Publicado por Alejandro Lavquén en 6 de noviembre de 2024
Habiendo leído detenidamente la convocatoria el XXVII Congreso del Partido Comunista de Chile y enfrentarla a la realidad partidaria político-social, queda claro que el discurso actual de la dirección del PC es solo eso, un discurso con intenciones que, en la práctica, debido a su proceder, desde que se incorporaron a la Nueva Mayoría y después pactaron con el Frente Amplio, jamás serán concretadas. Menos aún si, tras ser electo presidente Gabriel Boric, aceptaron —nuevamente— someterse a los designios de la Concertación. La mayor prueba de tal sometimiento es haber abandonado la calle y la lucha sindical con sentido de clase para convertirse en un partido más del establishment. Pero sobre ese proceso y la llegada del actual gobierno ya me expresé, en detalle, en mi columna de radio Cooperativa y en mi portal: “El gobierno de los niños mimados, la tragedia del PC y la voz del amo”.
Pero, ¿qué se puede decir de un congreso que en nada cambiará el sometimiento del PC al sistema? Muy poco en realidad. Más dicen las actitudes de los dirigentes, de los ministros, de los parlamentarios y de los operadores políticos del Partido. Escuchar, por ejemplo, a Karol Cariola o a Camila Vallejo, da vergüenza, es como estar frente a un calco de los voceros de la Concertación durante los años noventa y dos mil. Las mismas excusas, las mismas genuflexiones, las mismas triquiñuelas, la misma letra chica en las “reformas” del gobierno de Apruebo Indignidad, y digo indignidad porque la dignidad la perdieron apenas comenzaron a gobernar. De los pokemones del Frente Amplio se podía esperar cualquier cosa (siempre lo dijimos quienes jamás hemos votado ni votaremos por el mal menor: ni Aylwin, ni Frei, ni Lagos, ni Bachelet, ni Boric ni el que venga de la misma estirpe), pero del PC se esperaban cosas distintas a las que han ocurrido durante su gobierno, porque el Partido es gobierno, fue electo junto a los frenteamplistas para gobernar Chile, aunque para aquellos que ocupan cargos de dirección partidaria y social, o dentro de instancias del Estado, pareciera que no lo fueran, y en cada alocución intentan evitar responsabilidades. Parecen más preocupados de comportarse “republicanamente”, como un día aludió Guillermo Teillier, sin comprender él —quisiera imaginarme—, el fondo que se oculta en la trastienda de aquel concepto embaucador que domina la política chilena desde tiempos del mercachifle Diego Portales.
Cuando he preguntado a algún militante del PC (incluidos dirigentes) sobre el porqué el gobierno abandonó su proyecto de campaña y actúa de manera timorata, ante la derecha y los empresarios, la respuesta es siempre la misma: “Es que no se puede hacer todo lo que quisiéramos porque somos minoría” (lo que es falso). O dicen, evidentemente a modo de justificación: “Si no estuviéramos nosotros el gobierno de Boric sería peor”. Respuestas absurdas, porque desde el primer minuto el PC admitió a la Concertación en el gobierno a cambio de sus votos, además de obtener privilegios y cargos para un sinnúmero de militantes dentro del aparato estatal. Esa es la verdad, lo concreto. Y lo hizo incluso aceptando el ninguneo del FA a Daniel Jadue y la vergonzosa manipulación del gobierno a los 50 años del golpe de Estado mediante una conmemoración que lindó con la farándula burguesa de los niños mimados, tan atraídos por las revistas papel couché y las pantallas de TV.
Pero, ¿qué se esperaba del PC?
Del PC se esperaba, como mínimo, que, si alguna vez llegaba a ser gobierno, cumpliera con todo lo que pregonó durante los años ochenta (lucha contra la dictadura) y los años noventa (lucha contra la sumisión de la Concertación a la derecha y a los militares). Pero, ¿qué pasó? Pasó que el Partido se sumó a la miseria del Frente Amplio. Porque del PC se esperaba que se la jugara por terminar con las AFP e Isapres, y por recuperar la salud pública a cabalidad no a migajas, ¿o acaso no saben que en Chile docenas de pacientes mueren diariamente siendo nada más que un número en las listas de espera? Se esperaba que el PC luchara por una educación pública gratuita en todos los niveles; que saliera a la calle con fuerza para exigir el fin de los abusos de las empresas de electricidad y sanitarias, y junto con eso exigir la recuperación de las empresas estatales robadas por la dictadura y los privados. De hecho, nada ha dicho acerca de las alzas usureras de la luz y se complace con un subsidio miserable a quienes muchas veces no tienen para comer. En el área de la educación, y teniendo un ministro comunista a cargo, no ha sido capaz, siquiera, de algo tan básico como bogar por la recuperación, en el currículum escolar, de las clases de historia, filosofía y educación cívica obligatorias en todos los niveles. Y qué decir sobre la deuda histórica con los profesores, se les ofreció un acuerdo a medias, vil. Suma y sigue el engaño, todo a medias, con letra chica; “en la medida de lo posible”, enunciado que no es más que una traducción embaucadora de la frase “no queremos, no nos importa”, que es el sentimiento real de los políticos en el poder. Así sucede con la farsa del 6% de cotización adicional, que engrosará aún más los cofres piratas de las AFP, pero que en ningún caso mejorará las pensiones; sucede también con las 40 horas que no son y con la reforma previsional. Y no olvidemos que el ministerio del Trabajo está dirigido por el PC. ¿Para qué?, nos preguntamos, ¿para seguir engañando con medias tintas?
