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La dictadura del dólar

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Claridad, Uruguay

Griselda Leal Rovira

En la antigüedad el comercio se basaba en el trueque, luego, con el paso del tiempo comenzó a imprimirse la moneda en distintas regiones del planeta, lo que contribuyó a simplificar las transacciones.

Durante muchos años el sistema funcionó relativamente bien aunque sirvió para la acumulación de fortunas en pocas manos.

Este cambio tuvo la relativa ventaja de colaborar con el crecimiento de infraestructura en ciudades, edificios, caminos y en el avance de la industria, la ciencia y la cultura.

Así llegamos a nuestros días en que la acumulación de capitales ha llegado a un punto en que el desequilibrio existente entre los sectores poderosos y los marginados, pasando por las clases medias de distintos niveles se va haciendo cada vez más insostenible.

El capitalismo liberal que algunos promueven no apunta a otra cosa que a profundizar esta brecha que debería estar acompañada de una reducción de la población a la mitad para lograr el fin que persiguen.

Si bien en todas las épocas ha habido guerras, hoy por hoy, con el poder que tienen los armamentos, deberían haberse frenado por temor a la destrucción del planeta y de los seres que lo habitamos, pero no es así, la avaricia, el ansia de dominio de los imperios y de gobernadores y reyezuelos, no permite que haya paz porque la guerra es un negocio y el miedo una herramienta de poder.

Pero hay otras maneras de acabar con la población como la miseria, el hambre y la manipulación de alimentos, los virus implantados y ciertas medicinas que no curan pero resultan adictivas, un buen negocio, y en ocasiones matan.

La democracia bien concebida debería promover el equilibrio a través de la participación de los ciudadanos con derecho a elegir los gobiernos que estén al frente de los Estados que velen por su población.

En la teoría debería ser así, pero sabemos bien que en la práctica es muy difícil de instrumentar, en parte por el poder que tiene el dinero que todo lo regula.

Prácticamente en todo el planeta el dinero manda y lo hace de distintas maneras, por la persuasión y por la fuerza.

Por la persuasión, adoctrinando a través de la educación desde los primeros pasos de la niñez, pasando por las universidades y fundamentalmente a través de los medios de comunicación como la televisión y últimamente las redes sociales, que si bien son más democráticas, suelen estar en manos de seguidores de los mismos que ostentan el poder.

También tenemos otro flagelo que está destruyendo a buena parte de los gobiernos y es la corrupción. Prácticamente no hay sociedad que escape a este mal que beneficia económicamente a unos pocos con la complicidad de quienes los rodean y perjudica a la mayoría de los ciudadanos que aportamos a nuestra comunidad.

Estados Unidos, si bien no es el único, es quien mayormente ha contribuido a este desfasaje con su moneda: el DÓLAR.

El DÓLAR no es más que un papel que se basa en la confianza que tenemos quienes lo usamos, teniendo fe en que supuestamente ha de tener algún respaldo que lo acredite.

En un comienzo la Reserva Federal, que es un consorcio público-privado de los Estados Unidos tenía en sus depósitos una reserva de oro que servía de respaldo a los billetes que se imprimían; con el paso del tiempo fueron tantos los billetes que se emitieron que sobrepasaron el valor del oro, es así que en 1973 en un acuerdo con la OPEP (organización petrolera), a cuyo frente estaba Arabia Saudita, se tomó la decisión de respaldar el DÓLAR con la venta que debía realizarse en esa moneda, con lo cual se denominó el PETRODÓLAR.

El precio del petróleo comenzó a subir, siendo el país del norte quien más consumía por tener muchos automóviles y de mayor consumo.

Muchas guerras se gestaron, principalmente en Medio Oriente por parte de los Estados Unidos y sus aliados y millones de seres humanos fueron asesinados por la codicia de petróleo, lo que acarreó olas de inmigrantes que se trasladaron sobre todo a Europa, cambiando las características de la población, fomentando el racismo y la xenofobia.

Por muchos años hemos tenido en Occidente la dictadura del DÓLAR, sobre todo en materia de préstamos por parte de organismos internacionales, principalmente el Fondo Monetario Internacional, que en complicidad con las dictaduras y los gobiernos corruptos nos han endeudado de una manera brutal cambiando papeles verdes o números discados en un teclado por bienes genuinos como el trabajo de las poblaciones y el producto de nuestras riquezas.

Aunque curiosamente el país que en cuyo territorio se imprime el DÓLAR es precisamente quien tiene la mayor deuda del planeta: los Estados Unidos, con un monto de 33,000 billones de dólares.

Pero actualmente hay varios países petroleros que han decidido comercializar su oro negro en otras monedas.

También existe una tendencia mundial a reducir el efecto contaminante del residuo del petróleo de los motores y se está reemplazando por otras energías sobre todo por la electricidad, cosa que con el tiempo reduciría el consumo del petróleo, aunque trae otro motivo de codicia que es el litio y otros metales necesarios para las nuevas tecnologías, y es nuestra región, Latinoamérica, una de las regiones más codiciadas.

Es evidente que el DÓLAR de a poco va a ir perdiendo valor, en la medida de que el mundo está dejando de ser unipolar y el imperialismo yankee se va debilitando.

 

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