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Los insalubres y hacinados ataúdes-dormitorio de Hong Kong

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Los insalubres y hacinados ataúdes-dormitorio de Hong Kong

por Adán Salgado Andrade

Recientemente el prestigiado periódico inglés The Guardian, publicó un reportaje del periodista Benjamin Haas, sobre las pésimas condiciones que viven miles de habitantes de bajos ingresos de Hong Kong, la ex colonia británica, a falta de un hogar propio en donde habitar. Una “solución” a la carencia de vivienda suficiente han sido los ataúdes-dormitorio (coffin homes), lugares en los cuales, un departamento es dividido en decenas de cabinas en las que sólo cabe una cama y algunas repisas colocadas en las paredes que confinan dicha “cama”, en donde el “huésped” puede colocar contadas pertenencias, como su ropa, una pantalla o lo poco que posea (ver: https://www.theguardian.com/world/2017/aug/29/hong-kong-coffin-homes-horror-my-week?utm_source=esp&utm_medium=Email&utm_campaign=GU+Today+main+NEW+H+categories&utm_term=241391&subid=21873428&CMP=EMCNEWEML6619I2).

Para realmente experimentar cómo es la vida en esos sitios, Haas decidió él mismo vivir por una semana en uno llamado Lucky House, que, afirma, nada tiene de afortunada. Las cabinas están divididas con triplay, son calurosas, sin ventilación, y pueden escucharse todos los ruidos de las contiguas, así como respirar el humo del cigarro de los fumadores y otras inconveniencias.

Probablemente la situación de la escases de vivienda popular en Hong Kong sea su estatus actual, pues aunque ha dejado de ser una colonia inglesa y ya es, de nueva cuenta, territorio chino, conserva rasgos de su pasado capitalista inglés, digamos, pues China es todo, menos “socialista”, como pretende mostrarse. Ese país se ha abierto tanto al capitalismo salvaje que, incluso, está sufriendo ya los estragos de haberse convertido en la maquiladora más grande del mundo. Sus niveles de contaminación, de desigualdad, de desempleo, de anárquica industrialización, de inútiles megaproyectos (son famosas las ciudades fantasmas, llamadas así porque son pocos los habitantes que viven allí, dados los altos costos de los departamentos. Ver: http://www.dw.com/en/what-has-become-of-chinas-ghost-cities/a-36525007), entre muchos otros problemas, típicos de los países capitalistas con desigual desarrollo, muestran que China se dirige inexorablemente a un pronto colapso, como en el resto del planeta sucederá, sobre todo ecológico (ver: http://adansalgadoandrade.blogspot.mx/2013/09/china-autoritarismo-capitalismo-salvaje.html).

Así que la situación en Hong Kong se complica más por esa hibridación entre su pasado capitalista inglés, con su presente “socialismo-capitalismo” chino.

Y uno de los problemas de tal hibridación es la falta de vivienda popular, que, señala Haas, además de sumamente costosa, es muy burocrático obtenerla. Dice Haas: “Hong Kong es uno de los lugares en donde la vivienda es la más cara del mundo. La persona promedio necesitaría ahorrar más de 18 años de su salario, sin quitar impuestos, sin gastar en nada, con tal de hacerse de una casa. Casi uno de cada siete hongkoneses, actualmente vive en la pobreza, de acuerdo con el reporte más reciente, el más alto índice en seis años”.

Aunque, claro, el problema de la vivienda es mundial, sobre todo para las personas de  condiciones económicas más precarias. Y es irónico, pues siendo la vivienda una fundamental necesidad, cada vez es más difícil para un mayor número de personas, hacerse de un lugar decente para habitar. Aquí en México es también un grave problema. Si lo contemplamos tomando como base el salario mínimo vigente (una grosería, por supuesto), que es de miserables ochenta pesos diarios, considerando una vivienda que costara unos $250,000 pesos, a un obrero, que no gastara en otra cosa, le llevaría ocho años y casi siete meses adquirirla. Y aunque aquí existen dos organismos públicos para dar créditos destinados a vivienda, el FOVISSSTE y el INFONAVIT, aquéllos son muy onerosos y apenas cubren el costo de viviendas en retiradas zonas, a la periferia de las ciudades en donde se construyen, además de que muchas de esas unidades habitacionales, por ser producto de corrupción entre las mafias de poder local y las constructoras, no cuentan con los servicios públicos necesarios, además de que se trata de obras mal hechas, las que pronto comienzan a presentar problemas constructivos que las vuelven inhabitables e, incluso, riesgosas (ver: http://www.jornada.unam.mx/2007/11/05/index.php?section=capital&article=046n1cap).

Y la falta de vivienda para los niveles sociales más bajos en México, lleva también a problemas de hacinamiento y sobrecupo en los sitios para vivir de los que disponen, pero no llegando al nivel que se presenta en Hong Kong.

