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MARRUECOS – ‘Hirak’ rifeño: una revuelta descabezada pero no derrotada

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La policía marroquí carga contra los manifestantes en el Rif.


RICARD GONZÁLEZ

A pesar de la represión, el movimiento de protesta que sacudió al Rif en el otoño de 2016 sigue vivo y aguardando otra oportunidad.

EL SALTO

Más de dos años después del inicio de la represión contra el hirak —el movimiento de protesta de la región marroquí del Rif—, en las calles de Alhucemas, epicentro de las manifestaciones, la tensión todavía se podría cortar con un cuchillo. Las carreteras que conducen a la ciudad, situada en el nordeste del país, están jalonadas por varios controles policiales y la presencia de furgonetas y vehículos de las fuerzas de seguridad es robusta. Sin embargo, los activistas de la ciudad temen más a los invisibles policías de paisano, que se podrían contar por centenares.

“El otro día, en esta misma cafetería, un borracho empezó a criticar al rey. De repente, una decena de presuntos clientes se abalanzaron sobre él y lo arrestaron”, explica Omar Lemallem, el presidente la Asociación de la Memoria del Rif. Y es que la figura de Mohamed VI es sagrada, y en todas las ciudades marroquíes, incluida Alhucemas, se puede observar en alguna colina cercana un gran mosaico con tres palabras: “Dios, patria, rey”. “En 2017 había aquí desplegados unos 20.000 policías. Algunos han marchado, pero muchos continúan aquí. No los vemos, pero sabemos que están”, apostilla este maestro jubilado mientras sorbe un café en una terraza del centro.

Habida cuenta que la ciudad apenas supera los 100.000 habitantes, el porcentaje de miembros de las fuerzas de seguridad destacados respecto a la población autóctona se podría acercar al de regiones ocupadas militarmente. “Ahora mismo, es imposible hacer cualquier tipo de protesta aquí. Hay tantos policías que, en cuestión de segundos, todos acabaríamos arrestados”, afirma Samir, un joven de 33 años que pertenece al hirak. Aunque es muy activo en las redes sociales, ha conseguido evitar la detención gracias a extremar las medidas de precaución y al uso de nombres falsos, como el atribuido en este artículo.

El hirak surgió de forma casual a finales de 2016, después del asesinato de Mohsen Fikri, un humilde vendedor de pescado de 31 años de Alhucemas. La policía le había confiscado su mercancía y al intentar recuperarla fue triturado dentro de un camión de basura. La dramática historia galvanizó a la juventud de una región con una larga historia de conflictos con el gobierno marroquí, razón por la que fue marginada durante décadas en los planes de inversión estatal. Los días siguientes, miles de personas se manifestaron en contra de la hogra: los abusos de poder y humillaciones de las autoridades.

Con el paso de las semanas, aquellas protestas espontáneas, apoyadas por un amplio espectro de la sociedad, se transformaron en un potente movimiento social capaz de articular las demandas sociales de la región. Por ejemplo, entre sus peticiones figuraba la construcción de un hospital, el fin de la militarización de la región —vigente desde la revuelta de 1958—, o la creación de nuevos centros de formación y universidades. En mayo de 2017, tras varios meses de movilizaciones, el régimen lanzó una campaña de represión que se saldó con el arresto de cientos de personas. Los principales líderes del hirak, como Náser Zefzafi, fueron condenados por “sedición” a largas penas de hasta 20 años de cárcel.

“El hirak no ha desaparecido. No podemos hacer actos públicos, pero mantenemos una organización clandestina”, comenta Samir en un lugar alejado de oídos indiscretos. “Nos organizamos en células de unas diez o 15 personas, en las que solo se puede entrar a través de fuertes lazos de confianza. Nos reunimos regularmente y compartimos lecturas y discusiones de autores como Gene Sharp sobre la lucha no violenta”, añade este joven, con formación universitaria y que se dedica al comercio informal. El mercado negro es el único trabajo disponible para muchos jóvenes en una ciudad sin prácticamente ninguna industria y unas infraestructuras precarias.

Concentración Rif Madrid
Un participante en la concentración organizada por el Movimiento Rifeño de Madrid en la Puerta del Sol. YOUSSEF OULED

Su objetivo es ir extendiendo estas células en el seno de la sociedad rifeña, no solo en Alhucemas, para disponer de una “organización preparada” cuando el contexto cambie y aparezca una oportunidad, como fue la Primavera Árabe en Túnez. El plan es poder constituir un partido político sobre la base de estas células tan pronto como se produzca una liberalización política en el país magrebí. El movimiento de protesta cuenta con un importante activo para dar a conocer su causa a nivel internacional: una diáspora muy comprometida de cerca de unos dos millones de personas. A través de páginas web como Courrier du Rif o Arifnews y de ONG se exponen en las redes sociales informaciones sobre la represión de las autoridades y las acciones de apoyo al hirak en Europa.

En las otras ciudades del Rif, la presión policial es menor que en Alhucemas, pues las protestas fueron de menor intensidad. Ahora bien, tampoco se permiten manifestaciones relacionadas con el hirak. A principios de noviembre, una concentración de solidaridad con los 57 miembros del movimiento encarcelados frente a la cárcel de Selouan, en la ciudad rifeña de Nador, fue dispersada violentamente por la policía. El pulso entre los líderes del hirak y las autoridades marroquíes continúa en las cárceles. La asociación que representa a sus familiares ha denunciado que han padecido torturas. Varios de los reclusos, incluido Naser Zefzafi, han recurrido a la huelga de hambre para exigir una mejora de su régimen penitenciario. Sin embargo, el Gobierno se niega esgrimiendo que no puede dispensarles “un trato de favor”.

