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Reflexionando sobre Ciencia y Tecnología

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Claridad, Uruguay

Jorge Ramada

En el número 57 de Claridad (julio 2022) intentamos hacer un análisis crítico sobre los avances científicos y tecnológicos y su relación con la situación de los trabajadores y con la perspectiva de una sociedad más justa. Arrancamos el artículo con referencias a un trabajo de Foladori sobre la sustentabilidad y a un documento del PIT-CNT, que vale la pena tener presentes. 12

El tema vuelve a plantearse en las discusiones preparatorias del III Congreso del Pueblo, a la vez que forma parte de las discusiones sobre proyectos impulsados desde el gobierno, como son el famoso proyecto Neptuno y la posibilidad de producir Hidrógeno Verde (HV).

El documento entregado en la jornada del pasado domingo 10 (Presentación Pública de Avances Programáticos-Primera Etapa) incluye un capítulo con las propuestas de la Sub-Comisión de Ciencia, Tecnología e Innovación (CTI). Allí se propone un “Nuevo Plan Estratégico de CTI como referencia del Plan de Desarrollo Productivo y Social” y se pone el acento en desarrollar políticas públicas y fortalecer la generación de conocimiento nacional.

Está clara la importancia que en éste como en otros temas tiene la implementación de políticas públicas, siempre y cuando estén en función de un Plan de Desarrollo que apunte a generar más y mejores puestos de trabajo con un contenido social (más igualdad, menos marginación, cuidado del ambiente). Cuando la política pública es, como en el gobierno actual, dejar que los privados resuelvan en función de sus intereses, el objetivo principal pasa a ser asegurar las ganancias del capital, dejando “lo social” en un segundo plano.

Del mismo modo es importante fortalecer el conocimiento nacional. Por un lado para atenuar la dependencia de tecnologías creadas en los centros de poder3, muchas veces protegidas por patentes y que son funcionales a las grandes corporaciones multinacionales. Por otro lado, para desarrollar tecnologías propias, no pensadas en función de adaptar los últimos descubrimientos científicos, sino en aplicar los conocimientos científicos para resolver problemas propios de nuestra realidad. En definitiva, la tecnología no es otra cosa que un “conjunto de teorías y de técnicas que permiten el aprovechamiento práctico del conocimiento científico” (definición RAE).

Dicho de otra forma, debemos entender la tecnología como la aplicación de saberes sistematizados a la resolución de problemas concretos y al mejor aprovechamiento del trabajo. Reconociendo que ciencia y tecnología reflejan la formación social en la que se desarrollan y evitando o al menos previniendo que sean las señales del mercado de la competencia y del lucro las que determinen las aplicaciones, podemos usarlas para procurar que los avances lleguen a la mayoría de la población, con especial énfasis en los más necesitados. Y esto implica también procurar un involucramiento de la población, promoviendo soluciones locales a problemas concretos y favoreciendo técnicas sencillas de fácil apropiación por la población.

Las reflexiones anteriores nos pueden servir de base para analizar algunos temas concretos que están presentes actualmente en las discusiones dentro del movimiento sindical.

En primer lugar, el proyecto Neptuno. Aquí no se trata de una tecnología nueva, sino un cambio de fuente para un proceso de potabilización similar a los existentes. Se lo ha cuestionado desde varios ámbitos, no solo técnicamente, sino también porque es otro escalón en la política privatizadora del gobierno. Una mala solución, hecha a la medida de las empresas que lo propusieron. Pero el tema de nuevas fuentes para generar agua potable trajo a la discusión la idea, ya considerada en gobiernos anteriores, de desalinizar agua de mar o similar, mediante una tecnología ya instalada hace años a nivel industrial, hospitalario, etc., como es la purificación por membranas (ósmosis inversa). Solución que se usa en países con escasez de fuentes de agua, pero no parece ser la opción a tomar en nuestro caso, porque es mucho más lógico (y más rentable económica, social y ambientalmente) preservar la calidad de nuestros cursos de agua y acuíferos para que sean la fuente de agua potable para la población. Entonces, no se trata de buscar la tecnología más avanzada, sino la más apropiada a nuestra realidad.

