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Apagones en el «Primer Mundo»- Apagón del Capitalismo

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por Jano Ramirez

 
En febrero de 2025, Chile, ese país “tercermundista”, al sur del sur, pequeño y periférico sufrió un apagón masivo que afectó a casi todo su territorio. Se decretó estado de excepción, toque de queda y se encendieron las alertas sobre la fragilidad de nuestra infraestructura. Nada nuevo, dirán algunos, cosas que pasan “en países como esos”.
 
Pero el 28 de abril, Europa también se fue a negro. España, Portugal y el sur de Francia enfrentaron una caída brutal del sistema eléctrico. ¡En Europa! En el corazón de las antiguas potencias coloniales. Las mismas que por siglos saquearon nuestras tierras en nombre del “progreso” y que hoy, paradójicamente, comparten las mismas sombras que antes nos atribuían a nosotros.
 
Este no es un incidente aislado. Es parte de un patrón que revela la crisis orgánica del capitalismo global. Lo que colapsa no es solo una red eléctrica, es un modelo que ya no puede sostener ni siquiera los servicios más básicos.
 
El colapso de los sistemas eléctricos, síntoma de un modelo agotado
 
En España, la desconexión repentina del 60% de la generación eléctrica provocó que la red ibérica se aislara de la europea. Millones quedaron sin luz, el metro de Madrid y Lisboa se paralizó, las telecomunicaciones se interrumpieron, y cientos de personas quedaron atrapadas en ascensores. En Chile, el 25 de febrero, una intervención no autorizada de la empresa privada ISA InterChile generó un apagón que afectó a 14 de las 16 regiones del país.
 
Dos hemisferios, un mismo resultado, oscuridad
 
Las causas técnicas pueden diferir, pero el fondo es el mismo, redes frágiles, gestionadas bajo una lógica de maximización de ganancias, sin planificación estatal ni control democrático. En ambos casos, el lucro privado está por encima de la vida cotidiana de millones.
 
Capitalismo y energía, cuando el lucro apaga la luz
 
Estos apagones no son errores técnicos ni catástrofes naturales. Son el resultado directo de un modelo de acumulación que desmantela lo público, precariza lo estratégico y pone en manos privadas decisiones que afectan a toda la sociedad.
 
En España, las empresas energéticas han descuidado inversión y mantenimiento en su carrera por los dividendos. En Chile, la dependencia de una empresa extranjera, ISA InterChile, filial de una transnacional colombiana, puso en evidencia lo absurdo de entregar redes estratégicas a intereses foráneos.
 
El resultado es siempre el mismo, la población paga las consecuencias de un sistema diseñado para unos pocos.
 
Indignación popular y autogestión ante la crisis
 
Las reacciones ciudadanas no se hicieron esperar. Desde las redes sociales hasta las calles, la indignación creció. En Madrid y Lisboa, vecinas y vecinos dirigieron el tránsito sin semáforos, compartieron recursos básicos y apoyaron a personas atrapadas. Se demostró que frente a la ineficacia del Estado burgués y la irresponsabilidad empresarial, la organización popular es capaz de sostener la vida.
 
Este tipo de respuestas espontáneas abren preguntas urgentes,¿por qué los servicios básicos no están bajo control social? ¿Por qué las decisiones estratégicas sobre nuestra energía no las toman quienes la producen y la consumen?
 
Por una alternativa socialista, nacionalización y control democrático
 
La salida no es técnica, sino política. Necesitamos un modelo energético socialista, basado en la nacionalización de los sectores estratégicos y el control democrático por parte de trabajadores y comunidades. No basta con que el Estado administre, debe hacerlo bajo la vigilancia activa del pueblo organizado.
 
La experiencia boliviana con la nacionalización del sector energético durante el gobierno de Evo Morales mostró avances significativos, aunque también evidenció los desafíos de transformar profundamente el modelo productivo.
 
La clave está en romper con la lógica del capital y poner la vida en el centro.
 
La oscuridad es del sistema, no de los pueblos.
 
Los apagones en Europa y América Latina no son eventos excepcionales, son la nueva normalidad de un capitalismo que no puede sostener ni su propia propaganda de “desarrollo”. Mientras las élites siguen lucrando, millones de personas quedan a oscuras.
 
La solución no vendrá desde arriba. Vendrá desde la organización popular, desde la lucha por un nuevo modelo que ilumine no sólo nuestros hogares, sino también nuestro horizonte político.

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