OPINIÓN
Eduardo Gutierrez
El 26 de octubre de 1917 nueves meses después del derrocamiento del Zar Nicolás II, Vladimir Ilych más conocido como Lenin, hacia su aparición en el Segundo Congreso de los Soviets de toda Rusia. Ante las miradas expectantes de los 650 delegados de obreros, campesinos y soldados, que representaban a cerca de 20 millones de ciudadanos, tomó la palabra para anunciar que se iniciaba una nueva etapa de la revolución: la construcción del socialismo. Se dejaba atrás el proyecto fracasado de una revolución democrático burguesa incapaz de entregar la tierra, combatir el hambre y poner término a la guerra imperialista catalogada como tal por los bolcheviques. Estos, una ínfima minoría en febrero, perseguida antes del fracaso del intento de golpe de estado del general Kornilov en agosto del mismo año y obligada a la clandestinidad, supo desde las barriadas obreras y de los principales centros industriales de Petrogrado y Moscú conquistar a las amplias masas de soldados, campesinos sin tierra y carne de cañón de los intereses de los consorcios y financistas extranjeros que controlaban la economía rusa. Los miles de obreros y soldados se movilizaron tras su consigna de “Todo el poder a los soviets”, los órganos de poder popular surgidos tempranamente al calor de la fracasada revolución de 1905, para acometer las tareas democrático- burguesas y también las socialistas.
Esa consigna, verdadero grito de batalla pronunciado por Lenin al bajarse del tren que lo trajo desde Suiza en el mes de abril y que fue minoría en su propio partido y el hazme reír de la mayoría de la izquierda agrupada en los mencheviques y socialistas revolucionarios, poco a poco gracias a un paciente trabajo de propaganda fue ganando a su partido y luego a las grandes mayorías. El segundo Congreso de los Soviets desarrollado en paralelo a la toma del Palacio de Invierno, eligió un nuevo gobierno encabezado por Lenin y los bolcheviques, declaró una tregua de tres meses para concertar la paz con Alemania y entregó la tierra a los campesinos. Superado el primer escollo de terminar con el gobierno provisional de Kerensky
, la siguiente batalla política que debieron enfrentar fue el inicio de una dualidad de poder entre los más de 500 soviets de toda Rusia y la electa Asamblea Constituyente donde los bolcheviques eran minoría. Al no poder esta última superar el programa de los soviets establecido mediante decretos votados por amplia mayoría en ese segundo Congreso, la Asamblea Constituyente murió de muerte natural.
No obstante, entre los años 1917 y 1921 la ahora Unión Soviética enfrentó una sangrienta guerra civil, agravada por la invasión de 14 potencias extranjeras; superada esa etapa ante un país devastado y aislado por el fracaso de la revolución en Alemania y Europa, los bolcheviques, transformados en Partido Comunista de la Unión Soviética, decidieron luego de agrios debates internos impulsar la Nueva Política Económica (NEP) que pretendía iniciar un proceso de acumulación originario de capital desde una óptica capitalista de Estado. No obstante la crisis económica y agraria derivada de la extrema debilidad industrial para responder al consumo de los campesinos generó revueltas que impulsaron a los bolcheviques a tomar draconianas medidas represivas para asegurar el consumo agrícola de las ciudades y enfrentar una industrialización forzada. Debilitado el poder obrero por su desarticulación por la guerra civil y rota la alianza con los campesinos medios y ricos por la represión y el hambre, el debate interno del partido bolchevique se ensombreció con las disputas internas y la pugna entre dos grandes concepciones: la construcción del socialismo en un solo país aislado versus potenciar la revolución europea para oxigenar la debilitada y exangüe revolución rusa. En este debate interno triunfo la tesis de Josep Stalin en contra de las posiciones de León Trotsky, lo que con posterioridad dio inicio a las purgas internas y al ordenamiento del comunismo internacional tras la tesis del apoyo a la Unión Soviética como guía del socialismo a nivel mundial.
Esta tesis y una particular forma distorsionada de marxismo marcó desde ahí en adelante, hasta el derrumbe del poder soviético en 1990, la impronta ideológica y política de buena parte de la izquierda a nivel mundial de la cual no estuvo ausente la izquierda chilena. El triunfo de la Revolución Rusa y la disolución de la Unión Soviética fue sin lugar a dudas el hecho más transcendente del siglo XX. Con todo, los errores que se manifestaron en la desviación burocrática del partido, en la desaparición de toda forma de democrática política y la apertura de campos de concentración y una particular concepción geo estratégica de la revolución mundial, el peso de la Unión Soviética logró derribar el peligro nazi en Europa a costa de más de 20 millones de muertos en la Segunda Guerra Mundial, apoyar con sus bemoles a la revolución China en 1949, respaldar decididamente a la victoria de Corea del Norte y de Vietnam sobre Estados Unidos y apoyar en forma irrestricto a la revolución cubana. Indirectamente obligó también a la socialdemocracia europea a impulsar el Estado benefactor para impedir la expansión del socialismo gracias a los planes financieros de Estados Unidos. Y no menos importante fue un contrapeso económico, ideológico y militar a los afanes hegemónicos de Estados Unidos y sus aliados.
No cabe duda de que la era del proyecto de socialismo soviético junto a su derrumbe, cerró una página en la historia de la humanidad y de la lucha por el socialismo. Serán las actuales y las nuevas generaciones de las amplias mayorías de marginados, explotados y humillados quienes tendrán bajo su responsabilidad poner término al neoliberalismo actual y construir el socialismo del futuro.
Eduardo Gutiérrez González. Octubre de 2016.
Y vd., a qué llama «asamblea constituyente?. Al Comité de la duma? Que fue constituido tras la disolución de la duma por parte del zar, por cuarta vez consecutiva, y que no tenía ninguna legitimidad por eso mismo: En primer lugar, porque era una duma constituida por cuarta vez al haber sido disuelta ya anteriormente tres veces por el zar, y en donde el voto para elegirla había sido muy restringido, y por lo tanto claramente anti-democrático. Y en segundo lugar porque al constituirse el comité de la duma, a causa de la disolución de la duma por parte del zar por cuarta vez, no estaban todos los que eran. Sí eran todos los que estaban pero no estaban todos los que eran, porque no todos los miembros de la por cuarta vez disuelta duma pasaron a formar parte del comité de la duma.