Hay cosas muy simples por las cuales el PC podría haber luchado y que alivianarían la explotación que sufren los trabajadores bajo el yugo del sistema neoliberal; por ejemplo, la eliminación de la UF, o en su defecto, que los sueldos se paguen en UF; estatización del Transantiago, uno de los mayores fiascos que atormenta a los ciudadanos, y que además es subvencionado por el Estado a pesar de su horrible funcionamiento y el oneroso e injustificable valor del pasaje. Podrían haber exigido el pasaje liberado en la locomoción para todos los estudiantes del país, o habérsela jugado por una regulación de precios para la canasta básica, o también haber luchado por una vivienda digna para todos los habitantes del país en vez de sostener a un ministro de la cartera inepto, incapaz. Pero no, nada de eso, y no olvidemos que siendo parte de la Nueva Mayoría apoyaron el IVA a la compra de viviendas. Muchas cosas habrían podido reivindicar desde el PC, pero prefirieron adecuarse al sistema y a los intereses políticos y personales de la casta política partidaria. Hoy el Partido tiene senadores y diputados, pero son un cero a la izquierda, lo mismo que los ministros. No olvidemos las reuniones secretas con empresarios y lobistas. No olvidemos el apoyo a las volteretas traicioneras del presidente Boric, que, además, desde el gobierno y a través del Consejo de Defensa del Estado, se hizo parte de la querella contra Daniel Jadue, porque el Consejo de Defensa del Estado obedece al ejecutivo. Por otro lado, tenemos las tropelías que ocurren en el ministerio de Cultura, como es el caso, por ejemplo, del Fondo del Libro, y el PC guarda silencio a pesar de su larga historia defendiendo los valores culturales y la probidad intelectual. ¡Increíble! Y ojo, se acaba de nombrar subsecretaria de las Culturas, las Artes y el Patrimonio a Jimena Jara Quilodrán, que nada tiene que ver con la cultura, ella es abogada y ha tenido solo cargos relacionados con la energía. A lo mejor el gobierno, tan zonzo como es, le querrá dar un toque de energía eléctrica a la cultura.
Como decía más arriba, se podría hacer una larga lista de las cosas por las cuales el PC podría haber luchado y no lo ha hecho. Sus ministros y parlamentarios solo son una comparsa más del sistema neoliberal. A los que habría que sumar a una serie de militantes (dirigentes incluidos) que en su momento se alejaron del Partido, en los años noventa y dos mil, acusando estalinismo en las filas partidarias e incluso con críticas a la Política de Rebelión Popular de Masas y al FPMR, pero que hoy han regresado a la militancia (muchos lo habían hecho durante la Nueva Mayoría) porque se les asignaron cargos en la esfera pública y otros, todos evidentemente bien remunerados. Así no funciona un partido que se diga de Izquierda. Hoy el Partido Comunista de Chile debería ser más honesto y reconocer que ya no es un partido marxista, que no es un partido revolucionario que levante los principios del socialismo. Reconocer que ya no considera la lucha de clases como el motor de la historia, sino que creen en las patrañas metafísicas de la reacción, en la mentira de lo “republicano”. Al PC ya no le importan los sindicatos ni los gremios más que para comunicar frases como “tenemos el presidente de esta y esta otra agrupación social”, etcétera. ¿Y qué? ¿De qué le sirve eso al pueblo? De nada sirve.
Tras las últimas elecciones el gobierno y el PC perdieron y siguen sembrando el camino para el próximo gobierno de derecha, aunque su terquedad les impide reconocerlo. El gobierno de Boric ha hecho de todo para perder adherentes y favorecer a la derecha. Ni los Tres Chiflados habrían metido tanto la ‘pata’ como la ha metido este gobierno. Han hecho todo lo contrario a lo que dijeron que harían, con arrogancia y desfachatez. Aún queda un año de gobierno para entregar la batuta a la derecha y meter más ‘patas’, aunque no les importa, a esas alturas sus personeros ya pueden jubilarse con los millones que han ganado gracias a su servilismo al sistema. Todo el discurso del gobierno es una fantochada burda. Una vergüenza. El PC perdió la brújula hace rato, y las conclusiones del congreso, que ya están cortadas de antemano, será más de lo mismo. No tengo duda alguna. De hecho, ya dieron su apoyo a Claudio Orrego, el segundo mayor charlatán de Chile después de Francisco Vidal.
Los que conocen bien al PC son los del Frente Manuel, a ellos no les sorprende la actitud del PC actual. Por algo tuvieron su encontrón por allá en el 83. Es que no es el partido, son sus miembros, que ahora están todos convertidos al neoliberalismo, y parte de ellos ganando millones. Quién se muere así. Para mi todo partido de izquierda debiera llevar una R al final, de Revolucionario, caso contrario vienen con sorpresa. Como el regalo al amigo secreto.