El Clarín de Chile
por Edison Ortiz
El espectáculo.
Luego de la decisión del comité central del PS de votar unánimemente la candidatura a las primarias de su presidenta Paulina Vodanovic, sin que ésta hasta ahora tenga una sola elección real ganada ante la ciudadanía, abrió de nuevo el culebrón al interior de la colectividad que ya lleva casi un año. Y pese a la intervención del propio expresidente Osvaldo Andrade en ese pleno manifestando los peligros que podía conllevar esa decisión para la colectividad que ya ha tenido bochornos similares anteriores como la fallida candidatura a las primarias de Paulina Narváez en 2021 quien obtuvo menos votos que los inscritos en el padrón de militantes de la colectividad; a que varios de sus expresidentes como el mismo Andrade, Ricardo Núñez, Gonzalo Martner, Isabel Allende y una pléyade de militantes de renombre habían hecho pública su adhesión a Carolina Tohá, la agrupación política a punto de cumplir 92° años de existencia decidió pegarse otro tiro en los pies, como ya se ha hecho costumbre desde hace varios años, y privilegiar la política de la traición y del “quítate tú, pa’ ponerme yo”, priorizando los acuerdos internos que responden a intereses individuales – como los de la propia Vodanovic, su aventura presidencial; de Escalona cuya maniobra le posibilitó, alcanzar la secretaria general en desmedro de Arturo Barrios, quien finalmente recibió el premio de consuelo del cupo de Rementeria o el fallido intento por forzar la instalación de Andrés Santander en el senado – a costa de dañar seriamente los propios intereses de la colectividad o poner un misil en La línea de flotación del ex bloque PS-PPD en estas primarias que enfrentara dividido esa contienda con probabilidades que esa aventura culmine en otro bochorno para el “socialismo democrático” en las vísperas del centenario. No es casualidad que ex figuras, y personajes del establishment concertacionista ligados a la colectividad como Ricardo Núñez o su homónimo Ricardo Solari hubiesen salido con fuerza el día después del pleno de comité central a lamentar la decisión del histórico partido.
La institucionalización del engaño y la proliferación de los egos.
Si bien, como se ha dicho tradicionalmente la política es una actividad “sin llorar”, requiere mínimos de convivencia y acuerdos para poder producir consensos que se traduzcan luego en réditos políticos. Como bien nos lo ha señalado Stzvetan Todorov en “La conquista de América. El problema del otro”, la traición es propia del mundo occidental invasor no de los pueblos aborígenes donde la palabra empeñada era clave para la construcción de acuerdos. El PS actual ha cogido al pie de la letra ese precepto de origen europeo.
Y si bien tanto en política como en el propio PS este matiz ha acompañado siempre a esta actividad lo cierto es que desde inicios de la transición ya fue posible observar la profundización de esa conducta como se expresó nítidamente en la pugna entre Jorge Arrate y Ricardo Nuñez a inicios de los 90’.
Como ya lo venimos sosteniendo desde hace aproximadamente una década el histórico Partido Socialista viene perdiendo peso político e influencia electoral desde que allá por 2005 inicio su viaje al centro y cuyos hitos centrales han sido la institucionalización del engaño como mecanismo de construcción de decisiones políticas. Un hecho clave en ese proceso fue precisamente el bullado 27° congreso celebrado en 2005 en que luego de que Nuñez y Escalona sellaran dos veces consecutivas un acuerdo de palabra con el presidente en ejercicio dando la tranquilidad para que este último partiera a una reunión con el resto de presidente de los partidos de la concertación, se fraguó en los pasillos del ex edificio Diego Portales la conspiración que rompería la palabra empeñada e instalaría definitivamente el mecanismo de la traición como método de obtención de rédito político en la colectividad de calle Paris que la ha marcado a fuego en algunos episodios de estos últimos veinte años. Prueba de lo anterior fue el acuchillamiento público de Ricardo Lagos en 2017 que hizo el pleno del comité central del PS en favor de la candidatura presidencial de Alejandro Guillier que concluyó con Sebastián Piñera sacándoles casi diez puntos de ventaja en la presidencial sin que el trío dirigente de la época, Álvaro Elizalde, Andrés Santander y Miguel Aguilera, pagaran la responsabilidad política de ese desacierto. Lo mismo sucedió luego en 2021 cuando casi los mismos dirigentes, con la excepción de Aguilera, se embargaron en la aventura presidencial de Paula Narváez con los resultados que ya conocemos.