Haas acompaña el artículo con dramáticas fotografías, un video e imágenes en 360º que dan cuenta de lo que es vivir en esas ratoneras humanas.

Comenta que los ataúdes-dormitorio surgieron en los 1950’s, para acomodar a tanto trabajador chino que llegaba a la, en ese entonces, colonia inglesa, con tal de conseguir trabajo y mejorar sus condiciones de vida tan precaria que llevaban en sus lugares de origen.

Sin embargo, con lo que se hallaban, muchas veces resultaba más indigno de lo que iban huyendo, pues se trataba de “camas” colocadas sobre bases metálicas, y que estaban rodeadas de alambre para que sintieran cierta “individualidad”. Eran una especie de “gallineros” humanos, en donde lo que menos había era higiene y, mucho menos, una vida digna.

En la actualidad, esos hacinados dormitorios, describe Haas, son muy parecidos a los dormitorios que llevaban los trenes en los años 1950’s, que nada más tenían la cama para dormir y contaban con una puerta corrediza para conservar cierta “privacidad”. Miden 170 centímetros de largo, por 60 de ancho, o sea, que además de incómodos, están hechos para gente no alta. Haas tuvo problemas, pues mide 178 centímetros. Y deben de ser así, con tal de que quepan los más posibles en un departamento, como en el que estuvo Haas, pues se trata de uno de por sí chico, con tan sólo 46 metros cuadrados, en los que caben hasta 32 personas, colocadas en dos filas de 16 dormitorios cada una. Los dormitorios equivalen a un área de apenas 1.1 metros cuadrados. En la semana en la que estuvo habitando allí Haas, había 30 “huéspedes”, así que aún quedaba sitio para dos más.

Las condiciones de vida, obviamente, son terribles, pues, narra Haas, dan un sentimiento de claustrofobia, de lo encerrados que están, son calientes, sólo hay un baño común, cada quien se suple su comida, como puede, además de que las “camas”, que no son más que sucios colchones, tienen chinches, a las que, afirma el periodista, ya están acostumbrados los residentes, como algo que se tiene que soportar, el precio que se debe de pagar por estar allí. Se calcula que hay alrededor de 200 mil personas viviendo en esos sitios, y 18% de ellas son menores de 15 años, es decir, se trata incluso de familias enteras que viven en esas deleznables condiciones. Como señalé, además de caras las nuevas viviendas, es un gran problema burocrático obtenerlas. Actualmente, el tiempo promedio para hacerse de una casa proporcionada por el Estado, de interés social, es de cuatro años y ocho meses, un año más que en el 2016. Más de cien mil familias esperan con ansias hacerse de su hogar. Pero hay más personas en lista de espera, como las que viven solas, de más de 65 años, que deben de esperar ¡hasta diez años! No creo que sobrevivan tantos años para tener un hogar propio. Y no es porque la mafia en el poder local, no cuente con fondos, pues en el 2016, declaró haber alcanzado un superávit de $11,947 millones de dólares (mdd), además de que posee reservas por impuestos de $111,160 mdd, o sea, no está en bancarrota. A pesar de tanta riqueza, señala Haas que “Hong Kong se muestra como una de las ciudades más desiguales del planeta, detrás solo de Nueva York, y los más pobres ganan sólo $337 dólares mensuales, los que apenas si alcanzan para pagar un ataúd-dormitorio”. Es decir, las casas de interés social es lo que menos les importan a los corruptos mandamases de la ciudad, como al alcalde que acaba de dejar el cargo en junio, Leung Chun-ying, quien supuestamente trató de aplicar programas para bajar el costo de la vivienda pública. Pero los que no ven ningún problema son las inmobiliarias y los ricos inversionistas chinos, quienes están adquiriendo muchas viejas propiedades para hacer costosos proyectos, dirigidos a los ricos. Eso es algo que vemos en todos los países, como aquí, que lo que menos se construyen son casas o departamentos de interés social, pero abundan los dirigidos a sectores medios y altos, y que en la ciudad de México, ya hasta son un problema, de tantos que hay, pues las constructoras demuelen ilegalmente construcciones de valor histórico o desalojan violentamente a inquilinos de viejas construcciones que también son demolidas y en donde se construyen costosos departamentos, con la complicidad, obviamente, de la mafia en el poder local (ver: http://www.jornada.unam.mx/2015/12/22/capital/025n1cap).

De todos modos, y a pesar de ser tan demandados, tampoco son baratos los ataúdes-dormitorios, pues la renta mensual es de 2100 dólares hongkoneses, equivalentes a 4800 pesos, unos 160 pesos diarios, el doble del mínimo vigente, o sea, que un obrero mexicano no podría pagar ni ese feo sitio. Véase, de todos modos, la desproporción, pues aquí eso serviría para pagar una renta de un departamento o una casa en zonas populares.

