Aquí me tienen de nuevo, con mi cantar desconforme… (Quelentaro. Leña gruesa.)
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escribe Luis Casado
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Cuestión elección presidencial yanqui, me parece que elegir entre un demócrata y un republicano equivale a escoger entre la peste y el cólera. O aún peor.
No sólo porque Harry S. Truman, el criminal que lanzó la bomba atómica sobre Hiroshima y Nagasaki era demócrata y Richard M. Nixon, el asqueroso que ordenó el golpe de Estado en Chile, era republicano. Sino porque quienes les llevan las de abajo -los que cortan el bacalao- son todos reclutados en la escoria del Imperio.
Para muestra un botón. Lawrence Summers, -Larry para los amigos-, fue parte de los genios del Banco Mundial, jefe de los consejeros económicos de Bill Clinton, Secretario del Tesoro y presidente de la Universidad de Harvard.
En 1991 Larry escribió lo que sigue:
“Los países subpoblados de África están ampliamente sub-contaminados. Allí, la calidad del aire es de un nivel inutilmente elevado comparado con la de Los Ángeles. Hay que estimular una migración más importante de las industrias contaminantes hacia los países atrasados… y preocuparse más de un factor que agrava los riesgos de un cáncer de la próstata en un país en el que la gente vive lo suficiente para tener esta enfermedad, que en un país en el que doscientos niños sobre mil mueren antes de cumplir cinco años. Pienso que la lógica económica que plantea que las masas de desechos tóxicos sean arrojadas allí donde los salarios son más bajos es imparable.” (citado por The Economist del 08/02/1992 y The Financial Times del 19/05/1992).
Acompañado de su próstata, Larry Summers sigue dando el coñazo: en noviembre de 2023 entró al Consejo de Dirección de Open AI, empresa que consagra sus loables esfuerzos al desarrollo de la inteligencia artificial. Es probable que, gracias a Larry, los ejecutivos de Open AI vayan a cagar a África.
Lo cierto es que su nutrido prontuario incluye ser economista, e incluso sobrino de otro malhechor, el conocido economista Paul Samuelson. Si esto no es mala leche…
Dirás que padezco de Hexakosioihexekontahexafobia, o de Hipopotomonstrosesquipedaliofobia, pero lo mío, aunque incurable, es mucho más sencillo: sufro de Reboludofobia crónica.
Te ofrezco otro ejemplo: George Gilder, economista con ínfulas de profeta (pleonasmo…), le ofreció a la Humanidad el generoso fruto de lo que constituye la sima de sus profundas reflexiones:
“Cobrarle más impuestos a los ricos es debilitar la inversión; paralelamente, darle más a los pobres es reducir su incitación al trabajo”.
Estas tesis me llevaron a escribir un folleto: Un método infalible para la laboriosidad, en el que expongo que el método por excelencia es el hambre. George Gilder no fue ni el primer ni el último economista en descubrir esa verdad cuya claridad encandila:
“En general sólo el hambre puede espolear y picanear a los pobres para hacerlos trabajar; y no obstante nuestras leyes dicen que hay que protegerles del hambre. Las leyes, lo confieso, también dicen que hay que forzarles a trabajar. Pero la obligación legal trae desordenes, violencia y ruido; engendra la mala voluntad y no puede producir un servicio bueno y aceptable, mientras que el hambre no es solo un medio de presión pacífico, silencioso y constante, sino que como es el móvil más natural para la laboriosidad y el trabajo, suscita el esfuerzo más potente.” (Joseph Towsend. “Dissertation on the Poor Laws”. 1786).
Mi patriotismo se consolidó al leer a Towsend: su idea surgió gracias a un episodio histórico que tuvo lugar en Chile, en la Isla de Juan Fernández. Menúos somos… ¡Cé-hache-í! ¡Como el Colo nuay…! Tú ya sabes…
De ahí que los denodados esfuerzos de los ministros de Hacienda consistan mayormente en darle de comer y de beber al patrón.
Ya sé, en el Eclesiastés (Antiguo Testamento) hubo más de un error de traducción. Su autor del Eclesiastés, que asegura ser rey, recomienda abstenerse de maldecir al soberano a pesar de la percepción de la injusticia en el mundo. Es la versión bíblica del letrero de los bares en el que se lee “Prohibido dispararle al pianista”.
Así, a lo largo de siglos los hombres de bien -buscando favorecer la laboriosidad de los pobres- les reducen sus salarios, y les inducen además al saludable ayuno que contribuye a acercarles a Dios. Aquí estamos en el meollo del tema.
David Ricardo (1772-1823) afirmó que la repartición del producto nacional es la cuestión fundamental de la economía política. Como tenía toda la razón, las Facultades de Economía se concentran en asuntos más dicharacheros como el crecimiento, las tasas de interés, la moneda, la inflación, la confianza de los inversionistas, el Ebitda y las carreras de caballos.
Entretanto, algunos países tienen más éxito que otros en el empeño de empobrecer a los pringaos. En Francia, en el año 1975, los beneficios y la renta representaban el 30% del producto nacional, y los salarios el 70%. Poco después, en el año 2003, los salarios representaban sólo el 60% del producto nacional: 10 puntos porcentuales fueron transferidos al lucro y a las rentas (Bernard Maris. Antimanual de economía. Ed. Bréal. 2003).
“En este principio de siglo XXI, el estadounidense básico (un obrero calificado) recuperó el nivel de vida que tenía antes de la II Guerra Mundial. Mientras el PIB por habitante de EEUU creció en un 36% entre 1973 y 1995, el salario del obrero calificado, que constituye la mayoría de los empleos, bajó en un 14%. Volvió al nivel que tenía 50 años antes, mientras el PIB más que dobló en el mismo periodo. En Francia, a fines del siglo XX, las 2.000 familias más ricas disponían de ingresos equivalentes a 50-60 veces el ingreso medio. A principios del siglo XXI sus ingresos eran 300 veces más elevados que el ingreso medio.” (Bernard Maris. op. cit).
Las luchas sociales logran, de vez en cuando revertir -aún parcialmente- este estado de cosas. El cuadro siguiente muestra la variación negativa de la parte de los salarios en el PIB, en puntos porcentuales, entre los años 1991 – 2013.
Si la parte de los salarios en el PIB permaneció casi estable en Francia durante unos 25 años, disminuyó fuertemente en la mayor parte de los países desarrollados, así como en la mayoría de los países en desarrollo que antes se llamaron subdesarrollados.
Eso significa que, en el caso de España, entre los años 1991 y 2013, la parte del valor añadido (el producto creado) recibida por los asalariados, bajó en 8 puntos.
Por consiguiente, la distribución de los frutos del crecimiento se hizo cada vez más en detrimento de los trabajadores asalariados.
Lo que precede tiene el mérito de dejar claro que sin practicar la lucha de clases, los pringaos están hasta el yaco.
Por la sencilla razón que, gracias a las teorías aquí explicadas, el riquerío sabe pertinentemente que el único modo de hacerse más rico consiste en empobrecer aún más a los pobres. Por eso ellos practican permanentemente la lucha de clases.
No lo digo yo: lo dicen la teoría económica, y la realidad cotidiana. ¿Ah, Larry?