Máximo Constanzo / Resumen Latinoamericano / 20 de febrero de 2020
En medio de la crisis social la “élite de poder” disciplinó a los estamentos del Estado. El proceso constituyente (“pacto por la paz”) fue una de las principales medidas para apaciguar la Revuelta
Un intenso debate está presente en los colectivos de izquierda, en organizaciones populares, en asambleas territoriales sobre participar o no en el plebiscito del 26 de abril, acto que abre formalmente el proceso constituyente que acordaron los partidos políticos instados por la élite de poder y es sano reflexionar sobre lo que se juega en abril.
Algunas consideraciones:
1.- En noviembre de 2019 hubo un “golpe blando” de la élite de poder, el 15 de ese mes los partidos políticos del sistema firmaron el llamado “acuerdo por la paz” y ese acuerdo en el fondo fue una de las principales medidas del cambio de mando. Fue un giro estratégico, una operación político-militar de alta precisión.
La élite de poder – el “poder real”, aquel que no vemos, donde están los mega empresarios y sus gremios, las cúpulas de las Fuerzas Armadas, los intelectuales orgánicos, las sectas y religiones, el imperio y también los políticos- se espantó con el 18 de octubre y junto con su miedo de clase tomaron medidas y también buscaron culpables de la debacle.
2.- El “golpe blando” fue para tomar medidas políticas, militares, sociales, mediáticas. El objetivo es claro, hacer cambios en el modelo (lo menos posible) sin que la gobernabilidad se descuadre. La élite de poder evaluó luego del 18 octubre que el modelo neoliberal llegaba a su fin, se volvía un peligro para la propia élite porque podría derivar en una revolución violenta e imprevisible.
3.- La élite tomo iniciativas comunicacionales (disciplinó a todos los medios de comunicación); tomó muchas acciones militares (cambio todo el aparato de inteligencia, se está preparando para las nuevas exigencias militares que les depara la revuelta, está modificando su logística, actualizando sus planes operativos, etc, etc); decidió medidas económicas (lo más difícil en medio de nuevas variables internacionales como el coronavirus); re-formuló su política internacional en función de la revuelta; intentó políticas sociales (con cero impacto ciudadano); tomo medidas políticas, la principal “el acuerdo por la paz”; en paralelo acrecentó políticas represivas con leyes y persecución; también preparó zanahorias o circos para el pueblo como la “normalidad” del fútbol y los festivales.
El “golpe blando” implicó también hacer “sacrificios”, ofrecer algunos culpables a las exigencias populares y su subjetividad de “venganza”. Dos serían las principales “víctimas-culpables”, por un lado Sebastián Piñera, el presidente sin mando y por otro carabineros, quizás la primera institución “sacrificada” en decenas de años.
4.- La política formal, es una de las esferas del poder, para muchos la principal, pero no siempre es así. Mercado funcionando, consumo funcionando, espectáculos funcionando,….., política funcionando, es lo que se necesita. Hay que acabar o limitar las protestas callejeras, especialmente las más radicales y resaltar todas aquellas de carácter pacífico, “civilizadas”, institucionales. Esto es del ABC de cualquiera que esté en el poder, es decir gobernar en el amplio sentido del término.
Más allá de las consideraciones
Las dictaduras a la vieja usanza, aquellas donde los militares toman el poder, donde existen miles de muertos, presos, torturados, exiliados, etc, se agotaron, hoy las fórmulas para que los negociados del empresariado continúen son más “modernas” o “post-modernas” donde las apariencias sí importan y mucho. Son las conflictos de nueva generación y también las dictaduras de nueva generación, la función es la misma, pero ahora más “interactivas”, “democráticas”.
Que un general le diga a un presidente que es feliz y que no está en guerra con nadie contra-diciéndolo ante todo el país y que las Fueras Armadas le digan que no al presidente en su decisión de llamar un nuevo estado de emergencia a mediados de noviembre, días antes de que se firmara el “acuerdo por la paz”, muestra que la autoridad política no manda o manda poco y que el poder se está ejerciendo fuera de La Moneda. El famoso presidencialismo chileno se fue a buena parte. En noviembre la élite del poder había tomado el mando y ya tenía su plan que implicaba mantener al presidente de Chile como un decorado, un presidente gomero.
El “pacto por la paz” era y es parte de la operación para apaciguar la revuelta, he allí lo nefasto del papel de la socialdemocracia tanto de la ex concertación como del frente amplio.
El movimiento popular más allá de participar o no en abril debe tener claro que no puede depositar esperanza en la institucionalidad y debe estar atento a las medidas que toma la actual élite de poder. La única posibilidad de cambio real es continuar con la revuelta y la exigencia de una re-fundación de Chile a través de una Asamblea Constituyente real. El pueblo debe potenciar su fuerza propia, su organización y voluntad de lucha. Cero confianza en los de “arriba”, en los partidos sistémicos, en los cantos de sirena.