Valerio Arcary *
Esquerda Online, 10-1-2023
Traducción de Correspondencia de Prensa
1. Fracasaron. El «asalto a palacios» bolsonarista ha sido derrotado. Ahora es el momento de avanzar en la investigación, detención y condena de los responsables, sin tropiezos, pero, sobre todo, sin vacilaciones sobre el destino de Bolsonaro. El principal responsable de la incitación al golpismo, durante años, con impunidad, es Bolsonaro. La decisión del gobierno Lula de decretar la intervención federal en la seguridad de Brasilia, ante la amenaza golpista, fue justa, y Ricardo Capelli, ex presidente de la UNE (Unión Nacional de Estudiantes), merece apoyo en la iniciativa de llevar a cabo la necesaria represión inmediata. También fue justa la decisión de Alexandre de Moraes de apartar a Ibaneis Rocha (MDB) del gobierno del Distrito Federal, para intentar recuperar el control de Brasilia. Pero la contraofensiva tiene que ir más allá de la respuesta institucional. Será en las calles donde deberemos medir nuestras fuerzas con el golpismo.
2. Lo que ocurrió ayer fue una insurrección, y punto. Caótica, loca, oscura, pero una insurrección. El objetivo era el derrocamiento del gobierno de Lula. Afortunadamente, no hubo muertos. No era una manifestación de protesta. No fue la «explosión» incontrolada de una radicalización espontánea. La aparente «acefalia» de la subversión no debe ocultar la responsabilidad de quienes prepararon, organizaron y dirigieron el intento de tomar el poder. Obedecía a un plan. Fue un loco intento de provocar un levantamiento. Un levantamiento desarmado, pero no por ello menos peligroso. Obedecía al delirante cálculo de que una chispa bastaría para que algunos generales sacaran los tanques a la calle. El hecho de que la chispa no generara un incendio con la salida a la calle de tropas militares dispuestas a apoyar el golpe de Estado no resta gravedad al levantamiento. Y no anula el peligro que supone una evidente simpatía policial y militar por el movimiento bolsonarista. Una desconcertante operación articulada, planificada y, minuciosamente, orquestada que no puede subestimarse. Descubrir quién daba las órdenes, por tanto, quién mandaba: éste es el reto central de estos días.
3. Hemos asistido, perplejos, atónitos y escandalizados, a la increíble facilidad con la que no más de unos cuantos miles de fascistas, vestidos de patriotas en una marcha de carnaval, escoltados por la Policía Militar, han invadido los edificios que son los símbolos de los poderes de la República. Algo, simplemente, increíble. La invasión del Congreso Nacional, del Tribunal Supremo y del Palacio de Planalto fue una demostración de que la impunidad de la extrema derecha, después de dos meses de concentraciones a las puertas de los cuarteles pidiendo un golpe militar, tiene graves consecuencias. El espectáculo absurdo y grotesco durante tres horas en el centro del poder en la Capital sería inexplicable sin la complicidad de las fuerzas policiales y militares de Brasilia.
4. Las detenciones preventivas son ineludibles para investigar a los organizadores. Hay principios ocultos aún por revelar. Pero, aunque progresistas, estas decisiones son insuficientes. La «cuestión militar» sigue sin resolverse. José Múcio no está en condiciones de seguir siendo Ministro de Defensa. El Comandante del Ejército no puede permanecer en el cargo. Será decisiva, por tanto, la respuesta de la movilización popular que debe comenzar este lunes, 9 de enero, pero que no puede ser interrumpida.
5. La «desbolsonarización» debe ser una estrategia permanente. Se ha abierto un nuevo momento en la coyuntura, una oportunidad que no podemos desaprovechar, con el fiasco de la aventura golpista. Es hora de una contraofensiva implacable. Por desgracia, debemos ser conscientes de que la sociedad brasileña sigue estando muy fracturada. La victoria electoral ha alterado favorablemente la relación política de fuerzas. Pero sólo la lucha social de las masas podrá imponer una mejor relación social de fuerzas. No olvidemos que la mayoría de la burguesía apoyó a Bolsonaro en los últimos años. Que las clases medias apoyaron a Bolsonaro. Que, aunque dividida, una parte importante de la clase trabajadora apoyó a Bolsonaro. Las provocaciones fascistas no cesarán hasta que haya represión. Hay que detener a la extrema derecha. En gran medida, la aventura de este domingo fue más bien un «ensayo general». Las fuerzas de la extrema derecha se han sumido en una crisis como consecuencia de la derrota electoral. El propio Bolsonaro se ha retirado desmoralizado durante dos meses y ha abandonado el país. Pero aún no se han neutralizado, mantiene, posiciones. Los fascistas querían demostrar en Brasilia que mantienen fuerza social, ambición política y capacidad de acción. Apuestan por la acumulación de fuerzas. Si no se reprimen con la detención de los responsables, empezando por la investigación a Bolsonaro, volverán. No puede haber amnistía para los crímenes que cometió. El gobierno de Lula debe asumir, plenamente, el liderazgo de la lucha contra la provocación bolsonarista. La izquierda, apoyándose en los movimientos sociales, tendrá que organizar una jornada nacional de movilización como respuesta. ¡¡¡Los fascistas no pasarán!!!
* Valerio Arcary, miembro de la coordinación nacional de Resistencia, corriente del PSOL, y columnista de Esquerda Online.