Para escapar a las zarpas de la represión, centenares de activistas rifeños emprendieron el camino de la migración clandestina a Europa para pedir el asilo político. Se calcula que, desde la primavera de 2017, unas 10.000 personas han partido de las playas del Rif, muchos de ellos por motivos políticos. “Curiosamente, durante los meses que duraron las protestas, no salió casi ninguna patera. Había esperanza de cambios”, comenta Samir. Al ser una región de avezados pescadores y hallarse a menos de 200 kilómetros de la península, no es un viaje arriesgado. Según las estimaciones de este activista, en estos dos años y medio han desaparecido una veintena de rifeños en el Mediterráneo. La mayoría de los huidos se halla a la espera de que se resuelva su petición de asilo ante las diversas autoridades de los países europeos.

IDENTIDAD

Aunque la mayor parte de las reivindicaciones del hirak son de tipo social, es evidente que la cuestión identitaria subyace en sus entrañas. “Han sido capaces de establecer una identidad compartida entre sus miembros a partir de sentimientos compartidos de injusticia y marginación, así como de la identidad amazig del Rif. Esta identidad se veía reforzada al ondear las banderas amazigs y de la República del Rif en lugar de la marroquí”, escribe el sociólogo Mohamed Masbah. Según los analistas, los líderes de las protestas evitaron realizar demandas de tipo político, como la creación de una región autónoma en la provincia norteña, para no otorgar una excusa al régimen para sofocar las protestas acusándolos de “independentistas”. Sin embargo, de poco sirvió.

La población del Rif es mayoritariamente amazig y al menos una parte nunca ha aceptado plenamente su integración en Marruecos tras la colonización española. En el subconsciente colectivo persiste el recuerdo de la República del Rif, liderada por Abdelkrim, que logró entre 1921 y 1926 librarse del control de España. “Su historia no se cuenta en los libros escolares, ni se habla de ella en los medios, pero su recuerdo está muy presente. Y ha cobrado fuerza sobre todo entre los jóvenes a raíz del hirak”, explica Lemallen, el veterano activista que trabaja en cuestiones de memoria histórica. Las tropas españolas y francesas ocuparon de nuevo la región tras una ofensiva brutal que utilizó por primera vez el bombardeo con armas químicas contra la población civil. De hecho, aún hoy esta región presenta un porcentaje de personas enfermas de cáncer muy superior a la media del país.

Protestas en el Rif
Protesta del hirak en Alhucemas. OLMO CALVO

“La mayoría de habitantes rifeños quiere que la cultura amazig sea tratada en pie de igualdad con la árabe, pero solo una minoría apoya la independencia. No creo que lleguen al 20%. Quienes propugnan ese objetivo están sobre todo en la diáspora”, opina Marzouk Chahmi, vicepresidente de la Asociación Mundial Amazig y residente en un pueblo colindante con Melilla. “Sabemos que con el régimen actual las peticiones de autonomía no llegarían a ninguna parte, y muchos jóvenes empiezan ya a abrazar la causa de la independencia. Seguimos con mucha atención lo que pasa en otras naciones sin Estado, como Catalunya, el País Vasco o el Kurdistán”, comenta Samir.

Entre las medidas que adoptó el rey Mohamed VI para aplacar la ola de protestas en Marruecos a raíz de la Primavera Árabe en 2011 figuraba una reforma constitucional que define la lengua amazig o berber en pie de igualdad con el árabe. No obstante, aunque se han dado algunos pasos, como la creación de medios públicos en este idioma y un potente centro de investigación y divulgación de la cultura amazig, en muchos ámbitos la igualdad entre ambas lenguas dista de ser realidad.

La mayoría de activistas consideran que las medidas han sido cosméticas, como el hecho de añadir en las fachadas de los edificios públicos el nombre de cada institución en bereber bajo la inscripción en árabe. “No hay suficientes maestros en nuestra lengua, de forma que no se estudia en todas las escuelas. Y en las que se dan clases, se percibe como una asignatura sin valor. Por no hablar de la justicia”, se queja Chahmi. “En un juicio, si no sabes árabe, olvídate de tus derechos”, tercia Mohamed, un anciano que luce una larga barba canosa. Precisamente, la posibilidad de utilizar el amazig en los juzgados era una de las pocas demandas del hirak de tipo identitario.

A causa del acoso policial, es imposible saber cuál es el grado de apoyo al hirak en Alhucemas, pero todo parece indicar que es muy elevado. “La mayoría de la gente les apoya, quizás con la excepción de la gente cooptada por los partidos políticos marroquíes. Pero fíjate que incluso la mayoría de estos políticos de la ciudad no se atreven a hablar mal del movimiento en sus discursos”, señala Lemallen. No parece que la sola represión en esta región de espíritu independiente pueda acabar con la revuelta del Rif, que se ha convertido ya en el mayor quebradero de cabeza de Mohamed VI desde su entronización en 1999. Hay hirak para rato.

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