Por José Bengoa
9 de enero de 2020 Le Monde Diplomatique↑
Hace unos años fui invitado a un Liceo de la Provincia de Arauco. Conversé con las y los estudiantes de cuarto medio, muchos de ellos mapuche. Mostraban un enorme interés y una sobresaliente inteligencia y capacidad intelectual. Al finalizar, el Director del Liceo se me acercó y me dijo apesadumbrado: «de este Liceo ningún estudiante ha logrado ingresar a la Universidad». Agregó, «los puntajes de la PSU a pesar de nuestros esfuerzos, son siempre muy bajos».
He leído en estos días, con cuidado, los facsímiles de Historia de Chile de los últimos cinco años de PSU. Están muy bien hechos. Hay textos que deben ser leídos y comprendidos por los estudiantes y luego escoger una de las alternativas. El asunto es extremadamente difícil, tanto que incluso en textos de mi autoría que ahí aparecen, no he sabido cómo responder. Se requiere en primer lugar no solamente haber tenido una educación en que la comprensión de lectura haya sido un elemento importante; se requiere, me temo, un ambiente familiar en que la lectura haya sido una experiencia cotidiana; y quizá, en tercer lugar, y no menos importante, un ambiente cultural en que la valoración del racionamiento lógico/occidental, por decirlo de alguna manera, sea dominante. Si un joven no ha tenido un ambiente escolar lecto/escritural positivo, por ejemplo, un contexto familiar donde no hay ni un libro en la casa, y además participa de culturas diferentes a la dominante, a la propia de los sectores altos, ricos y acomodados, o en el caso que comento, de la cultura en que el desprecio a lo indígena es habitual, dudo mucho que pueda responder adecuadamente a esas complejas cuestiones de la PSU . Por otro lado, y todos lo saben, es preciso un entrenamiento adicional para poder entender el sistema de «múltiples respuestas». Personalmente no lo conozco bien, soy del tiempo del «Bachillerato» y solamente sospecho que hay respuestas que son absurdas (Que José Miguel Carrera descubrió América por ejemplo), fáciles de desechar y solamente para que las marque alguien que es muy despistado o no sabe nada. Hay otras que son «distractivas», me imagino (Américo Vespucio por ejemplo descubrió América), y luego la que es la o las correctas. Sin entrenamiento es muy difícil lograr buen puntaje. Y sabemos el costo que tienen los institutos que ofrecen entrenar a los jóvenes en las técnicas de la PSU. Hay, nos enteramos en estos días, profesores particulares que ofrecen entrenamiento personalizado y a domicilio. También, se nos cuenta, que hay colegios principalmente que son «Peseutistas», esto es, que toda su enseñanza está determinada por el rendimiento de los jóvenes en la PSU final. Ahí la competencia , el mercadeo de conocimientos, en fin, la mala educación campea.
Nos ha llamado la atención también en estos días llenos de acontecimientos, la información de que la mayor parte de los Liceos donde no se ha dado la PSU, ya sea por boicot externo o interno/externo de las y los jóvenes, corresponde a establecimientos educacionales donde los puntajes históricos han sido y son bajísimos. Tocopilla, Quellón, y un sin fin de lugares en que el carácter discriminador de esta prueba de selección es evidente. Un distinguido profesor afirmaba que bastaría con señalar el domicilio del estudiante para hacer un mapa igual que el segregador resultante de la afamada y controvertida prueba. Por cierto que las excepciones son siempre brillantes.
