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El pasado nazi que Chile prefiere olvidar

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Los nexos del genocida Walther Rauff con la DINA, los árabes y el Mossad

Carlos Basso

EL MOSTRADOR  – 7 mayo, 2014

El pasado nazi que Chile prefiere olvidar

Esta crónica es un extracto del Capítulo 10 del libro América Nazi, coescrito con Jorge Camarasa, que acaba de publicarse en Chile y Argentina (y, prontamente, en México), y que narra la forma en que los criminales nazis se asentaron en América Latina, con la connivencia de distintos gobiernos. Walther Rauff fue uno de los más importantes. Nuevos documentos confirman su vinculación con la DINA.

Cuesta creerlo, pero allí está la documentación de respaldo: Heinrich Himmler, el jefe supremo de las SS hitlerianas, tuvo inversiones en Chile hacia 1939, cuando aún no se iniciaba la Segunda Guerra Mundial. Klaus Barbie, el asesino de Jean Moulin, líder de la Gestapo en Lyon y autor de una deportación de niños a Auschwitz, fue captado como agente para la inteligencia alemana en Chile, lo mismo que su gran amigo Walther Rauff.

Sigamos. El creador del Círculo de amigos de Colonia Dignidad fue el ex oficial de las SS Gerhard Mertins, propietario de la compañía de armamentos MEREX, la misma que poseía negocios con distintas ramas de las Fuerzas Armadas chilenas y que, entre sus representantes en América Latina, tenía a Barbie, Rauff y también a Friedrich Schwend, un nombre menos conocido, pero igualmente mefistofélico. Residente en Lima, Schwend fue el responsable de la Operación Bernhard, por medio de la cual los nazis intentaron liquidar la economía británica durante la Segunda Guerra Mundial, inundándola con libras esterlinas falsificadas, muchas de las cuales eran enviadas a Londres por medio de las valijas diplomáticas de la embajada chilena en Londres.

Y hay mucho más. Por ejemplo, tenemos los documentos de la inteligencia norteamericana que relatan con lujo de detalles la forma en que operaban los anillos de inteligencia nazi en Chile. Dos de ellos fueron desbaratados a tiempo por el Departamento 50, la unidad de inteligencia creada por la PDI para tales efectos. Cuando cayó el tercer anillo, los detectives detuvieron en Valparaíso al hombre más importante del aparataje de sabotajes nazis en América Latina, Albert Von Appen, quien luego de tres años de internación en Estados Unidos (país que lo reclamó) regresó sin problemas a Chile, fundando el imperio marítimo que hoy gira en torno a la naviera Ultramar.

Y hay mucho, mucho más respecto de la forma en que los nazis –nazis en serio, no imbéciles de cabeza rapada– se asentaron en países como Chile y Argentina, pero, quizá, el ejemplo más impresionante es el de Walther Rauff, un hombre que a la luz de los antecedentes que hoy se conocen, gracias a los documentos desclasificados por la CIA y el BND (el Servicio de Inteligencia Alemán), fue, sin dudas, el nazi más importante de cuantos llegaron al continente (más que Barbie, Mengele o Eichmann, incluso), tanto por lo que hizo en la guerra, como por sus vínculos transversales de postguerra con todo tipo de agencias de inteligencia, incluyendo a la DINA chilena, nexo que antes sólo se rumoreaba pero que, ahora, y en función de un informe de la CIA que descubrimos en medio de una montaña de documentación desclasificada hace apenas un par de años, es posible entrever con mayor claridad.

Un simple marino

Nacido en 1906, Rauff se unió en 1924 a la antigua Reichsmarine (la Armada alemana), gracias a lo cual conoció toda América Latina. En 1938 Reinhard Heydrich, el todopoderoso jefe del RSHA, el sistema de inteligencia de las SS, lo contrató en su equipo, llegando a ser jefe de la Sección II (dedicada a asuntos técnicos), en la cual Rauff no escatimó esfuerzos para buscar una forma más eficiente de matar personas en masa.

Según detalla un reporte realizado por el servicio de inteligencia interior británico, el famoso MI5, para ello Rauff tomó como modelo el sistema de “eutanasia” Tiergartenstrasse-4, que se utilizó entre 1939 y 1941 para matar a más de 200 mil enfermos mentales (la mayoría de ellos alemanes), introduciéndolos en cámaras donde eran gaseados con monóxido de carbonoRauff propuso crear cámaras móviles de gas, con las que se calcula que 97 mil prisioneros judíos fueron asesinados.

