Inicio Internacional EEUU viene por el Petróleo Venezolano, el Amazonas y la Patagonia-Antártida chilena-Argentina

EEUU viene por el Petróleo Venezolano, el Amazonas y la Patagonia-Antártida chilena-Argentina

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por Jorge Gálvez (Coordinador Nacional de la Izquierda Soberanistas)

Desde la Doctrina Monroe en 1823, Estados Unidos ha buscado reducir a América Latina a simple zona de influencia, un patio trasero sometido a la lógica de dominación geopolítica y económica de Washington. Hoy, bajo el manto de un imperialismo contemporáneo decadente, esa política se agudiza con nuevas formas: guerras híbridas, ofensivas mediáticas, bloqueo económico, sanciones financieras y, en última instancia, el despliegue militar directo. Donald Trump encarna con crudeza este proyecto al retomar los objetivos de la Doctrina Monroe “América para los americanos” (léase para los EE. UU.), frase que en realidad esconde la pretensión de apropiarse de los recursos estratégicos que nuestros pueblos custodian soberanamente.

El petróleo venezolano es solo el primer capítulo de un plan mucho mayor. América Latina vive hoy una nueva ofensiva de recolonización: Estados Unidos quiere asegurarse el control total de la energía, del agua, de los minerales estratégicos y de la producción agrícola del continente. Ya no se trata únicamente del crudo venezolano ni de las vastas reservas de litio de Bolivia, Chile y Argentina, que despiertan la codicia de las corporaciones transnacionales. La mirada de los imperios se posa sobre territorios estratégicos que guardan recursos incalculables y posiciones geopolíticas decisivas, como la Amazonía, pulmón del mundo y reserva de biodiversidad única, presentada cínicamente como botín bajo el pretexto del “cuidado ambiental” o de supuestas “intervenciones humanitarias”.

La amenaza contra Venezuela, Colombia o México no es un hecho aislado: es parte de una ofensiva que avanza hacia el Amazonas, la Patagonia y hasta la Antártida. La Patagonia, compartida entre Chile y Argentina, se ha convertido en un territorio de creciente interés estratégico. Riquísima en agua dulce, gas, petróleo, biodiversidad y con una ubicación privilegiada frente al Atlántico Sur y la Antártida, este territorio ha sido objeto de silenciosas operaciones de compra de tierras por parte de grandes capitales internacionales. Bajo el disfraz de proyectos turísticos o de conservación ambiental, multimillonarios vinculados al sionismo han adquirido extensiones inmensas, transformando esas adquisiciones en enclaves privados que, en la práctica, significan la colonización económica de un territorio vital para el futuro de nuestros pueblos.

Esta penetración encubierta coincide con la persistencia de las Islas Malvinas en manos de Gran Bretaña, convertidas en base militar avanzada de la OTAN en el Atlántico Sur. Allí se articulan los intereses anglosajones con los del sionismo global, reforzando la ocupación militar posterior a la guerra de 1982 y consolidando un dispositivo estratégico de control sobre todo el cono sur del continente.

El Atlántico Sur es hoy un espacio geopolítico decisivo. Desde allí se controla el acceso a la Antártida, territorio que, aunque protegido formalmente por el Tratado Antártico de 1959, y que será discutido en el año 2048, concentra enormes reservas de petróleo, gas, minerales y, sobre todo, agua dulce. Washington y Londres lo saben bien, y por eso mantienen la ocupación militar de las Malvinas como pieza clave de su estrategia. La proyección hacia la Antártida es ya un plan en marcha, donde el eje anglosajón se enlaza con los intereses sionistas para asegurar el dominio del continente blanco y sus riquezas aún inexploradas.

Trump, en sintonía con esta política de recolonización, ha insistido en reforzar la alianza anglosajona con Israel y con las corporaciones transnacionales, consolidando un eje de dominación que busca someter a América Latina bajo nuevas formas de dependencia. Lo que se presenta como “cooperación” es, en realidad, un cerco económico, militar e ideológico que amenaza la soberanía de nuestros pueblos. En este esquema, Chile y Argentina aparecen como eslabones estratégicos: territorios que deben ser controlados para asegurar la administración imperial sobre los recursos antárticos, del Pacifico y Atlántico Sur.

Frente a este panorama, la amenaza no puede ser tomada a la ligera. América Latina está siendo rodeada por un proyecto imperialista que combina la fuerza militar, la colonización económica y la manipulación ideológica. Los enclaves en la Patagonia, la militarización en las Malvinas y la disputa por la Antártida no son hechos aislados: forman parte de una estrategia integral para impedir que nuestros pueblos decidan sobre su propio destino.

Se nos quiere convencer que debemos abrir nuestras tierras y nuestros mares al capital transnacional en nombre del “progreso” o de la “seguridad global”. Pero detrás de esos discursos se esconden los verdaderos intereses: controlar el agua que será más valiosa que el petróleo, dominar los corredores bioceánicos que conectan el Atlántico con el Pacífico (Estrecho de Magallanes), y apropiarse de reservas minerales y energéticas que garantizarán la supremacía de los poderosos por décadas.

Es tiempo de que los pueblos de nuestra América levanten la voz y comprendan que la defensa de la soberanía no es solo tarea de los gobiernos, sino de las comunidades organizadas, de los trabajadores, de la juventud consciente y de todos aquellos que no están dispuestos a entregar la patria. La lucha de Venezuela contra las sanciones y el bloqueo, la defensa de la Amazonía por los pueblos originarios y la persistente reivindicación argentina sobre las Malvinas, la defensa de la Patagonia y la Antártida, son expresiones de un mismo combate: el combate por existir libres frente a la voracidad imperial.

Es necesario construir una gran unidad continental, a fortalecer los lazos entre naciones y a denunciar cada intento de fragmentación promovido por los anglosajones y sus aliados sionistas. Si ellos avanzan sobre nuestros mares, nuestras montañas y nuestros glaciares, que nos encuentren de pie, con la dignidad de Bolívar, de San MartínManuel Rodríguez y de Allende. Porque la historia nos enseña que solo los pueblos que luchan con firmeza logran conquistar y preservar su soberanía.

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