“Este nuevo mapa político que se dibuja en Chile puede ser el punto de inflexión que tanto han soñado los herederos del pensamiento político de Salvador Allende. Con muchos hándicap y con este escenario descrito, si se juegan bien las cartas puede conducir a una refundación democrática del Estado”.
Mundo Obrero, España 18 de mayo de 2021
No todo lo que brilla es oro. Las elecciones son un termómetro para medir el estado general de una sociedad. No conllevan de por si un cambio de ciclo o tendencia. Chile ha vivido procesos electorales de alta intensidad durante el siglo XX. Podemos destacar las elecciones presidenciales de 1970 con el triunfo de la Unidad Popular y Salvador Allende. También el referéndum del NO en 1988, cuyo resultado produjo la salida del dictador, acortando su mandato en diez años. Y ya en el siglo XXI, dos convocatorias a las urnas han marcado el devenir político de Chile. Ambas como consecuencia de la Rebelión Popular iniciada el 18 de octubre de 2019, cuyas movilizaciones desnudaron las carencias y mentiras del proyecto cívico militar nacido tras el golpe de Estado del 11 de septiembre de 1973. Neoliberalismo bajo una democracia tutelada por la Constitución espuria de 1980.
En medio de la pandemia, el 25 de octubre de 2020 las urnas decidieron por mayoría elaborar una nueva Constitución y que sus redactores lo fueran por votación popular. Hoy, nuevamente, las elecciones a constituyentes dan la sorpresa. La derecha no ha logrado el control de la Convención. Solo necesitaba un tercio para impedir las reformas en profundidad pero, a pesar de presentarse en bloque, no han sido capaces de conseguirlo. Como sucediera con el triunfo de la Unidad Popular y Salvador Allende, ni los más optimistas pensaban en una derrota de la derecha. El desconcierto en sus filas equivale al sufrido la noche del 4 de septiembre de 1970. Nada que celebrar, miedo y mucho tiempo para conspirar. Su debacle se proyecta en las elecciones a gobernadores, alcaldes y concejales. La derrota más destacada, la alcaldía de Santiago que ahora será gobernada por una mujer, Irací Hassler, joven dirigente del Partido Comunista con experiencia en la lucha municipal. En otras zonas de mayoría conservadora y pinochetista se repite el patrón. Sean alcaldes, concejales o gobernadores, la derecha, en todas sus vertientes, ha sufrido una derrota profunda.
Si lo dicho es motivo de alegría, la experiencia señala que una derrota electoral de la derecha no supone un reconocimiento democrático y no dejará de luchar por revertir los resultados de las urnas. Hay que estar alertas, la derecha no duerme ni se desanima, solo cambia su hoja de ruta. El índice de abstención supera el 60%. En este contexto, la emergencia de pactos espurios, presiones y ruido de sables pueden convertirse en noticias permanentes, buscando un cortocircuito en los trabajos de la Convención. La derecha se juega mucho y ya sabemos que cuándo pierde las elecciones conspira para recuperar su poder. Sedición golpista y renuncia al discurso democrático.
