Pepe Gutiérrez-Álvarez
TERESA REBULL, CANTANDO POR LA LIBERTAD. A pesar del tiempo transcurrido desde su muerte a los 93 años, no hemos olvidado a Teresa Soler Pi, nuestra Teresa Rebull, militante del POUM de toda la vida, junto con sus compañeros Pep Rebull y su cuñado, el mítico David Rey. Exiliada, resistente, l’ àvia (la abuela) de la «nova cançó», amiga y compañera de la Fundació Andreu Nin. Formó parte de una generación de mujeres militantes. Algunas de ellas, como Katia Landau o MaríaTeresa García Banús, y como Teresa Soler Pi que fue por elección propia Teresa Rebull, jugaron un papel destacado, junto a personas como Pep Rebull, el hombre de la célula 72, que se mostró muy crítico con la actuación de su partido en el curso de la guerra; o como su hermano, Daniel Rebull, también conocido como David Rey, uno de los fundadores de la CNT, activista en huelgas legendarias, cofundador del partido comunista, del Bloque Obrero y Campesino, y más tarde del POUM, llamado El «August Blanqui» español por los años de cárcel, detalles que contaría en multitud de entrevistas y en documentales como el de Jordi Gordon, “Doblemente olvidadas”.
De todo ello ya hablaba Teresa en sus memorias, “Tot Cantant” (Columna, Barcelona, 1999). De entrada, formaba parte de una cierta dinastía libertaria. Poca gente la conocía por su propio nombre, Teresa Soler Pi, y quizás todavía menos saben que era hija de una legendaria pareja anarcosindicalista de su ciudad formada por Balbina Pi y Gonçal Soler, que tras un largo historial cenetista ingresaría en el PSUC en plena guerra civil. Según cuenta Teresa, se creyó todas las calumnias contra “los trotskistas”, aunque más tarde recapacitó y supo pedir perdón. Cuenta Teresa que, recién entradas las tropas franquistas, unos soldados llamaron a su puerta para advertirle de que se estaba diciendo de ella que era una roja, y su respuesta fue: “Que les voy a decir… Soy de la CNT”.
Con esta escuela, a Teresa le tocó vivir en directo desde la infancia las consecuencias del activismo familiar y comenzó a trabajar a los 12 años en una fábrica textil, hasta que cuatro más tarde, en plena República, ingresó como funcionaria en la Consellería de Treball de la Generalitat. Su evolución política marxista le acarreó numerosas discusiones en casa –su madre le decía: “Pareces un soviet!” En unas páginas recientes, escritas con acento lírico, afirmó que el POUM “era más que un partido”. A pesar de que el nombre parece referirse a una fracción o asociación política, era la confluencia de una diversidad de actividades culturales: ateneos populares, grupos teatrales, conferencias de divulgación científica, de animación juvenil, centros excursionistas y equipos deportivos de barriada, cooperativas y sindicatos, o entidades como el Centre Autonomista de Dependents del Comerç i de la Industria (CAPCI), en cuyos locales se hicieron fuertes los insurrectos de la huelga del 6 de octubre de 1934.
Teresa evocaba con entusiasmo las reuniones y discusiones políticas en los locales de barriadas, “donde nos encontrábamos y nos reencontrábamos cada día un puñado de militantes. Eran una comunión constante entre jóvenes y gente madura, entre mujeres y hombres unidos por un ideal de fondo: el socialismo revolucionario, en el sentido social y humanitario de la palabra, por oposición radical a la explotación del poder de los dineros y también contra la falsedad –que ya denunciaba el POUM medio siglo antes– de un socialismo totalitario e inhumano…” Durante la guerra trabajó como enfermera. Vivió muy intensamente las jornadas de Mayo del 37, a consecuencia de la cuales fue detenida y encerrada en una checa estalinista de la Vía Laietana, donde la interrogaron para saber el paradero de su compañero y de Manuel Maurín, hermano de Joaquín con el que mantenía estrechos “ligámenes de ternura” y que falleció poco después.
Teresa consiguió escapar de la checa cuando las tropas franquistas ya estaban a las puertas de Barcelona. Tenía 20 años cuando tomó el camino del exilio de Francia.
Sobrevivió gracias a la ayuda de una pareja de militantes pivertistas (del Partit Socialiste Ouvrier et Paysan, la izquierda socialista francesa muy ligada al POUM durante la guerra española), y formó parte del maquis. Luego vivió intensamente la euforia «gauchiste» del 68 parisino, su eclosión artística y cultural, conoció a Camus, a Sartre o al trotskista Jean Malaquais, y a cantantes como Juliette Greco, y asistió con entusiasmo a los acontecimientos de mayo del 68, fecha en la que comenzó a ser reconocida como componente de la «Nova Cançó». Teresa está considerada como una pionera en el cultivo de la canción popular catalana en la Catalunya Nord.
La seguía una fama considerable de amante de la bohemia, de conocedora de personajes muy emblemáticos de la Francia existencialista, y no había olvidado su profunda desconfianza hacia los “comunistas”. Por aquel entonces comenzó a actuar en el marco de la Universitat Catalana d’Estiu, lo que haría durante más de diez años. En 1978 fue galardonada por la «Academie francesa» del Disco. También la Generalitat de Catalunya se acordó de su historial en la «Nova Cançó», pero quizás el mejor elogio le vino de su amigo Lluís Llach: “Eres una mujer extraordinaria y siempre tendré en el corazón un rincón para cuando quieras llenarlo”. En los últimos años, Teresa tomó parte en diversos actos de la Fundació Andreu Nin, como el de la conmemoración del rapto y muerte de Andreu Nin y de Camillo Berneri, celebrado el 16 de junio del 2007 en el Palau de la Virreina. Con su misma silla de ruedas estuvo presente en el acto unitario de todas las izquierdas desde los herederos del PSUC hasta Revolta Global… en un gesto que fue un “nunca más” al estalinismo. Catalanista y obrerista a partes iguales, Teresa estaría “dando la tabarra” luchando por la memoria y por la lucha de cada día.