En julio de 1942, Rauff fue enviado a Túnez, como jefe de un equipo de comandos que, se estima, quitó la vida a cerca de dos mil personas y, a mediados de 1943, recibió una nueva destinación, como jefe del Gruppe Oberitalien Westen (GOW); es decir, el Grupo de Italia Norte, donde, junto al general Karl Wolff, inició una serie de contactos clandestinos con obispos y cardenales de El Vaticano, así como con la Oficina de Servicios Estratégicos (OSS) de Estados Unidos, la antecesora de la CIA, a fin de rendir el ejército alemán acantonado en Italia, lo que hicieron un par de días antes de la caída de Hitler.

Luego de que se conociera la muerte de Hitler, Rauff estuvo a punto de ser linchado por una turbamulta; pero, curiosamente, fue rescatado en la madrugada por tropas estadounidenses. Allí quedó en manos de las Fuerza S, un equipo conjunto formado por la OSS y el Servicio Secreto Británico.

Luego de ello, fue internado junto a varios otros oficiales nazis en el campo de detención de Rímini (Italia), desde el cual se fugó en diciembre de 1946. Respecto de su escape, lo único que Rauff mencionó alguna vez es que fue ayudado por un sacerdote de Nápoles, gracias al cual llegó a Roma.

Una vez en la capital del antiguo imperio, los amigos católicos de Rauff le tendieron la mano, una vez más, y así fue como el obispo pro nazi Alois Hudal lo escondió por casi dos años. Juntos, montaron todos el aparataje de transferencia de nazis a América Latina, utilizando para ello documentación de organizaciones respetables, como la Cruz Roja y Caritas.

Viaje a Siria

En julio de 1948, el Jefe del Ejército sirio, Hosni Al-Zaim, envió a un capitán a Roma, con el fin de reclutar especialistas en inteligencia, para reorganizar ese servicio en sus filas. Rauff fue contratado y en noviembre de ese año partió, junto a toda su familia, a Medio Oriente, instalándose como asesor de Al-Zaim en materias de inteligencia, período en el cual no sólo trabajó para sus mandantes, sino también para el MI6, el servicio de inteligencia exterior británico.

En agosto de 1949, Al-Zaim fue derrocado y Rauff consiguió ser deportado a El Líbano, donde permaneció algunos meses, hasta que retornó a Roma, lugar en que se produjo, quizá, el episodio más insólito de su carrera. En 1993, el ex presidente de la Comisión de Energía Nuclear de Israel, Shalhevet Freier, relató que, a fines de 1949, cuando era director del departamento político de la cancillería de su país (aunque, en realidad, pertenecía al Mossad, el servicio de Inteligencia exterior de Israel), fue enviado a Italia, donde contrató a Rauff para que escribiera un informe respecto de las Fuerzas Armadas sirias y los esfuerzos de ese país por construir una central nuclear. Tres documentos de la CIA indican, también, que Rauff mantuvo –por antinatura que parezca– relaciones con el Mossad, a principios de los años 50.

En 1949, Rauff se fue a Quito y en 1957, según el escritor Gerald Posner, viajó a Santiago por breve tiempo, ocasión en la cual se habría reunido con otros dos connotados nazis: Joseph Mengele y Hans Ulrich Rudel, con los cuales permaneció una semana en la capital chilena. Sus dos hijos mayores ya se encontraban en el País, desde 1954, cuando Alfred ingresó a la Escuela de Oficiales de la Armada y su hijo Walther (posteriormente) a la Escuela de Oficiales del Ejército.

Los documentos del BND

De acuerdo a la documentación desclasificada por los alemanes, en Ecuador Rauff se desempeñó en diversos oficios, habitualmente en compañías de capitales alemanes, como Mercedes Benz y Opel. En el Documento 7 del set liberado por los germanos, él mismo dice que mandó a sus hijos a Chile “para asegurarles una educación decente” y agrega que “por razones familiares, decidí mover mi residencia a Santiago, en octubre de 1958”, aunque dos meses antes ya había iniciado las negociaciones con el BND, cuando Rauff fue propuesto como “fuente política” para el BND, servicio de inteligencia que era conocido como ‘La Organización Gehlen’ o ‘Gehlen Org’, por el nombre de su creador, el general nazi Reinhard Gehlen. De acuerdo al Documento 1, quien propuso su nombre fue un agente sólo identificado como V-7318.