La última traición ocurrió durante el fin de semana pasado en que, Paulina Vodanovic y sus principales adherentes, con tal de conseguir la unanimidad en su aventura presidencial a las primarias se abrió a acoger la demanda local de los socialistas de Valparaíso y de la propia Isabel Allende, destituida por el Tribunal Constitucional, en torno a designar al diputado Tomás de Rementeria como su sucesor en el senado decisión que con el pasar de los días se empezó a diluir hasta que la crítica interna, y la cultura del que “me toca a mi” culminó cediéndole finalmente el cupo al legislador por Valparaíso y en la lógica del arreglin institucionalizado el premio de consuelo para Arturo Barrios, fue precisamente el escaño que dejó Rementeria en la cámara baja y tan amigos todos como siempre aunque a costa de provocarle un daño severo y tal vez irreparable a la institución.
En paralelo, además, en el entorno de la actual mandataria se había fraguado otro engaño: una asesora de Vodanovic había inscrito un sitio web con su aspiración presidencial – paulinapresidenta.cl – aún antes de que Michelle Bachelet hiciera pública su negativa a participar de las primarias y sin que hasta hoy se pronuncie en favor de la timonel de su partido.
A su vez, al revisar los acuerdos internos que derribaron a Lagos en su nominación presidencial por parte del PS en abril de 2017; la designación como aspirante a las primarias de 2021 de Paula Narváez y con mucha mayor nitidez en el acuerdo unánime de su comité central para respaldar la aspiración presidencial de Vodanovic y aún en la resolución final del cupo que dejó Isabel Allende se observa la cultura del “quítate tú, pa’ ponerme yo” ya que en cada una de estas decisiones no está en el horizonte lo que más conviene al pueblo de Chile, a la coalición ni siquiera a la colectividad, sino lisa y llanamente la cultura del CVA (“cómo voy allí”), cuya manifestación gráfica es el espectáculo que ha dado la colectividad durante esta semana.
Camino al centenario: la traición y el apetito individual como mecanismos exclusivos para la construcción de decisiones políticas en el PS.
La colectividad de Elizalde, Monsalve, Santander, Vodanovic herederos, para bien y para mal, de una larga lucha y aspiraciones por mejorar las condiciones de los más desposeídos, va rumbo hacia el histórico centenario de la agrupación política que se erigió allá por el 19 de abril de 1933 con el claro propósito de luchar “por una radical profundización de la democracia, haciéndola participativa, por una economía solidaria al servicio de la satisfacción de las necesidades de los seres humanos, una cultura de la libertad y una proyección de Chile en el mundo a partir de su condición latinoamericanista e internacionalista” como lo sintetizó muy bien su declaración de principios.
La colectividad que emulando el APRA peruano se erigió con una bandera roja y el continente americano como fondo y un hacha como símbolo representando su latinoamericanismo recogiendo el legado del indigenismo y de la disposición a luchar; la que pretendió alcanzar el cielo por asalto, aspiración que pagó caro el presidente Allende y la generación de Lorca, Lagos, Peña y Ponce, hoy parece llevar en su estandarte “el ego y la traición”, como blasón.
Triste antesala de su 92° aniversario de una colectividad que, por historia, trayectoria, memoria y consecuencia política merecía mucho más. Legado que, parece sus dirigentes actuales no son capaces de sopesar al momento de tomar sus principales decisiones políticas profundizando la crisis electoral de la colectividad que ahora, pareciera ser también, política y ética.
Edison Ortiz