JACOBIN
Rose-Anne Gush y Danny Hayward
Traducción: Andrea Ancira
Si el debate público alemán es tristemente célebre por sus dogmas proisraelíes, la situación es igual de mala en Austria. Mientras el ultraderechista Partido de la Libertad se normaliza, los pro palestinos son silenciados en nombre de la solidaridad «antifascista» con Israel.
La opinión pública alemana es conocida por su fuerte adhesión a los dogmas en favor de Israel, y en Austria la situación no es muy diferente. Mientras el partido de extrema derecha, el Partido de la Libertad (FPÖ), se ha normalizado dentro del espectro político, las voces que apoyan a Palestina siguen siendo silenciadas bajo el pretexto de una solidaridad «antifascista» con Israel.
En el último año se ha hablado extensamente sobre cómo la llamada «cultura de la memoria» alemana en torno al Holocausto se utiliza para acallar a artistas y productores culturales que denuncian el genocidio en Gaza. Sin embargo, ¿qué ocurre en Austria, un país de habla alemana con una gran concentración de riqueza, altos impuestos, generosas subvenciones para las artes y, por supuesto, una responsabilidad histórica frente a los crímenes antisemitas? La situación en Austria ha recibido menos atención, aunque en ciertos aspectos es aún más alarmante.
Austria fue uno de los pocos países europeos, junto con la República Checa, que votó en contra de las resoluciones de alto el fuego en la Asamblea General de la ONU durante los últimos meses de 2023. Incluso su presidente de la Asamblea Nacional, una de las figuras políticas más influyentes del país, seguía afirmando en abril de 2024 que Austria apoyaba «incondicionalmente a Israel». Esta postura no ha cambiado con la llegada de Walter Rosenkranz, del FPÖ, quien asumió el cargo tras la victoria electoral de este partido en septiembre de 2024. Aunque la censura del discurso propalestino en Austria es menos ruidosa y brutal que en Alemania, no por ello es menos sistemática, ni menos indignante el trato hacia los judíos disidentes.
Este fenómeno podría parecer paradójico, considerando que Austria no tiene una «cultura de la memoria» tan prominente como la de Alemania. Pero, como un país en el que el principal partido político posnazi, el FPÖ, siempre ha estado integrado al sistema de democracia parlamentaria «consociativa» o cartelizada, la incapacidad de Austria para enfrentar su historia de antisemitismo es inseparable de otro fracaso: su incapacidad para marginar al principal partido de extrema derecha. El FPÖ ha consolidado su poder político principalmente atacando, de manera retórica y práctica, a inmigrantes y refugiados de países musulmanes. A la hora de enfrentar el pasado, este fracaso se traduce en un apoyo incondicional a Israel y en un compromiso selectivo con la memoria histórica en Alemania.
Antisemitismo de izquierda
En Austria, más que en cualquier otro país europeo rico, el panorama político parece estar cada vez más definido por una adopción preventiva del discurso y los dogmas de la extrema derecha. Esto se observa con mayor claridad en los ataques al «antisemitismo de izquierda» por parte de Karoline Edtstadler, ministra del Partido Popular Austriaco (ÖVP) para la UE y la Constitución, quien describe de manera pintoresca un «péndulo» antisemita, que, con una inevitabilidad mecánica, ha oscilado desde la derecha política hacia la izquierda.
Su parcialidad hacia esta teoría —desmentida incluso por estadísticas que consideran al apoyo al movimiento de Boicot, Desinversión y Sanciones (BDS) como antisemitismo por defecto— va acompañada de esfuerzos concretos para desplazar aún más hacia la derecha incluso al históricamente nazi y antisemita FPÖ, específicamente en lo que respecta a medidas de vigilancia antiterrorista dirigidas principalmente contra los musulmanes. Las teorías y acusaciones de antisemitismo de izquierda también son frecuentes entre los liberales de izquierda, quienes han contribuido en gran medida a difundir formas cotidianas de islamofobia, reforzando una agenda de extrema derecha contra la inmigración que hoy se expresa de manera prominente en los llamados a la «repatriación integral».
En el ámbito cultural también existe una tendencia a disciplinar a artistas e investigadores de Asia Sudoccidental y el Norte de África (región SWANA) por sus posturas políticas «inaceptables». Este es un reflejo de una reacción contra el pensamiento anticolonial, a menudo justificada de manera pragmática para evitar dañar la reputación de las instituciones culturales liberales, las cuales dependen de las subvenciones y temen perder financiación. Esto se presenta, erróneamente, como parte de una estrategia contra la extrema derecha.