Irónicamente, la Lucky House está muy cerca de los distritos financieros y comerciales de lujo de Hong Kong, además de que es considerada la “menos peor” de los ataúdes-dormitorios de la ciudad. ¡Vaya surrealismo!

Pero esas pocilgas son sólo para los que puedan pagar esas rentas, pues muchos, ni eso pueden. Haas desayunó en un McDonald’s. Pidió una malteada y cuando se fue a la zona adjunta de mesas para consumirla, resultó que todas estaban ocupadas por indigentes que las ocupan como dormitorios todos los días.

Algunos de los huéspedes pagan con su pensión, que cuando es así, no les alcanza para mucho más, así que deben de hallar formas de ganarse la vida para costear las otras necesidades vitales, como la comida, medicamentos o… sus vicios, ya que, como comprobó Haas, muchos inhalan ácidos, toman, y así. La mayoría son hombres maduros o de la tercera edad, que apenas si pueden pagar esas pocilgas, ya sea que tengan un subsidio público o que posean algo de ahorros. Por ejemplo, cita el caso de un hombre de 67 años, que es carpintero, quien no tiene trabajo, pues ya no lo contratan a su edad. Le platica a Haas que vivía en la calle, pero que hacía poco le habían robado todas sus cosas, por eso decidió con los pocos ahorros que tiene, suficientes para una renta, irse a vivir allí. “No sé a dónde me iré a vivir cuando finalice mi mes, no he encontrado trabajo, pues nadie contrata a un hombre viejo”, le cuenta en perfecto inglés. Haas aclara que las personas arriba de cincuenta años son las que vivieron durante la dominación inglesa, así que hablan muy buen inglés, mejor aún que los estudiantes que actualmente lo estudian. El hombre lo invita a su dormitorio en donde el reportero se da cuenta de cómo “alivia” su desgracia, fumando ácido en una pipa de cristal. Como en todos lados, las drogas, de momento, sirven como un distractor que hace que se olviden por instantes las desgracias.

Platica Haas que son muy amistosos todos los inquilinos. Uno de ellos, el Peleador, lo invitó a comer y le platicó que era miembro de una antigua triada, las organizaciones chinas mafiosas, que contrabandean drogas y gente. Vive allí porque se separó de su mujer, con la que tiene una hija de ocho años. El Pelador tiene 37 años y es el único “gordo”, dice Haas, de los inquilinos, flacos la mayoría por las frugales y escasas comidas que ingieren. Aquél gusta de andar descubierto del torso, luciendo su protuberante abdomen.

Y, sorprendentemente, el sitio emplea a un portero, quien se encarga de hacer algo de limpieza y ayuda a quemar el incienso de los huéspedes, destinado a pedir  a la Diosa de la Tierra, que los ayude a tener fortuna y riqueza, pero, al parecer, señala Haas, hasta ese momento no les ha concedido el milagro. El portero afirma que toda su vida ha vivido en ese sitio, no recuerda haber estado en otro, y le dice que tiene más de 60 años, pues ni su edad exacta recuerda. Sufre de muchas enfermedades y cojea, pues tuvo un accidente, por lo que emplea un bastón. “Aquí estaré, pues ya en ningún sitio puedo encontrar trabajo”, dice, resignado.

Pero a pesar de las insalubres condiciones que se viven en esas pocilgas, todavía hay negocios que emplean ese modelo oportunistamente, para crear “singulares centros turísticos para vivir la vida tradicional de los ataúdes-dormitorios en Hong Kong, dirigidos a turistas”. Uno de ellos, el WM Hostel, se anuncia en su sitio de Internet, como “auténticamente HK”, o sea, que el turista que se hospede allí, experimentará lo que es vivir en un sito “tradicional” de Hong Kong. Pero, véase nada más, esos lugares existen por una gran necesidad de contar con una vivienda, no porque se trate de una “folclórica tradición”. Es como si en el Distrito Federal se ofreciera vivir en la calle, porque fuera “tradicional”, siendo que es una característica de las personas en condición de calle.

De todos modos, el WV Hostel, no es tan apegado a la “tradición”, pues sus dormitorios son limpios, no enclaustrados con triplay, sino rodeados de rejas metálicas, además de que cuentan con baños bien aseados, buena luz y todo. De hecho, en los comentarios ofrecidos por huéspedes que han estado allí, lo califican como una “muy grata experiencia, muy recomendable”. En pesos mexicanos, el sitio señala que el costo mensual es de $15137, equivalente a una renta de un departamento de medio lujo en la ciudad de México. Nada barato, como se aprecia.

Y tampoco es una experiencia “auténticamente Hong Kong”, como la que vivió Haas en la Lucky House, la que, por desgracia, es la única alternativa de vida para miles de necesitados hongkoneses.

Contacto: studillac@hotmail.com

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