revista Jacobin
CINTIA FRENCIA Y DANIEL GAIDO
TRADUCCIÓN: NICOLAS ALLEN
Ni flores ni bombones. Desde el principio, el Día Internacional de la Mujer ha sido una jornada de lucha de las mujeres trabajadoras contra el capitalismo.
En 1894, Clara Zetkin intervino en las páginas de la revista de las mujeres socialdemócratas Die Gleichheit (Igualdad), que había fundado tres años antes, para polemizar contra la corriente principal del feminismo alemán. “El feminismo burgués y el movimiento de las mujeres proletarias”, escribió Zetkin, “son dos movimientos sociales fundamentalmente diferentes”.
Según Zetkin, las feministas burguesas impulsaron reformas a través de una lucha entre los sexos y contra los hombres de su propia clase, sin cuestionar la existencia misma del capitalismo. Por el contrario, las mujeres trabajadoras, a través de una lucha de clase contra clase y en lucha conjunta con los hombres de su clase, buscaban trascender el capitalismo.
Hacia 1900, las mujeres del Partido Socialdemócrata Alemán (SPD) celebraban conferencias bianuales inmediatamente antes de los congresos del partido, conferencias en las que se discutían todas las cuestiones candentes del movimiento proletario de mujeres. Esta fuerza ideológica y organizativa convirtió al movimiento obrero socialista alemán en la columna vertebral del Movimiento Internacional de Mujeres Socialistas.
En 1907, la Conferencia Internacional de Mujeres Socialistas se reunió por primera vez en Stuttgart, Alemania, proclamando como su principal reivindicación “el derecho al sufragio femenino universal sin calificaciones de propiedad, impuestos, educación o cualquier otro tipo de barrera que pueda impedir a los miembros de la clase obrera hacer uso de sus derechos políticos”. La lucha por el sufragio, insistieron las delegadas, debía llevarse a cabo “no junto con el movimiento de mujeres burgués, sino en estrecha colaboración con los partidos socialistas”.
La invitación a la siguiente Conferencia Internacional de Mujeres Socialistas –celebrada tres años después en Copenhague– mostraba la misma adhesión a la lucha de clases proletaria: “Hacemos un llamamiento urgente a todos los partidos socialistas y a las organizaciones de mujeres socialistas, así como a todas las organizaciones de mujeres trabajadoras que se apoyan en los fundamentos de la lucha de clases, para que envíen a sus delegadas a esta conferencia.”
Estaban en buena compañía al otro lado del Atlántico. El año anterior, las mujeres trabajadoras socialistas de EE.UU. habían designado el 28 de febrero “Día de la Mujer”: “un acontecimiento”, informó la conferencia de Copenhague al año siguiente, “que ha despertado la atención de nuestros enemigos”.
Siguiendo el ejemplo de sus camaradas estadounidenses, la delegada alemana Luise Zietz propuso la proclamación de un “Día Internacional de la Mujer”, que se celebraría anualmente. Zetkin secundó la propuesta, junto con cien delegadas de diecisiete países.
La resolución del Día de la Mujer decía:
De acuerdo con las organizaciones políticas y sindicales con conciencia de clase del proletariado de sus respectivos países, las mujeres socialistas de todas las nacionalidades tienen que organizar un Día de la Mujer (Frauentag) especial, que debe, sobre todo, promover la propaganda del sufragio femenino. Esta reivindicación debe discutirse en relación con la la cuestión de la mujer en su conjunto, según la concepción socialista.
Para las delegadas, apoyar la “concepción socialista” significaba promover no sólo el sufragio femenino, sino la legislación laboral para las mujeres trabajadoras, la asistencia social para las madres y los niños, la igualdad de trato para las madres solteras, la provisión de guarderías y jardines de infancia, la distribución de comidas gratuitas e instalaciones educativas gratuitas en las escuelas, y la solidaridad internacional.
En pocas palabras, el Día Internacional de la Mujer fue, desde el principio, un Día de la Mujer Trabajadora. Aunque su objetivo inmediato era conseguir el sufragio femenino universal, sus aspiraciones eran mucho más amplias: el derrocamiento del capitalismo y el triunfo del socialismo, aboliendo tanto la esclavitud salarial de la clase trabajadora como la esclavitud doméstica de las mujeres mediante la socialización de la educación y el trabajo de cuidados.
El primer Día Internacional de la Mujer
El primer Día Internacional de la Mujer no se celebró el 8 de marzo, sino el 19 de marzo de 1911. La fecha se eligió para conmemorar la Revolución de 1848 en Berlín: el día anterior, el 18 de marzo, se dedicaba cada año a “los héroes caídos de marzo”.
En Alemania se imprimieron y distribuyeron dos millones y medio de ejemplares de un folleto que instaba a participar en el Día de la Mujer. Die Gleichheit hizo su propio llamamiento: “¡Camaradas! ¡Mujeres y niñas trabajadoras! El 19 de marzo es su día. Es su derecho. Detrás de su reivindicación está la socialdemocracia, la clase obrera organizada. Las mujeres socialistas de todos los países se solidarizan con ustedes. El 19 de marzo debe ser su día de gloria”.
El número de Die Gleichheit (Igualdad) que pide la celebración del Día Internacional de la Mujer el 19 de marzo de 1911.
