En la foto: Luis Caputo, el elegido para acompañar a Dujovne en la gestión del programa económico del FMI.
Imagen: Bernardino Avila
“Confiamos en que podemos contar con su apoyo”, dice la última línea de la carta de presentación del Memorando de Entendimiento dirigida a Christine Lagarde. ¿Los firmantes? Nicolás Dujovne y Federico Sturzenegger. Podría interpretarse que al primero se le cumplió el deseo; recibirá el apoyo del FMI, que bendice su nombramiento al frente de las reunificadas carteras de Finanzas y Hacienda. Al segundo, Sturzenegger, el desplazamiento de la titularidad al frente del Banco central y su reemplazo por Luis Caputo, quien deja la cartera de Finanzas en manos de Dujovne, el ministro coordinador del ajuste que dispondrá el Fondo Monetario. En medio del caos económico, medidas contradictorias, alejamiento de los grandes capitales que empujaron a Mauricio Macri a la presidencia, el gobierno intenta reordenar las piezas, poniendo en cabeza de los funcionarios más confiables a criterio de la directora gerente del FMI, la gestión del programa de ajuste que se aprobará en Washington el próximo miércoles 20.
Ni baja de inflación ni estabilidad cambiaria. Para peor, un clima económico financiero que hace más propicia la especulación financiera que la más rentable de las inversiones posible. Estos fueron los resultados de una política económica, financiera y cambiaria que ejecutó, durante dos años y medio, “el mejor equipo de los últimos 50 años”, como lo calificó el Presidente de la Nación, con un integrante “que juega en la Champion League”, como dijo Marcos Peña de Caputo, por su pasado como operador en los mercados especulativos de Nueva York. Pero en el punto más profundo –hasta ahora– del colapso financiero, el gobierno encontró un chivo expiatorio: a Federico Sturzenegger (a quien no se le podrán restar méritos para ocupar ese lugar) se le endilga, incluso, “no haber sabido aprovechar el impulso dado por el compromiso del Fondo” de acordarle al país un crédito stand by por 50 mil millones de dólares.
Los sucesivos fracasos en su gestión lo llevaron a desdecirse una y otra vez. Los ya conocidos yerros, recálculos y finalmente abandono de las metas de inflación para este año: la promesa de “baja paulatina” de tasas que las llevó del 24 por ciento al nivel de 40 anual; la seguridad de que Banco Central no intervendría más en el mercado cambiario (jueves 7) para volver a vender cinco días después más de 650 millones de dólares, que apenas logró frenar la corrida por un día. Lo último fue su anuncio de subrayar “la autonomía del Banco Central” con una modificación de la Carta Orgánica que enviaría al Congreso. Una semana después, resultó despedido por el titular del Poder Ejecutivo.
La carta de “renuncia” que difundió a través de su cuenta de twitter, Sturzenegger señala que “en los últimos meses, diversos factores fueron deteriorando mi credibilidad como Presidente del Banco Central, atributo clave para llevar adelante la tarea que se me había encomendado”, lo cual lo impulsó a presentar su renuncia, indica.
El rumor de su alejamiento comenzó a circular con fuerza desde el miércoles. Casi no había analista del mercado que no utilizara la palabra “incomprensible” al definir, por esas horas, la política monetaria. Ayer, a media tarde, un encuentro en Olivos reunió a Macri, Dujovne y Rogelio Frigerio, según la versión dominante. De allí surgió la noticia del fin de ciclo para el titular del Central, el pase de Caputo a ese lugar y la reunificación de Hacienda y Finanzas. ¿Fue una consulta a los ministros presentes o la comunicación de una decisión tomada en Washington? Se desconoce, aunque es indudable que el recambio es funcional a los condicionamientos que impondrá el acuerdo stand by a la política económica.
Caputo, por criterio propio y antecedentes, es el más cercano a la concepción del FMI en cuanto al modo de reacople de la Argentina al mercado financiero internacional: fuerte y rápìdo ajuste fiscal y cuidado de las Reservas Internacionales netas para generar confianza, y dólar suficientemente alto para desalentar importaciones, turismo de compras en el exterior y salida de capitales (si se despeja la idea de que va a seguir subiendo). Si esas son las prioridades, la consecuencia inevitable va a ser inflación en alza en el corto plazo (por traslado a precios de la devaluación) y una etapa recesiva que el gobierno espera que sea breve.
Para recorrer ese camino, una de las condiciones que impuso el FMI es la vigencia plena de un dólar flotante, es decir sin intervención reguladora del Banco Central, y sólo circunstancialmente del Banco Nación pero por orden y cuenta del Ejecutivo. A partir del 21, Dujovne, ya como ministro de Hacienda y Finanzas, tendrá para ofrecer en el mercado cambiario 7500 millones de dólares que venderá en etapas (para usar los pesos en cubrir el déficit fiscal). Una incursión muy necesaria para que el dólar no siga subiendo, en un mercado muy demandado pero casi sin oferta. Antes de esa fecha, el martes 19, Caputo afrontará su primer desafío importante: el vencimiento de las Lebac por unos 500 mil millones de pesos (que quedarían como remanente tras compras anticipadas del BCRA en el mercado secundario). Allí quedará definida la tasa de interés para los próximos 30 a 60 días, hoy en el 40 por ciento. ¿Podrá bajarla? Depende del clima con el que llegue el dólar a ese día. El pronóstico no es favorable.