La vigilancia de la crisis poscolonial
Nour Shantout, artista e investigadora sirio-palestina radicada en Viena desde 2015, padeció recientemente esta censura institucional. Su trabajo se centra en el bordado palestino y su relación con las prácticas de resistencia, abordando temas como la guerra, el desplazamiento, el antimperialismo, el género y la clase. Todas estas cuestiones interactúan en la tradición del trabajo femenino que ella examina, lo que le permite representar las complejidades de la historia social palestina —en Palestina, en los campos de refugiados del Líbano y en el campo de refugiados destruido de Yarmouk, Siria— con un nivel de precisión poco común.
En octubre de 2023, tras compartir una publicación en sus historias de Instagram (durante menos de veinticuatro horas), Shantout se convirtió en la última de varios investigadores «cancelados» por la Academia de Bellas Artes de Viena. La publicación decía: «“muerte a Israel” no es solo una amenaza. es un imperativo moral y la única solución aceptable». Publicada por Disorientalising, una cuenta de Instagram con 76.000 seguidores, fue ampliamente compartida después de que Israel intensificara su campaña de bombardeos en Líbano.
Shantout fue expulsada de su doctorado y se le retiró el financiamiento que había recibido de la Academia Austriaca de Ciencias para su investigación. En su relato de estos hechos, difundido en las redes académicas de Viena, describió cómo su solicitud de garantías procesales fue desestimada por el abogado del organismo financiador, alegando que era culpable de incitación al odio racial y que sus acciones «contradecían la decencia y la moralidad». La terminación de su doctorado se confirmó en una reunión que duró menos de diez minutos y a la que asistieron el rector de la universidad, Johan F. Hartle, el profesor de estudios poscoloniales Christian Kravagna y Sabeth Buchmann, supervisora de su proyecto de doctorado, todos ellos alemanes blancos cuyo propio trabajo aborda, directa o indirectamente, la teoría poscolonial.
Coaliciones de élite
Alberto Toscano, filósofo que ha analizado las dinámicas del fascismo tardío, ha señalado que en Estados Unidos se ha formado una coalición de élites —conformada por presidentes universitarios, ideólogos de la guerra cultural, multimillonarios y políticos de ambos partidos— para mantener el compromiso de Estados Unidos con la impunidad de Israel.
En Austria, una dinámica similar se ha consolidado entre el Estado y las élites culturales, que operan más allá de la supuesta división entre izquierda y derecha. El libro Late Fascism de Toscano nos ayuda a entender la lógica detrás de esta fusión: mantener un consenso conservador que justifique las políticas de represión y la permanencia del statu quo. De este modo, las instituciones liberales intentan reproducirse formalmente en un entorno cada vez más hostil vaciándose preventivamente de cualquier contenido sustantivo:
Emergiendo o interviniendo en una coyuntura de crisis (…) el fascismo moviliza la no contemporaneidad (de identidades, experiencias, fantasías, etc.) en torno a un proyecto nostálgico de regeneración, palingenesia, renacimiento, basado en una visión del presente como decadencia, deterioro, degradación, consecuencia de una derrota.
El «proyecto nostálgico de regeneración» del FPÖ no podría ser más claro. Es un proyecto para la regeneración de una «Austria fortificada» beligerantemente nacionalista, una sociedad racialmente homogénea modelada en la Austria de los años 30, con el Volkskanzler al mando. Pero los «rectores universitarios cómplices» tienen sus propios proyectos nostálgicos de regeneración. Esto puede incluir la enseñanza del «poscolonialismo» por parte de un profesorado exclusivamente blanco, que con total certeza no planteará la cuestión de si existe una diferencia entre la violencia contra las personas y una transformación fundamental de una organización jurídico-política (o un Estado) violento y etnocéntrico.
Lo que está en juego en este último escenario es la posible emergencia de una alternativa democrática, inclusiva y no violenta. Pero el consenso nostálgico en el sistema universitario austriaco cierra esa posibilidad. Le atribuye un significado inequívoco a los «otros» anticoloniales, mientras que se reserva para sí mismo las características de complejidad y ambigüedad.
Seguridad, represión y exclusión
La cancelación de la beca de Shantout es solo un ejemplo más del modo en que, bajo el pretexto de la «seguridad», se silencia a aquellos que intentan cuestionar los discursos dominantes sobre Palestina. Este concepto de «seguridad» se utiliza para justificar la estigmatización y la exclusión de aquellos que se oponen a la narrativa oficial. Este caso reciente se suma a otros en la Academia de Bellas Artes de Viena, como la cancelación de una conferencia de la teórica queer palestina Walaa Alqaisiya en 2022 y del evento «Encuentros decoloniales» en junio de 2024, que fue desplazado por las fuerzas de seguridad y finalmente abandonado por los estudiantes debido a la presión ejercida por la policía.