Debemos recordar que la convocatoria a la Convención fue arrancada por la fuerza, producto de la Rebelión Popular que ha movilizado al pueblo de Chile desde el 18 de octubre de 2019. Igualmente, la rebelión popular fue un llamado de atención para los acólitos del proyecto de la gobernabilidad neoliberal. Sus defensores reaccionaron de inmediato. El 15 de noviembre de 2019 firmaron el pacto de la traición, Por la paz y una nueva Constitución, y en diciembre avalaron una reforma constitucional para garantizar la continuidad del modelo, poniendo límites a la redacción de la nueva Constitución en forma de mayorías absolutas y de dos tercios para consensuar cambios estratégicos en el modelo neoliberal. En este amaño participaron todos los partidos políticos, salvo el PCCH y el partido Humanista. Por consiguiente, hay que ser prudentes, los mismos que hoy ganan y pueden formar una mayoría de cambio, Apruebo Dignidad, la segunda lista más votada con 28 constituyentes, tiene en sus filas a 9 representantes de Revolución Democrática y 6 de Convergencia Social. Ambos partidos, junto al presidente Sebastián Piñera, firmaron el pacto de la traición. En esta coalición, el Partido Comunista aporta 7 y el resto se distribuye entre independientes, comunes y el frente regionalista verde. Algo similar ocurre con la candidatura Apruebo de la ex Concertación. De sus 25 representantes, el Partido Demócrata Cristiano es el gran derrotado, sólo obtuvo 2 representantes. Tampoco salió mejor parado el Partido Por la Democracia de Ricardo Lagos que se deberá conformar con 3 constituyentes. El Partido Radical obtuvo 1 y el gran vencedor de la coalición ha sido el Partido Socialista con 15 asambleístas. Tres obtuvo el Partido Liberal y uno fue a parar a los independientes de la candidatura. Todos ellos han sido cómplices y ejecutores de las políticas neoliberales, la militarización del Wallmapu y la criminalización del pueblo Mapuche. Sus nombres están asociados a las políticas de corrupción, hambre y exclusión social. El resto de constituyentes, un total de 65, hasta completar los 155, si descontamos los 17 que corresponden a los pueblos originarios, se reparten en candidaturas de independientes que son la gran incógnita del proceso. Pero en realidad, dada la presencia de independientes en las listas Apruebo Dignidad, Vamos Chile y Apruebo, que aportan otros 37 independientes, tenemos un total de 103 convencionales de los 155 sin filiación militante. Y lo más importante: nada dice que se ubiquen en posiciones de izquierda o progresistas.
Mejor ser prudente y aprender del pasado
Todo abierto, más cuando las elecciones presidenciales están a la vuelta de la esquina. Han sido convocadas para el 21 de noviembre. Así, Chile entra en la espiral electoral de las primarias. La guerra entre los presidenciables se ha declarado. El 18 de julio tendremos la respuesta. Sus resultados reordenarán los posibles pactos y las estrategias de medio y largo plazo. Su importancia, si consideramos que los convencionales estarán en pleno debate y sea quien sea el ganador en las presidenciales, es relevante. La división de poderes se difumina cuando está en juego el orden neoliberal, pudiéndose crear un bloqueo que paralice la convención si su propuesta se escora a la izquierda, cuestión en todo caso improbable. Si bien los independientes han tenido peso en la elección, no sucede igual en las presidenciales. Ahí nuevamente se revertirá el proceso.
Este nuevo mapa político que se dibuja en Chile puede ser el punto de inflexión que tanto han soñado los herederos del pensamiento político de Salvador Allende. Con muchos hándicap y con este escenario descrito, si se juegan bien las cartas puede conducir a una refundación democrática del Estado. Para que así sea, será necesario ejercer un control sobre los constituyentes y mantener a la sociedad movilizada, exigiendo claridad y un debate constante que no hurte al pueblo la participación desde los cabildos, las asambleas populares y los foros constituyentes. Si los partidos políticos con el miedo en el cuerpo se coaligan trasversalmente, pueden optar por hacer fracasar la Convención o mejor dicho remozar su cara más pinochetista. La derecha se juega mucho: mantener vivo el mito de un Chile exitoso, inaugurado bajo la dictadura que abrió el país a la inversión trasnacional, la economía de mercado y los tratados de libre comercio. La defensa de la revolución neoliberal se antoja sin cuartel. Y en este objetivo están igualmente comprometidos los partidos de la Concertación que participaron del mito. En estas condiciones, la redacción de la nueva Constitución es un campo donde se dirime el futuro y la dignidad del pueblo chileno. Se avecinan tiempos de luchas democráticas sin cuartel. Así concluía el Foro por la Asamblea Constituyente su comunicado a dos días de las elecciones: ”La ambición desmedida y depredadora de los capitalistas nacionales y transnacionales (…) Solo están dispuestos a ganar, a saquearlo todo, sin ningún otro proyecto u horizonte estratégico que no sea el de la ganancia inmediata y abusiva. Están sembrando y sembrando vientos. Cosecharán tempestades”.
La historia se abre pero su dirección está llena de incógnitas. Mejor ser prudente y aprender del pasado. Ganar elecciones no es símbolo de triunfo, sólo indica un estado de la lucha de clases.
Fuente: Mundo Obrero