional imperialista norteamericana que se ha embarcado en una aventura para preservar a cualquier precio el lugar de Estados Unidos en el sistema mundial. El editorial de hoy del Wall Street Journal había dado la línea, advirtiendo que la depresión sería peor que la pandemia.
Bolsonaro responde a los intereses de clase en los que se apoya. Entre salvar vidas, evitar una calamidad en los hospitales y salvar el negocio, tomó una decisión. Son más de treinta millones de personas mayores de 60 años.
Si el índice de letalidad es equivalente a lo que se conoce internacionalmente, muchos miles de vidas se verán amenazadas, tal vez más. Bolsonaro dobló la apuesta cuando Boris Johnson reculó en Inglaterra. Decidió defender la estrategia de que el contagio masivo es el mal menor, para responder a la presión de una fracción de la burguesía aterrorizada por la inevitable recesión.
Existe un consenso científico entre los expertos de todas las áreas involucradas en que la estrategia de distanciamiento social, la cuarentena, es la única respuesta que puede mitigar el cataclismo en los hospitales.
No hay otra salida que frenar el contagio y ganar tiempo. La ciencia admite que aún sabemos muy poco sobre la biología del virus. La ciencia es humilde, pero es nuestra mayor esperanza de que la medicina o la vacuna puedan ser descubiertas. La ciencia pide a los gobernantes del mundo algo simple pero precioso: tiempo. Bolsonaro es un primitivo, un maníaco. Debe ser detenido.
Pero hay dos líneas de enfrentamiento abierto frente a la pandemia. Las dos líneas dividen a la clase dirigente brasilera en dos fracciones. Las dos alas tienen una presencia en el poder estatal. Estamos en una situación de doble poder.
Ha prevalecido la línea propugnada por la Organización Mundial de la Salud (OMS), que da prioridad a la contención del contagio a cualquier costo para salvar millones de vidas. Esta línea ha sido acogida con retraso por los gobiernos de Italia, Alemania y España. Boris Johnson había defendido una línea opuesta, pero se vio obligado a retroceder.
La línea es humanitaria: aplicación gradual del distanciamiento social, tratando de garantizar un mínimo de capacidad en los hospitales. El siguiente paso sería garantizar la disponibilidad de una reserva para las pruebas de masa. El argumento que subyace a esta línea es la inevitable suspensión ide la actividad económica como mal menor ante un cataclismo sería inevitable.
Pero Trump estaba en contra. Y Bolsonaro se alineó con Trump. La línea defendida por Bolsonaro es aceptar el contagio masivo, y una tasa de letalidad muy alta pero concentrada entre los ancianos, como un mal menor frente a la depresión.
Subestimar el impacto de esta necropolítica podría ser devastador para el futuro del gobierno. Esta línea obedece a los intereses del nacional imperialismo norteamericano acosado por el crecimiento de China.
Aparentemente, la línea defendida por Bolsonaro es minoritaria en la clase dirigente, pero aún mantiene mucha influencia en la clase media y audiencia popular. La buena noticia es que la mayoría de la clase trabajadora se está moviendo hacia la oposición. Ella es la portadora de la esperanza.
* Valerio Arcary, miembro de la Coordinación Nacional de Resistencia/PSOL.
Notas
1) João da Costa Doria, gobernador de San Pablo, del Partido de la Social Democracia Brasileña; Rodrigo Maia, presidente de la Cámara de Diputados, del partido Demócratas; José Antonio Dias Toffoli, presidente del Supremo Tribunal Federal; Wilson José Witzel, gobernador de Río de Janeiro, miembro del Partido Social Cristiano; Romeu Zema Neto, gobernador de Minas Gerais, del Partido Nuevo.
2) La Enmienda Constitucional del Techo de los Gastos Públicos, alteró la Constitución brasilera de 1988 para implantar el Nuevo Régimen Fiscal, Limita el aumento de los gastos del Estado por 20 años, fue aprobada en el gobierno de Michel Temer..
3) Luiz Henrique Mandetta, ministro de Salud, miembro del partido Demócratas. (Redacción Correspondencia de Prensa)