En segundo lugar, la producción del llamado “Hidrógeno Verde”. Si bien ya había sido considerado con anterioridad, el tema se instaló con más fuerza a raíz del llamado “proyecto Tambor”, traído por una multinacional naviera, al que luego se sumaron otros de diferente magnitud. El tema generó mucho entusiasmo en algunos académicos (al punto que hubo quienes planteaban que era una oportunidad para ponernos al nivel del “primer mundo”) y motivó discusiones en el Departamento de Desarrollo Productivo del PIT-CNT. Sin entrar en la discusión de cuanto más “verde” es todo el proceso de generación de hidrógeno como combustible a partir de agua y energías renovables, lo importante es nuevamente analizar para qué y para quiénes. ¿El HV como sustituto de combustibles fósiles es para buscar un nuevo modelo productivo que priorice el cuidado del ambiente o para reforzar el actual que requiere cada vez más y más consumo de energía? ¿El proyecto Tambor es para promover un desarrollo productivo en nuestro país, o para utilizar nuestros recursos (agua pura, sol y viento) para satisfacer la demanda de uno de los puntales del comercio internacional? Sin duda hay que tener en consideración la posibilidad de generar HV en nuestro país, pero ante todo pensando en nuestros intereses, por ejemplo: generar insumos para la producción nacional, sustituir el gasoil en el transporte carretero, promover integración con los países vecinos. Si simplemente nos deslumbramos ante una tecnología novedosa, terminaremos reforzando nuestra dependencia de los centros de poder.

Y en tercer lugar un tema que realmente preocupa a los trabajadores, como es el impacto que puede tener la incorporación de tecnología en los puestos de trabajo y en las relaciones laborales. En varias actividades vemos cómo la introducción de la robótica y la inteligencia artificial van generando mayor productividad para las empresas a expensas de la pérdida de fuentes de trabajo. Por otro lado, los trabajos basados en plataformas (como Uber o deliveries) eluden regulaciones laborales, suelen tener muy bajos salarios, eliminan beneficios y no dan garantías de estabilidad. Al igual que en el caso anterior, la tecnología está al servicio de una mayor explotación del trabajo y contribuye además a dispersar a los trabajadores, a limitar los contactos entre ellos durante el trabajo y a favorecer los contratos individuales, limitando la negociación colectiva.

Al margen de las luchas que puedan darse desde los sindicatos y de las conquistas que puedan lograrse para atenuar o compensar los perjuicios que generan estas aplicaciones de la tecnología, es claro que mientras se mantengan las actuales relaciones de producción, la introducción de tecnología tenderá a favorecer al capital en desmedro del trabajo.

En resumen, la lucha no es contra la tecnología, sino contra el sistema.

1  “…si estos avances científicos no llegan a la mayoría de la población y si además, por obra de las propias leyes del mercado se agudiza la pobreza y la inequidad, ¿cuál es la utilidad de la Ciencia y Tecnología?” (Guillermo Foladori, “Por una sustentabilidad alternativa”).

2  “La actual revolución tecnológica, está marcada por la estrategia global de reestructuración del capital, con el objetivo de imponer un ajuste que intente recomponer sus tasas de ganancia, en el marco de la crisis multidimensional que afronta el sistema.” (PIT-CNT – Documento para el XIV Congreso).

3  “Las nuevas tecnologías son… factores exógenos que irrumpen en los países latinoamericanos, en la mayoría de los casos, sin ningún tipo de resistencia, ni de planificación, ni de control, ni de adecuaciones a las necesidades, prioridades, índole cultural de las diferentes naciones y sin una adecuada información y preparación de los actores de la sociedad política y de la sociedad civil, y tampoco de las organizaciones de trabajadores. Una vez más en esta materia, lo que determina son las señales del mercado de la competencia y del lucro” (CLAT, X Congreso, Brasil 1993).

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