¿Cuánto tiempo llevamos en esta crítica? Años y años. Los rankings de los colegios y Liceos se basan en los puntajes de la PSU. Los buenos colegios, tautológicamente, son aquellos que tienen resultados buenos, un número importante de Puntajes nacionales, tanto por ciento de ingreso directo a las universidades, etc..Son eficientes. Y lo mismo ocurre con las Universidades. Las buenas son las que reciben a los mejores puntajes y «cortan» (el lenguaje es terrible) por arriba de los promedios. Las malas universidades reciben los malos puntajes. ¿Y dónde queda la educación? ¿dónde queda el pensamiento crítico? El lenguaje absurdo ha conducido a distinguir entre «capacidades duras y blandas». Las blandas, que son las de mayor importancia para la vida, individual, y colectiva, son miradas en poca cosa ya que no aparecen en las múltiples respuestas de la prueba final y determinante. Una perspectiva humanista de la educación comprende fácilmente que lo más importante es la formación de las personas y no transformar a los niños en seres competitivos, que para surgir en la vida deben derrotar o destrozar al del lado. Con este juego perverso de los rankings no se fomenta la solidaridad, ni la ciudadanía, ni ninguno de los valores que la sociedad chilena de este momento exige.
La explosión social, por llamarla de alguna manera, comenzó con la Aces. Son jóvenes que quizá por su edad, se «descolgaron» mental, política, y culturalmente, del sistema imperante. Las y los secundarios vieron la injusta situación de los pasajes de la movilización colectiva y actuaron sobre y contra el Metro de Santiago. Como un aceite hirviendo que se derrama, continuó al día siguiente por todo el país. Eso quiere decir, simplemente , que las condiciones «objetivas y subjetivas», como se decía en jerga política anticuada quizá, estaban dadas. Por cierto que se sumaron muchos otros sectores. Los mismos jóvenes aplaudidos que iniciaron este «movimiento histórico», hace tres días, han llamado a no dar la PSU y se han opuesto a que ésta se realice en varios establecimientos. Quizá no haya otro método para convencer a Rectores, autoridades educativas y a la gente común, que es necesario cambiar el sistema de ingreso a las Universidades. Aún está escrito en el emblema nacional: «Por la razón o la fuerza».
Este «descuelgue» de los estudiantes secundarios tiene lógica. Ellas y ellos son los que «no tienen nada que perder» en la sociedad moderna. Estos jóvenes ven el pasado de sus familiares, padres, abuelos, y su futuro con aprensión, con cuidado, y con total apertura a las miles de posibilidades que se le pueden abrir. Que no tienen memoria dicen algunos publicistas. Es una miopía. Uno de los voceros de la Aces es nieto de una detenido desaparecido de la Dictadura, bien conocido y querido por nuestra generación. En Temuco tiraron al suelo la estatua de Pedro de Valdivia y en la Serena la de Francisco de Aguirre; un personaje deleznable de la Historia de este país. A Baquedano, que no es un santo de la devoción de muchos -ni mía por cierto-, se le instaló una bandera mapuche en su cabeza arriba de su caballo. En el contexto de la historiografía patriótico nacionalista se trata de una suerte de herejía. Pero, esas son expresiones gráficas de memoria colectiva. Los cantos que se entonan en la Plaza, se refieren al tiempo de la Unidad Popular, a la década de los ochenta y la pelea contra la dictadura, mostrando una continuidad histórica con los momentos de mayor dignidad de este país.
El futuro para los jóvenes es complicado. Las últimas normativas del sistema educacional son terribles. La PSU conduce a que definan sus vidas a los 17 o 18 años, cuando aún nadie puede saber bien lo que va a ser con ella. Pero además, si obtiene la gratuidad universitaria o técnico profesional, no puede ni fracasar, ni cambiar de carrera, ni demorarse más de un tiempo burocráticamente establecido. Somos muchos quienes hemos pasado por diversas alternativas, de lo científico a lo humanístico y vice versa, de una carrera a otra, que nos hemos demorado años y años en salir con alguna certeza (y un cartón) y luego además, hemos ido buscando a tientas temas, especialidades, vocaciones. Sobretodo en un mundo en que el conocimiento es cambiante, efímero diría algún autor o líquido otro. Un decano de Ingeniería de Beauchef decía ¿quién se acuerda o siquiera sabe usar la Regla de Cálculo?. Lo que importa es por tanto, saber pensar, saber reflexionar…aprender a entender y a cuestionar. Todo eso está fuera de la educación chilena, apretada burocráticamente por un «sistema de competencias», así se llama de manera ridícula, que solamente funciona bien en una sociedad estratificada, de castas rígidas que sobreviven desde el tiempo oligárquico.