En mayo, una videoconferencia del historiador de la Universidad de Columbia Rashid Khalidi, en la Universidad de Viena, fue cancelada por las autoridades universitarias y tuvo que celebrarse informalmente al aire libre. Estuvimos presentes en esta conferencia, y el espectáculo de un profesor dando una charla sobre derechos humanos en Zoom, proyectado en la pared de una oficina de la universidad y luego transmitida a través de una cámara web a los teléfonos y computadoras de los estudiantes en un jardín de la universidad fue profundamente extraño. El eco indescifrable de decenas de dispositivos desincronizados hizo que la presentación de Khalidi fuera casi imposible de seguir, pero fue una metáfora perfecta de la fobia de la política liberal antipalestina, que quizás era uno de sus puntos principales.
Un poco antes, la pacífica acampada de estudiantes de la Universidad de Viena fue desalojada por la policía después de solo unos días, mientras que, en un eco del trato recibido por Shantout, los estudiantes que protestaban en la otra gran escuela de arte de Viena fueron ridiculizados por la propia rectora de la universidad en las páginas del principal periódico nacional. Su artículo de opinión los acusaba de «distorsionar el discurso», por hablar de los efectos del genocidio sobre los palestinos queer.
Esta mezcla de alarmismo, ignorancia y arrogancia empresarial está disociada de la realidad, aunque también resulta esclarecedora. Sobre todo, nos habla de las causas de la represión antipalestina, que está impulsada principalmente por el racismo europeo, la violencia burocrática y la política de intereses de la clase media disfrazada de estrategia antifascista. También se basa en la nostalgia —ya sea abiertamente fascista o liberal-institucional— de tiempos pasados más felices y olvidados, más que en la presencia o ausencia de una cultura de la memoria «contramayoritaria».
La síntesis explica —pero ciertamente no justifica— las acciones de académicos, incluso poscoloniales y marxistas, cuya interiorización de la amenaza de la extrema derecha se expresa como miedo a sus propios estudiantes palestinos. Se cancela a artistas palestinos y se les retira la financiación bajo el pretexto de «seguridad» sin pensar en lo que esto significa para la seguridad de aquellos que son estigmatizados y excluidos.
La familia de Shantout vive en un barrio de Damasco que regularmente sufre ataques aéreos de Israel. La cuestión de la seguridad es muy real para ella. Pero nunca se le dio una oportunidad real de discutir, aclarar, retractarse o matizar.
Palestina e internacionalismo
Hoy, lo que Toscano llama un orden político «tardofascista» no implica necesariamente el derrocamiento del Estado liberal, sino su fusión con el mismo. En Austria, el miedo a una amenaza fascista interna se convierte en una justificación perversa para esta fusión. Lo que esto revela es la forma en que el fascismo, al igual que en Alemania, avanza a través de la complicidad de las instituciones liberales, mientras se sigue ignorando la cuestión palestina desde una perspectiva global. La solidaridad internacional, especialmente con Palestina, sigue siendo vista como una amenaza, incluso entre aquellos que se consideran «antifascistas».
Shantout es uno de los objetivos de lo que podríamos llamar «política cultural tardofascista»; pero también lo es la propia idea de «estudios poscoloniales» en un contexto austriaco, que, en el escenario actual, corre el riesgo de convertirse en una simple contradicción de términos.
El 8 de marzo de este año, uno de nosotros, que cuidaba de su pareja durante la fase final de un cáncer, se tomó una hora para asistir a una manifestación disidente en torno a la protesta del Día Internacional de la Mujer en Viena. La manifestación principal había prohibido a las asistentes portar keffiyehs. Shantout intervino en esta manifestación alternativa y pronunció un discurso sobre la necesidad de solidaridad internacional en la lucha feminista. En lugar de ser tratada como un chivo expiatorio y una amenaza por una simple publicación en Instagram, debería habérsele dado la oportunidad de explicar a los «antifascistas» liberales lo que significa realmente el compromiso con el internacionalismo.
El caso de Shantout es un reflejo de un sistema que, disfrazado de lucha antifascista y democrática, en realidad perpetúa la represión y la exclusión de aquellas voces que se atreven a cuestionar el poder establecido. Esta dinámica no solo refleja la incapacidad de Austria (y de Europa en general) para enfrentar su historia colonial y antisemita, sino también la complicidad de las élites liberales en la perpetuación de un orden político que silencia las voces de los oprimidos, tanto en Palestina como en otros lugares.
Sobre la traducción: Andrea Ancira es editora y traductora en tumbalacasa ediciones. Es candidata a doctora en el departamento de Teoría del Arte y Estudios Culturales de la Universidad de Bellas Artes de Viena, Austria.