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USA con la bandera a media asta

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Por Gustavo Espinoza M.

Estados Unidos de Norteamérica recordó el 4 de julio pasado el 246 aniversario de la proclamación, en la ciudad de Filadelfia, lo que bien podría llamarse una “independencia de papel”; que sólo adquirió contenido 5 años más tarde en 1781, cuando luego de la batalla de Yorktown, el emisario inglés Lord Corawallis firmó la capitulación demandada  por los insurgentes victoriosos.

Fueron varias las figuras más destacadas en ese periodo de la historia americana: Abraham Lincoln, Tomás Jefferson y George Washington; pero este último alcanzó preponderancia porque, defensor de la causa emancipadora, fue uno de los más ricos terratenientes en Virginia, y tuvo más de 320 esclavos que sólo alcanzaron la libertad varios años después de la muerte de su amo.

George Washington fue proclamado como el Primer Presidente de la Nación emergente, y en 1777 tomó como símbolo del país, la Bandera de barras y estrellas que quedara registrada en la historia.

Al confirmar el hecho, diría: “Tomamos las estrellas del cielo, el rojo de nuestra madre patria separándolo con franjas blancas para indicar que nos hemos separado de ella, y esas franjas pasarán a la posteridad como símbolo de la libertad”.

Desde entonces, y ese país ha atravesado diversas crisis. La de 1929 fue el preludio de lo que podría considerarse la descomposición del sistema de dominación vigente; pero quizá la más trascendente sea la que se incuba ahora  y que genera mayor violencia.  

Estados Unidos tiene hoy más de un millón de soldados  en todos los continentes; 950 bases militares en casi 183 países y guerras por doquier. Sus estrellas iluminan una ruta de sangre y las barras se han convertido en rejas de cárcel para muchos pueblos.Ha intervenido militarmente en México, en los 5 países de Centroamérica y en todos los del Caribe; se ha apoderado de territorios ajenos, ha devorado las riquezas de todos los Estados de América; y ha ocupado territorios más allá de sus fronteras.

Es decir, ha hecho apología de la guerra, pero no en las palabras, si no en la acción. Esa política ha generado graves problemas en su propio territorio, confirmando que no es posible hacer daño a otros, sin sufrirlo uno mismo.

En diversas ciudades de los Estados Unidos pululan hoy millones de “veteranos de guerra”; ex soldados que combatieron en Vietnam Laos o Camboya, y más recientemente en Siria, Irak, Afganistán o Libia; que lucharon contra los Palestinos o los Yemitas; contra los pueblos africanos, o contra Granada o Panamá, para citar también a nuestro continente.

Todos estos ex combatientes, están armados, y muchos sufren una “psicosis de guerra” que los hace ver enemigos por todas partes. Esta deformación alienta muerte, genera violencia e intimida a quienes, ajenos al conflicto, lo sufren. La prensa norteamericana los presenta como “héroes que combatieron por la causa de la libertad”, de modo que merecen el mayor respeto y alta consideración.  Se sienten intocables.

Muchos de ellos, ya no trabajan. Volvieron de la guerra con graves heridas físicas o mentales, que los inhabilitan para la producción. Reciben pensiones que no siempre pueden ser elevadas porque los recursos estatales tienen límite. Se anida entonces el descontento, pero además crece el consumo de drogas, que deriva en una violencia extendida.

En ese clima, se educan los jóvenes y los niños. Y por eso se multiplican los tiroteos en escuelas y hospitales. Ciudades como Chicago, Illinois, Miami o incluso Nueva York, han sido escenario de matanzas  ejecutadas por adolescentes alimentados por el masivo culto a la violencia.

Esa situación se agrava por la libertad que genera la llamada “ley del Rifle”. Gracias a ella, toda persona tiene libre acceso al manejo y uso de armas. En cualquier tienda, un cliente puede adquirir el arma que desee, un revolver de 9 mm, o un fusil ametralladora, según el dinero que disponga.

Así  se adquieren las armas que usan los chicos para matar a sus compañeritos de clase en los colegios. Se trata, por cierto, de la comercialización de armas, base de la economía de guerra, consustancial al régimen de dominación imperante allí.      

Pero es sólo la producción de pistolas para “uso doméstico”. Es la de armas de guerra que se ofrecen en el mercado mundial, y que se venden a partir de los conflictos que se alientan entre los Estados.

Eso explica, la guerra de Ucrania, y el que Estados Unidos y la OTAN insten a los ucranianos a “seguir” la causa perdida. No importa que mueran. Les interesa que compren armas, y las paguen.  Por lo demás, el capitalismo, lleva la guerra en sus entrañas.

Otro fenómeno, es el costo de vida pero, sobre todo, en temas de educación y salud. A las Universidades, sólo tienen acceso los ricos. Y los costos de salud, son inmanejables. Si no tiene un Seguro, el menor tratamiento le costará miles de dólares. Y si lo tiene también, sólo que lo pagará en cómodas cuotas mensuales que sobrepasarán cualquier costo. Como la guerra, la educación y la salud, también son un negocio.  Pero hay más, el tema de los migrantes y el colapso interno y externo que genera, supera todos los cálculos.

A todo esto, hay que añadir las ingentes partidas que asigna el gobierno de los Estados Unidos a los países que siguen sus instrucciones. Ucrania es el ejemplo. 40 mil millones de dólares en, apenas, un mes de guerra. Claro que se trata de un negocio. Y también, de una inversión.  Ni la guerra es gratis.En ese marco, Estados Unidos de Norteamérica celebra el Día de su Independencia, con la bandera a media asta. No está de duelo, en verdad, porque percibe ganancias; pero si sabe que la cuota de sangre aumenta, y que habrá de llegar el día en que lo ahogará sin remedio. Será su crisis final

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