En la calle para sobrevivir
Después de casi un año sin grandes protestas opositoras, las ciudades brasileñas volvieron a ser escenario de grandes movilizaciones, mientras el Ejecutivo es investigado por el Senado por su manejo de la pandemia.
Marcelo Aguilar, desde San Pablo
Brecha, 4-5-2021
Las calles cambiaron su monótona tristeza por un alud de indignación el pasado fin de semana. Después de mucho tiempo, la oposición al gobierno de Jair Bolsonaro volvió a movilizarse, a pesar del riesgo de contagio de coronavirus, en respuesta al llamado de centrales sindicales, partidos de izquierda y movimientos sociales. Hasta ahora, los sectores más radicales de la derecha monopolizaban las manifestaciones callejeras, donde sobraban consignas conspiranoicas y faltaban tapabocas.
Al grito de «fuera, genocida» y exigiendo vacunas y ayudas económicas para los más pobres, el sábado 29 se registraron protestas en más de 180 municipios en 24 estados del país, con una asistencia bastante más numerosa que la esperada por los organizadores. En San Pablo, se estima que más de 80 mil personas participaron del acto contra Bolsonaro. Estas protestas coincidieron con el avance en el Senado de una comisión de investigación sobre la gestión bolsonarista de la pandemia y con la aparición de encuestas que marcan la peor aprobación popular del gobierno de la que se tenga noticia: 24 por ciento, según el último sondeo de Datafolha, por ejemplo, publicado el 12 de mayo. Los muertos por covid-19 desde que comenzó la pandemia ya suman 470 mil y el desempleo se acerca al 15 por ciento.
En enero, una investigación conjunta de la Universidad de San Pablo y la ONG Conectas Derechos Humanos concluyó que existe una “estrategia institucional para favorecer la propagación del coronavirus”.
Sin opción
Paulo Lima, conocido como Galo, es la cara más visible de los Entregadores Antifascistas, un grupo de repartidores de aplicaciones como Ifood y otras similares. Los entregadores existen desde junio de 2020, luego de las protestas antifascistas de ese año y de una huelga de repartidores, que fueron las últimas protestas opositoras callejeras de las que se tiene memoria. «Soy uno de los trabajadores que desde que comenzó la pandemia no han podido hacer cuarentena ni quedarse en casa; tengo que salir a la calle a trabajar. Siempre fui de los que dijeron que había que salir a protestar, porque es verdad esa frase que circula por ahí, de que tenemos un gobierno más letal que el propio virus», afirma a Brecha, en plena manifestación en el centro paulista.
Lo que falta «es una nueva fecha», dice, porque «estos actos deben continuar, ser parte de un proyecto de lucha para derribar a Bolsonaro que no puede resumirse a un único día». «Nuestra lucha es para mejorar la vida de los trabajadores y atormentar la vida de la burguesía, y si el gobierno defiende a la burguesía, como hace este, entonces atormentaremos la vida del gobierno», añade Lima.
En medio de una Avenida Paulista abarrotada de gente, Elói Pietá –de 76 años– se detiene a descansar sobre un escalón. Para él, «este es un día histórico […]. Es un nuevo comienzo. La cantidad de muertos crece, los negacionistas no tienen en cuenta ninguna medida de control sanitario, y tenemos como presidente a una persona que está matando a su pueblo».
Para Pietá, estas protestas son apenas el inicio de una reacción contra esa situación y un llamado de atención al Parlamento para que tome medidas contra el mandatario: «Los aliados del gobierno en el Congreso son corresponsables por este genocidio y deberán ser juzgados como tales. Lo que debemos hacer son grandes manifestaciones para que esa mayoría parlamentaria se desgarre, que, por lo menos por miedo al castigo de los votantes, deje de apoyar esta política de muerte». Pietá fue alcalde de Guarulhos por el Partido de los Trabajadores entre 2001 y 2008. Dice que está en la marcha, a pesar de los riesgos que corre con su edad, porque «para esto no alcanzan solamente las redes sociales, es necesario demostrar en las calles que Bolsonaro tiene que irse».
Parte de la generación del 68, Pietá se entusiasma con la diversidad de las protestas actuales: «Son mejores y mayores que las que hicimos en la década del 60. Esta es una manifestación supervariada, no es una expresión de partidos políticos, por más que los partidos estén. Es la expresión de una gran pluralidad».
Hinchadas organizadas
Dentro de esa pluralidad, están las hinchadas de fútbol. Mientras sostiene una bandera que dice «Democracia Corinthiana contra el genocidio», Carlos Eduardo Strilicherk explica a Brecha los orígenes de un concepto cuya cara más visible fue el mítico doctor y centrocampista Sócrates, referente de un movimiento que, en plena dictadura, democratizó la toma de decisiones dentro del club Corinthians. «Esa idea de democracia nos marca hasta hoy y nos obliga a ser vanguardia e inspirar a otros clubes. Somos hinchas de tribuna, de ir a todos los partidos, pero nuestra lucha es política», afirma.
Las expresiones políticas aún no generan consenso en Gaviões da Fiel, la mayor torcidaorganizada del Corinthians: «Hay sectores dentro de nuestra propia hinchada que dicen que no se debe mezclar fútbol con política. Sin embargo, esos sectores participan en la elección del nuevo presidente del club mediante voto democrático, lo que puede sonar bastante paradójico», piensa Strilicherk. Dice que la vida del brasileño empeora día a día: «Hoy ves en el semáforo, en la calle a la gente pasando hambre. Esa es la realidad. Yo estoy saliendo a la calle desde junio del año pasado para trabajar. Corro riesgos todos los días, ¿por qué no voy a correr riesgos para protestar si lo hacemos cuidándonos al máximo? Luchamos por nuestro pan de cada día, ¿por qué no íbamos a estar luchando contra la política asesina del gobierno?». Y cierra: «Acá están los de Santos Antifascista, el Bonde do Che del San Pablo. Nuestro mensaje es de paz. Contra el hambre, en las campañas que hacemos recaudando canastas, jugamos en el mismo cuadro. Nuestra rivalidad dura 90 minutos. Después la lucha es otra».
Unos pasos más adelante están los Porcomunas, un grupo de hinchas del Palmeiras. Marcos Gama, uno de los veteranos fundadores del grupo, dice a este semanario: «Las hinchadas están con el pueblo y también sufren todo lo que está ocurriendo. Por eso salimos a la calle, porque nadie aguantaba más quedarse en su casa viendo este desastre. Los movimientos populares que estamos viendo en América Latina están funcionando y creemos que ese también puede ser el camino para Brasil; mucha presión popular».
Para Júlia, que también integra el colectivo, el gobierno «está hace más de un año y medio trabajando a favor del virus». Entiende que no brindó las condiciones materiales para que los trabajadores se quedaran en sus casas y evitaran los contagios ni compró a tiempo y en número suficiente las vacunas necesarias. «Las personas ya están en la calle para tratar de sobrevivir y están muriendo por eso; entonces, está bien que también estén en la calle para luchar».