El Diario El Mercurio, pisándose o pisando la cola, publicaba un estudio de los sistemas imperantes en América latina para el ingreso a las Universidades. Chile era el único con una prueba de esta naturaleza. Para algunos esta era la excelencia educativa de nuestro país, despreciando todas las otras. ¿será así? La experiencia de quienes hemos dado clases en universidades de puntajes altos y bajos nos dice lo contrario. Me ha tocado hacer clases con estudiantes de altos puntajes, que toman notas, miran el teléfono, y responden en las pruebas «domésticamente domesticados». Y me toca dar clases, décadas a esta altura, a estudiantes que apenas lograron los 450 puntos exigidos, y que poseen un caudal intelectual, crítico, reflexivo, indomesticado, que provoca al profesor y le pone exigencias no siempre fáciles de responder. Por cierto los primeros tienen redes familiares/laborales que les permiten usar la Universidad de trampolín e ingresar en condiciones privilegiadas a los mercados laborales; los segundos por lo general se quedan un buen tiempo «pateando piedras».
Esta crisis de la PSU es una gran oportunidad para la educación chilena y debemos agradecer a la ACES, a esas muchachas y muchachos quizá con aspecto de niños, pero con una capacidad increíble de poner en el país los grandes temas. Me imagino un futuro en que los sistemas de ingreso a la educación superior sean múltiples, diferenciados, variados, en fin, creativos y que por tanto «tironée» a la educación básica y media a ser también diferenciada, variada, apropiada a contextos diversos. Que desamarre al sistema educativo de su carácter competitivo extremo, del individualismo al que conduce el sistema de que dónde gano yo pierde el otro, el método de codazos para llegar a algo tan indefinido como la fama, el prestigio, el dinero, y todo lo que hoy se discute en las calles de este convulsionado país. Los rectores actuales, del Consejo de Rectores, tienen una oportunidad determinante y una responsabilidad ineludible. Son ellos los que pueden reaccionar frente a lo que ocurre de modo creativo y no recurrir a la monserga del orden público, de la represión a estos jóvenes audaces. No es ni ético, ni mínimamente aceptable que alguien con el nombre de Rector, sugiera dar la afamada y discutida prueba de Historia de Chile en los cuarteles militares. Sería un ejemplo casi grotesco de la concepción de la Historia, de quienes somos en este país y que es lo que quisiéramos ser. Y no se trata de cambiar la prueba PSU por otra prueba similar, mejorada apenas en sus preguntas. Deben ejercitar los rectores, tiendo a pensar que es posible, la imaginación, las experiencias comparadas de otros países, y romper con esta compuerta que aprisiona a la educación chilena y cuyas consecuencias en la sociedad estratificada e injusta de este país son evidentes. Por cierto que es impresentable que una Ministra de Educación llame a reprimir a los dirigentes secundarios y no vea -es su papel a cargo del denominado Ministerio de Educación- la oportunidad que se abre. Cómo se estarán dando vueltas en la tumba los Gómez Millas, Eugenio González y tantos otros ministros y rectores que hicieron todo lo contrario.
Quienes nos hemos dedicado por vida a la educación, no podemos más que felicitar la acción de las y los jóvenes secundarios. Nos llena de esperanza lo que ocurre. Por cierto que a muchos les producirá incertidumbre, temor y angustia. Pero así son los momentos de cambio y ya que no se hicieron de modo pausado, tendrán que hacerse de manera conflictiva y compleja.
José Bengoa
Ex Rector de la Universidad Academia de Humanismo Cristiano