Al grito de “Adelante con el sufragio femenino”, más de un millón de mujeres –en su mayoría, pero no exclusivamente, mujeres organizadas en el SPD y los sindicatos– salieron a la calle en Alemania para exigir la igualdad social y política. Organizaron “asambleas políticas públicas populares” –cuarenta y dos sólo en Berlín– en las que discutieron los problemas que afectaban a sus vidas.
En todo el mundo, las mujeres trabajadoras destinaron un día para ellas mismas. En 1911, las trabajadoras de Estados Unidos, Suiza, Dinamarca y Austria eligieron el 8 de marzo como Día de la Mujer. Sus homólogas de Francia, Holanda, Suecia, Bohemia y (fundamentalmente) Rusia no tardaron en sumarse a la lista de celebrantes.
La celebración del Día Internacional de la Mujer el 8 de marzo se convirtió en una práctica mundial en 1914. Un famoso cartel con las palabras “Día de la Mujer / 8 de marzo de 1914 –Adelante con el Sufragio Femenino”, en el que una mujer vestida de negro ondea la bandera roja, marcó la ocasión. En Alemania, invadida por la histeria en los prolegómenos de la Primera Guerra Mundial, la policía prohibió que el cartel se colgara o se distribuyera públicamente. El cuarto Día Internacional de la Mujer se convirtió en una acción de masas contra la guerra imperialista que estallaría tres meses después.
El famoso cartel que anuncia el Día de la Mujer de 1914.
Tres años más tarde, el 8 de marzo adquiriría un nuevo significado cuando la Revolución de Febrero convulsionó a Rusia (el 23 de febrero en el calendario juliano es el 8 de marzo en el calendario gregoriano). Las mujeres trabajadoras rusas desempeñaron un papel destacado en la revuelta. A pesar de la oposición de todos los partidos, incluidos los bolcheviques, convirtieron la manifestación del Día Internacional de la Mujer en una huelga de masas que arrastró a toda la clase obrera de Petrogrado y dio origen a la Revolución Rusa.
Los resultados de la guerra
La guerra estalló en agosto de 1914, inaugurando una nueva era en el desarrollo del Movimiento Internacional de Mujeres Socialistas.
Toda la Segunda Internacional –y, por tanto, también el Movimiento Internacional de Mujeres Socialistas– se dividió siguiendo líneas nacionales, capitulando al chovinismo. En Alemania, el SPD (y su filial, la Comisión General de Sindicatos) adoptó una política de “paz social”, prohibiendo las manifestaciones críticas. Quienes desobedecieron la prohibición y celebraron públicamente el Día Internacional de la Mujer sufrieron la represión del gobierno y la policía.
A principios de noviembre de 1914, Clara Zetkin publicó un llamamiento “A las mujeres socialistas de todos los países”, en el que se pronunciaba enérgicamente contra la guerra y a favor de las acciones masivas por la paz. Como parte de esta oposición al imperialismo, Zetkin convocó la tercera y última Conferencia de Mujeres Socialistas en abril de 1915. (Lenin acompañó a la delegación bolchevique, que incluía a su esposa Krupskaya y a Lilina Zinoviev).
Mientras la guerra imperialista se libraba a su alrededor, la conferencia lanzó el grito de guerra internacionalista “Guerra a la guerra”. Pero la oposición al militarismo era escasa. Al regresar a Alemania, Zetkin fue arrestada por distribuir el manifiesto como un folleto ilegal.
Un recordatorio anual
Tras el colapso del Segundo Imperio alemán y la formación de consejos (Räte) de obreros y soldados en toda Alemania en noviembre de 1918, la burguesía llevó a cabo una especie de contrarrevolución democrática: concedió el derecho de voto a las mujeres, pero contrapuso el parlamento y la asamblea constituyente reunidos en Weimar a los soviets de delegados obreros.
El líder socialdemócrata Friedrich Ebert, primer presidente de la República de Weimar (y “el Stalin de la socialdemocracia”, en palabras del historiador Carl Schorske), cumplió las órdenes de la burguesía. En sus manos –y en las de la burocracia sindical– la demanda de sufragio femenino universal, adoptada por el movimiento obrero revolucionario como una demanda transitoria, se convirtió en una barrera para la revolución socialista.
Como el Día Internacional de la Mujer se había originado en el ala izquierda del movimiento proletario de mujeres, la dirección del SPD también dejó de celebrar el 8 de marzo. Argumentaron que, tras la extensión del sufragio femenino, los objetivos de la festividad se habían alcanzado.
A su favor, el Partido Comunista siguió celebrando el Día Internacional de la Mujer bajo el lema “¡Todo el poder para los consejos! Todo el poder para el socialismo”. Y en junio de 1921, Clara Zetkin ayudó a hacerlo oficial. La Segunda Conferencia Internacional de Mujeres Comunistas, presidida por Zetkin y celebrada en Moscú, proclamó que en el futuro el Día Internacional de la Mujer se celebraría en todo el mundo el 8 de marzo.
Desde entonces, las celebraciones del Día Internacional de la Mujer se llevan a cabo el 8 de marzo en países de todo el mundo, sirviendo de recordatorio anual de la potencia revolucionaria de las mujeres trabajadoras.
CINTIA FRENCIA Y DANIEL GAIDO
Cintia Frencia es profesora asistente de historia contemporánea en la Universidad Nacional de Córdoba, Argentina. Daniel Gaido es investigador del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (Conicet), Argentina.