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Operación Cavancha: las consecuencias del terrorismo de Estado en la niñez

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«Los niños ya tienen miedo, ya. Los niños ahora están con psicólogo, tienen miedo los cabros, y tienen rabia igual», agrega otra madre. «Tienen pesadillas en la noche, aunque de primera sí que era terrible para los niños porque cuando uno le echa leña al fuego, suena, y él escuchaba que sonaba y decía: los pacos. Como que ya se acostumbró a todo esto, pero él de primera, escuchaba la cocina y decía que venían los pacos.»
(Informe sobre Violencia Institucional hacia la Niñez Mapuche en Chile [2012] – Comisión Interamericana de DDHH)

Por Grupo de Lectura y Debate sobre Infancias*

Los violentos allanamientos realizados por carabineros el 18 de Marzo del 2021 en la ciudad de Iquique y Alto Hospicio en el marco de la «Operación Cavancha», no sólo golpearon duramente a quienes fueron detenid(a)s, sino que, como cualquier otra instancia de criminalización a la protesta, las ollas comunes y la organización social, implicaron un fuerte impacto para los barrios y poblaciones, para las familias y también para l(a)s niñ(a)s que presenciaron la violencia estatal orquestada desde el Ministerio del Interior con la excusa de perseguir una «asociación ilícita» que se había generado tras el contexto de la revuelta del 18 de Octubre.

La angustia y el miedo se hacen algo común. Sin aviso previo, carabineros aparecieron botando portones y apuntando con armas de fuego, a habitantes de aquellas comunidades; ¿Cómo saber si aparecerán de nuevo? Antes se les reconocía como jóvenes que trabajan por la comunidad, hoy están bajo sospecha.

En el relato de la esposa de Juan Riquelme, uno de los detenidos, ella cuenta que durante el allanamiento despertaron a sus hij(a)s que se encontraban durmiendo, y l(a)s hicieron bajar las escaleras mientras l(a)s apuntaban con metralletas; todo esto mientras golpeaban e insultaban a su padre. Desordenaron su casa, no l(a)s dejaron ir al baño a tomar agua, le quitaron el celular a una de l(a)s hij(a)s asumiendo que era de Juan, pese a que su esposa le señaló a carabineros que era el celular que usaba su hija para sus clases virtuales.

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Lo que queda tras esto, explica la esposa de Juan, es el miedo, cuando se avecina la noche, miedo a cualquier ruido afuera de la casa.

Es innegable que esta instancia es traumática tanto para la esposa de Juan, como para sus hij(a)s; en este allanamiento, al igual que en los allanamientos en las comunidades autónomas mapuche, los allanamientos que han ocurrido en la Legua Emergencia desde el año 2001 y el ocurrido en el Comedor Popular Luisa Toledo en Villa Francia la semana anterior a esta operación, no existió ninguna preocupación por resguardar a la niñez y hubo una potente vulneración a sus derechos por parte de Carabineros.

Como señala un(a) cercan(a) a la familia de Juan:

«La sensación es extraña, desconfiamos de nuestros cercan(a)s, hay culpa y arrepentimiento, nos estaban siguiendo con drones hasta la casa, un auto en la noche se colocaba fuera de nuestro hogar no sabíamos quiénes eran, utilizaban la oscuridad de la noche para hostigarnos y allanar nuestra casa, ahí está el comunista gritaban los pacos, violaron nuestra intimidad, no alcancé a despedirme del Juan. Es el terrorismo de Estado que perversamente interviene en el descanso y el sueño de las familias, perturba nuestros vínculos, desconecta la idea colectiva, y paraliza lo comunitario.»

Ser vulnerad(a) por quien la sociedad te señala que debe ser quién te protege, deja una marca innegable. Nada justifica esta vulneración, estas detenciones se podrían haber dado de otra forma. El ariete, las metralletas, la gran cantidad de personal policial y el amedrentamiento de niñ(a)s no son justificables (ni aunque sus delirios de organización ilícita estuviesen basados en alguna forma de evidencia).

Horas después de los allanamientos, el diario La Tercera publicaba en profundidad los detalles de la investigación, indicando que carabineros llevaba «más de un año de intervención y vigilancia a este grupo de personas», aplaudían el «trabajo policial» y la utilización de nuevas técnicas y tecnologías de persecución criminal.

Esto no es nuevo, Carabineros vulnera sistemáticamente los derechos de l(a) niñ(a)s y violenta sistemáticamente a niñ(a)s y adolescentes populares. Ejemplos sobran. Es necesario reconocer que éste es un problema institucional, una fuerza del orden que sólo sabe responder con violencia y un problema estructural, una sociedad que considera la vulneración de niñ(a)s y jóvenes como daño colateral justificable, como lo hacen publicaciones como la de La Tercera que naturaliza (e inclusive aplaude) la violencia policial, creando las condiciones necesarias para que broten discursos punitivistas que justifican estas formas de violencia contra la juventud.

Nada puede justificar la vulneración ni la violencia institucional contra niñ(a)s y jóvenes.

*Agrupación dedicada al estudio y el debate de las infancias, con el fin de cuestionar y problematizar el adultocentrismo, y la violencia estructural hacia la niñez.

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