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LOS AÑOS DE LOS ‘COLÉRICOS’ REBELDES

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El «Carloto» y la extraña muerte de su polola María Luz Tamargo. El caso que conmocionó a Chile en 1959. El siguiente es un recuento de notas periodísticas de aquella época y de años posteriores.  

Arturo Alejandro Muñoz

 

Prefirió arrancar en su moto antes de ayudarla cuando se desangraba con un balazo en la sien. Se entregó dos semanas después. En primera instancia fue procesado por homicidio. 

La espina de la duda quedó para siempre clavada entre la gente. Si bien la justicia determinó que Carlos Boassi Valdebenito sólo colaboró en el suicidio de su polola María Luz Tamargo González, la opinión pública no aceptó esa versión.

La actitud del «Carloto» siempre fue sospechosa. El símbolo de los «coléricos» de entonces no le prestó ayuda a su novia de 15 años que se desangraba. Y más encima huyó en su moto. Dos semanas después se entregó en el tribunal, lo que desató uno de los más controvertidos casos policiales.

Reconciliación

A sus 19 años, Boassi era el James Dean criollo. Provenía de una familia acomodada, usaba casaca de cuero negro, chaquetón montgomery y jeans; se peinaba a la gomina y tenía arrastre con las jovencitas. Encarnaba, de alguna manera, la rebeldía juvenil de la década de los ’50 elaborada por Hollywood.

La relación que tenía con su polola pasaba por un mal momento. El «Carloto» se había mandado un viaje aventurero que disgustó a María Luz.

Para reconciliarse, la noche del 13 de abril de 1959 la pasó a buscar en su moto Ducatti, de 175 cc., a la Plaza de Armas de Santiago, donde el padre de la joven tenía la librería Tamargo. Agarrada de su cintura, partió con él a contemplar las estrellas en Peñalolén.

Discusión

Se estacionaron en un solitario sector de calle Cruz Almeyda. Luego de un rato la conversación se puso espesa. De un bolsillo de su casaca, Boassi extrajo un revólver «Famae».

Tipo 20 horas, una vecina escuchó un disparo. Al acercarse al lugar vio a la joven tirada en el suelo. Desde su sien derecha salía un hilo de sangre.

«Se suicidó porque la iba a dejar», le dijo nerviosamente el muchacho a la señora. Acto seguido escapó a bordo de su vehículo.

María Luz fue trasladada por otras personas hasta el Hospital de Neurocirugía, donde murió diez horas después.

El «Carloto» se borró del mapa durante dos semanas, lo que alimentó todo tipo de suspicacias. Finalmente se entregó en el Sexto Juzgado del Crimen de Santiago.

Condena

Ante el magistrado Raúl Guevara, el joven alegó su completa inocencia. Aseguró que María Luz le arrebató de improviso el arma cuando se la mostró y que ella se descerrajó un tiro en la cabeza.

Su amigo Orlando Zunino admitió que le había prestado el arma para que se protegiera.

Sin embargo, el juez no le creyó la versión al «Carloto» y lo encausó por homicidio.

La defensa apeló ante la Corte de Apelaciones y logró que le rebajaran el cargo a cooperación al suicidio.

Tras cumplir la mitad de la condena a tres años en la Cárcel de Melipilla y de que el ex Presidente Eduardo Frei Montalva acogiera la petición de clemencia pedida por su mujer, salió en libertad en diciembre de 1967.

«No juzgaron al ‘Carloto’, sino que a los coléricos, a la juventud rebelde», aseguró Boassi al abandonar el penal.

Cáncer puso fin a su vida a los 63 años

El 29 de agosto del 2003, a los 63 años, falleció Carlos Boassi Valdebenito, víctima de un cáncer que lo consumió en tan sólo seis meses.

«Cuando Carlos se sintió mal y se hizo ver, los médicos le diagnosticaron un cáncer hepático. Pero semanas después se dieron cuenta que la metástasis ya lo había invadido por completo. Tenía tumores en la cabeza y en el resto del cuerpo. Era un caso terminal que, afortunadamente para él, no se prolongó», dijo su hermana Helena tras el funeral en el Cementerio Parque del Recuerdo.

Una vez que salió de la cárcel el «Carloto» se empecinó en buscar el anonimato y se dedicó con éxito al corretaje de propiedades.

Más tarde se casó con María Angélica Leonicio, con quien tuvo tres hijos: Sandro, Danella y Carlos. Su último negocio grande fue la construcción de un conjunto de cabañas en Concón.

Partió al más allá llevándose el secreto de lo que ocurrió aquella noche del 13 de abril de 1959

Eterno Peter Rock recordaba así a su amigo: «Era el cabrito choro del bluyín y el montgomery»

«A fines de los ’50 yo era el rey de los coléricos en el plano musical y Carlos, el símbolo del rebelde sin causa en la calle. El James Dean chileno. El cabrito choro de bluyín, montgomery y camisa suelta que monta una moto, vive con el acelerador a fondo y siempre termina metiéndose en líos porque se siente asqueado de la hipocresía que lo rodea. Lo empelota esa realidad. No se suma. Se va en la personal y está dispuesto a perder la piel por sus convicciones y arrasar con los convencionalismos cagones y la retórica hueca de la sociedad tradicional», explicó Peter Rock sobre la amistad que trabó en la década del ’50 con el «Carloto».

Se conocieron en 1956 y pese a toda la odisea carcelaria de Boassi se siguieron viendo hasta fines de los ochenta.

El cantante, émulo de Elvis Presley, fue parte de la pandilla de motoqueros que encabezó el controvertido personaje por la esquina de Román Díaz con Francisco Bilbao, el café «Coppelia» de Providencia y la Plaza Egaña.

«Estábamos orgullosos de nuestras máquinas. Ambos teníamos una Ducatti, de 175 cc. Eran chicas, pero les sacábamos hasta 220 kilómetros por hora, porque en vez de sangre teníamos mezcla  -bencina y aceite- en las venas. Éramos jóvenes, inmortales y sudábamos perfume Flaño y adrenalina», rebobinaba el cantante.

También recordó que tenían que espantar a las mujeres «con un matamoscas. Estábamos hechos de miel».

«Cuando le pasó lo que le pasó, tratamos de que se sintiera acompañado y apoyado por nosotros, porque la sociedad no tuvo nada de benévola. La prensa y la gente se ensañó con él. Fue una reacción brutal, casi una venganza, no contra Boassi sino contra la rebeldía y el individualismo que él representaba. El «Carloto» fue la cabeza de turco, el pato de la boda», aseguró vehemente el Higlander de la Nueva Ola.

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