Y hay mucho, mucho más, respecto de la forma en que los nazis –nazis en serio, no imbéciles de cabeza rapada– se asentaron en países como Chile y Argentina; pero, quizá, el ejemplo más impresionante es el de Walther Rauff, un hombre que a la luz de los antecedentes que hoy se conocen, gracias a los documentos desclasificados por la CIA y el BND (el Servicio de Inteligencia alemán), fue, sin dudas, el nazi más importante de cuantos llegaron al continente (más que Barbie, Mengele o Eichmann, incluso), tanto por lo que hizo en la guerra, como por sus vínculos transversales de postguerra, con todo tipo de agencias de inteligencia, incluyendo a la DINA chilena, nexo que antes sólo se rumoreaba pero que, ahora, y en función de un informe de la CIA que descubrimos en medio de una montaña de documentación desclasificada hace apenas un par de años, es posible entrever con mayor claridad.

El Documento 13 (quizá el más interesante de todos, confeccionado en 1984, tras la muerte de Rauff) relata que V-7318 era nada menos que el traficante de armas Wilhelm Beissner, un ex oficial de la RSHA que, al igual que Rauff, había escapado de una prisión norteamericana, luego de lo cual había huido a El Cairo, donde comenzó su carrera de traficante, aunque no se aclara si estaba relacionado con Mertins, pero es lo más posible, dado que este tenía, a su vez, relaciones con la ‘Gehlen Org’.

Espía anticomunista

Tras su captación formal, y a lo largo de los casi cinco años en que fue espía de los alemanes desde Punta Arenas y, luego, Santiago, Rauff recibió diversos nombres en clave, propios de una novela de John Le Carré o Frederick Forsyth: V-12 052/DN REINHARD, V-12 023/DN KRAMER, V-11 996/DN UNGER, y V-7390/DN RENNER, aunque su identificación más habitual, que es la que sale en todos los documentos, era simplemente V-7410.

De hecho, el Documento 5 señala que “V-7410 ha iniciado el viaje planificado el 20.10.1960”, aludiendo a un plan presentado por Rauff en agosto o septiembre de ese año, en el cual le decía que viajaría “desde Santiago a Caracas, entonces posiblemente Habana-Quito-Guayaquil-Cuenca-Lima”. Cabe mencionar que, en este mensaje, los nombres de las ciudades están repetidos (cada una se nombra dos veces), por lo cual es evidente que se trata de un mensaje radiofónico, que fue transcrito para el archivo.

La intención del viaje era “comprender la situación política en el Caribe”, así como ver “las conexiones de Cuba con Venezuela y Centroamérica, por la sovietización del régimen de Castro” y, adicionalmente, “clarificar la situación política externa e interna de República Dominicana”, para lo cual viajaría fingiendo ser un hombre de negocios.

El texto no agrega más detalles, pues al final del mismo se señala que lo que sigue “continúa en micropunto”. Ello significa que había enviado detalles más reservados, a través de alguna carta que, seguramente en algún lugar imperceptible, llevaba pegado un “micropunto”, una reducción fotográfica de algo (un documento, un informe, etc.) al tamaño de un punto o menos.

Los documentos indican que el 11 de noviembre Rauff llegó a Caracas y, allí, pidió una visa para Cuba; pero, esta le fue denegada, por lo cual regresó a Cuenca y luego a Lima. “V-7410 ha enviado nueve reportes en el curso del viaje”, escribiría su agente de control.

Vida chilena

Rauff vivió algunos meses en Punta Arenas, como encargado de la oficina local de la importadora Goldmann y Janssen (muy vinculada al nazismo) y, luego, lo trasladaron a Santiago, donde se retiró de la Firma (sin explicar por qué) en 1960, cuando su mujer, que perecería poco después, cayó muy enferma, tanto que en mayo de 1961, señala el Documento 8, pidió una ayuda de mil marcos al BND para pagar los gastos médicos, dinero que el organismo era renuente a entregar, pero el peticionario (alguien que intermediaba a nombre de Rauff) decía que era factible hacerlo como excepción, a pesar de que el personal tipo 2, como Rauff, no tenía esos beneficios.

En julio de ese año, se discutió la posibilidad de instalar una base de radio para las comunicaciones de Rauff y su central en Alemania, teniendo en cuenta (dice el Documento 9) que “en Chile hay muy buenas fuentes, que pueden entregar material interesante”, y que la calidad de los informes de Rauff mejoraría “cualitativa y cuantitativamente con el establecimiento de comunicaciones inalámbricas”; pero, evidentemente, a esas alturas ya estaba rondando la vida de Rauff como oficial nazi, pues se desechaba la idea porque “el pasado de 7410 no es presentable”.

