Pepe Gutierrez Alvarez
Aunque en sus inicios, William Holden (Illinois, 1918; California, 1981), comenzó como un “guaperas”, no tardó en convertirse en un actor con una personalidad propia –un cínico en el que subsistía un latido idealista sí la situación lo merecía-, le fue haciendo un nombre en un buen número de títulos memorables como Sueño dorado (Golden Boy, Rouben Mamoulian, 1939), donde daba vida a un boxeador que en realidad deseaba ser violinista.
En 1940 protagonizó el drama Sinfonía de la vida; una adaptación de Thorton Wilder bajo la batuta del mejor Sam Wood, aunque no volvió a brillar (Billy Wilder, 1950) que le reportó su primera nominación al Oscar. En 1951 lo consiguió por en Traidor en el infierno, con el mismo Billy Wilder que presentaba una descripción descarnada de la traición en el Stalag 17, nombre de un campo de prisionero.
Nuevamente de la mano de Wilder trabajó en la sobrevalorada Sabrina (1954), conocida y genial comedia donde completaba un triángulo amoroso junto a los mismísimos Audrey Hepburn y Humphrey Bogart. Dio apoyo a mejor Grace Kelly La angustia de vivir (George Seaton, 1954) El mismo año fue el protagonista de un drama coral La torre de los ambiciosos (Robert Wise) que contraponía un capitalismo con rostro humano contra otra más voraz.
En 1955 consiguió uno de sus mejores interpretaciones con Picnic, con una Kim Novak en la cumbre. En 1957 fue coproductor de El puente sobre el río Kwai, donde encarnó a un soldado más preocupado por sobrevivir que por cumplir absurdas hazañas militares.
Lo que sigue ya no está a la misma altura. Vivió una historia de amor con Audrey Hepburn en “Encuentro en París”; en 1969 regresó al Oeste: entre los mejores títulos cabe reseñar «Fort Bravo» (John Sturges), en «Dos hombres contra el Oeste» (Blake Edwards, 1971). Se despidió por la puerta grande con dos interpretaciones memorables, con “Network. Un mundo implacable” (Sidney Lumet, 1976) que trataba a la TV como basura, pero sobre todo con “Grupo salvaje”, una despedida gloriosa de la mano de Sam Peckinpah.
No tardó en fallecer en circunstancias que dieron mucho de hablar. William se negó a hacerse ninguna cirugía estética, y nunca engañó con su edad ni con sus ácidas y críticas reflexiones necesarias.
Otro de los grandes títulos de William Holden es sin duda “Misión de audaces” (The Horse Soldiers. John Ford, 1959) obra de madurez del maestro con un reparto a su medida John Wayne, William Holden, Constance Towers, Althea Gibson…Aunque permanezca olvidada entre otras obras mayores, se trata de una obra inestimable repleta de tensión y de matices, un disfrute que merece la revisión sobre todo en los días de fiebre, cuando viene tan bien rememorar días felices como el que a muchos nos deparó la visión de esta película. Su historia esaparentemente convencional: un severo coronel de la Unión (Wayne obviamente) está al frente de un regimiento que debe infiltrarse en pleno territorio confederado para cumplir una difícil misión.
En esta aventura lo acompaña un médico de buenos sentimientos (Holden), cuyos criterios sobre la guerra son diferentes: él ve las consecuencias de la tragedia, se mofa un poco de las grandes palabras. Para evitar que revele sus planes al enemigo, se ven obligados a llevarse como rehén a una joven rebelde sureña (Constance Towers) quien al enterarse de los planes de la secreta misión interviene como espía. Aunque se trata de un Western más, Ford saca un notable partido de la historia planteando los diversos pliegues de la historia.
Como suele suceder con el cine conservador de John Ford, para muchos de los cinéfilos de la época se daba un problema. de un lado rechazábamos el “mensaje” de apología del Séptimo de caballería y demás, pero por otro no podíamos por menos que rendirnos ante su arte. Godard estableció una diferencia específica con John Wayne, lo odiaba como yanqui fascista pero lo amaba como actor, al menos en buena parte de sus películas. Con Ford el dilema es más todavía más complejo…
Algunos de estos grandes títulos se encuentran en FILMIN.