En efecto, apenas llegó a Chile, Rauff escribió a la Armada alemana solicitando su pensión, tras lo cual, en 1960 se dictó una orden de aprehensión en su contra, luego que su nombre saliera a luz en el juicio contra Adolf Eichmann, pese a lo cual ese año el ex Gestapo viajó sin problemas a Alemania. Durante mucho tiempo, nadie se explicaba por qué no lo habían detenido, pero la razón parece bastante clara. Según el Documento 13, estuvo en su país natal entre julio y agosto de 1960 y entre enero y febrero de 1962, para “entrenamiento” con el BND.

El 5 de diciembre de 1962 fue detenido en Chile, pero la Corte Suprema se negó a extraditarlo, argumentando que el delito del que se le acusaba (genocidio) estaba prescrito, pues en Chile los delitos prescriben a los 15 años, razón por la cual nunca fue extraditado (pese a la insistencia de Alemania y de varios “cazanazis”), gracias a lo cual Rauff pudo morir tranquilamente en Santiago, en 1984.

“retiro”

Mientras estuvo preso por el juicio de extradición (hasta abril de 1963), el BND decidió pasarlo a “retiro”, argumentando “falta de visión política”. En la ficha se señala, además, que los pocos documentos que poseía Rauff fueron destruidos y que “no se le pudo tomar el juramento de secreto, porque vive en Chile”.

El Documento 12 (del 6 de marzo de 1963) abunda en lo anterior y critica la personalidad de Rauff, aseverando que era muy obediente y que eso lo explotó Heydrich, “al involucrarlo en materias extremadamente sensibles (en este caso, cámaras de gas). Asimismo, se asegura que “falló por completo en Siria” e, incluso, dicen que “durante las fases críticas de la tarea que le fue confiada estaba ebrio, y conspirando para todos lados”, en una velada referencia a su nexo con el Mossad y con el MI-6.

Asimismo, el redactor del informe aseguraba que, tras su regreso a Roma, se jactaba de que recibiría protección del BND y que “es notable que en ese tiempo tuviere un maletín con oro y joyería, cuyo origen se desconoce”.

El Documento 13, en tanto, afirma que el viaje de 1960 “no satisfizo las expectativas”, por lo cual, en febrero de 1962, habrían reducido su sueldo mensual de dos mil a mil marcos. Según el servicio, en total recibió más de 70 mil marcos, y se señala, también, que el BND apoyó a sus hijos cuando Rauff estuvo preso, y que en 1963 escribió pidiendo ayuda, pues declaró estar “económicamente desesperado”.

Los papeles de la CIA

Sin embargo, y pese a la información oficial, todo indica que Rauff no cortó sus vínculos con la inteligencia alemana y que, además, sus pasos eran de algún modo seguidos por la CIA, lo que comprueba un curioso incidente relatado en clave casi humorística en un librillo titulado Yo no asesiné a Jimmy Carter, publicado por el primer rector de la Universidad Diego Portales, Manuel Montt Balmaceda.

En ese texto, Montt relataba cómo, cierto día de fines de los 70, fue notificado por agentes del Servicio Secreto de los Estados Unidos de que era sospechoso de urdir un plan para asesinar al entonces presidente de ese país, James Carter, lo que le significó, en lo sucesivo, estar –en Santiago– varios meses bajo vigilancia y ser sometido a interrogatorios bastante surrealistas.

Pues bien, ¿quién lo había acusado de ser la mente criminal detrás del plan magnicida? Con toda probabilidad Walther Rauff, según la CIA. En un documento del 8 de julio de 1977, la agencia decía que el antecedente de que Montt planeaba asesinar a Carter les había llegado desde el BND. La CIA sospechaba que podía haber dos subfuentes que habían dicho eso a sus pares alemanes: “Ambos individuos han aparecido en nuestras revisiones como asesores de la DINA. Los dos son ex oficiales militares alemanes y uno es un criminal de guerra nazi”.

Más adelante, el reporte precisaba que se trataba de Rauff, en el caso en que aludían a un criminal nazi, y a Enrique Pschold Reschenback, un ex piloto de la Luftwafe, sobre el cual no había mayores antecedentes. El archivo de la CIA sobre Rauff detallaba que, si bien no se tenía información oficial sobre su calidad como asesor de la DINA, una fuente chilena les había dicho que el alemán trabajaba para el Ministerio del Interior. Agregaban que todo indicaba que era un asesor “no oficial”.

Si bien había otras posibilidades sobre el origen de la información, todo apuntaba a Rauff, pues según el BND su informante era un alemán retirado de los negocios y de bastante edad. Otro hecho que reforzaba la idea era la reluctancia del BND a entregar más detalles acerca de su fuente, lo cual llevaba a la CIA a razonar que, ciertamente, no querían dejar al descubierto que seguían manteniendo relaciones con alguien del pasado de Rauff.

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