En los 19 departamentos, exigieron el compromiso del Estado con la problemática y cuestionaron la cobertura mediática de estos casos.
Stephanie Demirdjian
La Diaria, 29-2-2022
Organizar la rabia y el dolor. Esa fue la tarea que asumieron más de 300 mujeres y disidencias en un grupo de Whatsapp tras saber que, el domingo pasado, una mujer de 30 años fue violada por varios hombres en una casa del barrio Cordón. En pocos días, coordinaron encuentros virtuales y convocaron a una movilización nacional “contra la cultura de la violación”. El resultado se volcó este viernes a las 18.00 en plazas y avenidas de los 19 departamentos del país, donde se desarrollaron concentraciones y marchas en simultáneo bajo esa consigna. Además, quienes no pudieron participar de manera presencial acompañaron el reclamo con un caceroleo desde distintos barrios.
En Montevideo, decenas de mujeres y disidencias de todas las edades ya estaban concentradas a la hora convocada en la plaza Independencia entre pañuelos, remeras, carteles y maquillaje color violeta. La marcha empezó a las 18.30 entre aplausos, encabezada por un cartel violeta con letras blancas que decía: “Nunca tendrán la comodidad de nuestro silencio otra vez”.
La expresión es impulsada por los feminismos ante cada caso de violencia machista, pero toma especial fuerza cuando se trata de violencia sexual, por lo que suele operar en estos casos contra las víctimas: el estigma, la culpa, la vergüenza, los cuestionamientos y un silencio ensordecedor a su alrededor. Desde hace ya varios años, las feministas promueven esta y otras consignas para recordarles a las mujeres que atravesaron violencia que no están solas y que, ante una sociedad y un sistema de justicia que históricamente ponen la responsabilidad en las víctimas y las revictimiza, nosotras sí les creemos.
La imagen de la avenida 18 de Julio era la de una marea violeta que avanzaba entre los aplausos, ruidosa, como gritando: “Acá estamos”. Cada tanto, las manifestantes unían sus voces para cantar, afirmar y advertir: “Tocan a una, tocan a todas”.
No es 8 de marzo, tampoco 25 de noviembre, pero muchas coincidían en que parecía una de esas fechas emblemáticas: la convocatoria fue multitudinaria. Todavía no terminó enero pero ya hubo dos femicidios, el brutal caso de la violación grupal y otras situaciones de violencia sexual que también fueron recordadas en las movilizaciones. La sensación que había en el ambiente era de hartazgo. “No es no”, “Enseñale a tu hijo a no violar”, “Nadie preguntó cómo vestía mi agresor”, eran algunas de las frases que se leían en las pancartas y que reforzaban esta idea de cansancio colectivo ante el machismo arraigado.
“Decidimos venir acá para visibilizar estos temas y para que la gente que suele ser cómplice se ponga las pilas”, dijo a la diaria Cassandra, de 19 años, al llegar a la plaza Libertad. A su lado estaba Abril, de 17, que opinó que justamente visibilizar “es lo que hace el feminismo hoy en día”. “Hoy las mujeres tenemos un espacio. Las que estamos acá no nos conocemos entre nosotras, pero todas tenemos algo en común: que todas fuimos violentadas por ser mujeres”, agregó la adolescente. Entre sus manos, sostenía un cartel con un mensaje que interpeló a muchas: “Tranquila, mamá, que hoy no voy sola por la calle”.
Paula, también de 17 años, dijo que, “como sociedad, tenemos instaurada la violencia sexual y tratar a las mujeres como objetos”. Aseguró que la sociedad “no se da cuenta” de que detrás de esas conductas de los varones “hay todo un sistema que promueve el acosar en la calle, toquetear en un boliche, que un familiar te falte el respeto”. La adolescente recordó, además, que muchos de los casos de abuso sexual son intrafamiliares “y eso la gente no lo entiende porque no se educa”. “Tenemos un sistema de salud y de educación que no lo previene o no lo previene de forma correcta y siguen pasando estas cosas, como lo que pasó hace poco y como lo que pasamos muchísimas de las que estamos hoy acá”.
Juntas diciendo “basta”
Durante un rato, la plaza Libertad sirvió de escenario para performances artísticas, batucadas, cantos y abrazos. Cerca de las 19.20, todas se sentaron en el piso para escuchar a tres representantes de las mujeres y disidencias autoconvocadas que leyeron una proclama en la que, entre otras cosas, exigieron el compromiso del Estado para proteger a las mujeres, niñas, niños y adolescentes de todo tipo de violencia de género. En ese sentido, reclamaron el “cumplimiento cabal” de la Ley 19.580, lo que implica “fortalecer los recursos y presupuestos que garanticen la protección integral, reparación y justicia a las víctimas en todo el país”. Al mismo tiempo, recordaron que tanto la violencia sexual como “toda práctica y discurso que fomente el odio como forma de violencia hacia mujeres y disidencias” constituyen una “emergencia nacional”. La misma proclama se leyó en las manifestaciones que hubo en el resto del país.
“Hoy nos volvemos a manifestar contra la cultura de la violación, arraigada y naturalizada como práctica de abuso de poder, de guerra, de colonización, y que aún se mantiene silenciada bajo los mecanismos más perversos, que sostienen los medios de comunicación, la Justicia, la familia, la iglesia, los militares, el Estado”, aseguraron las manifestantes.
Dieron ejemplos de algunas de las formas que toma esa “cultura de la violación” todos los días en la sociedad. “Es insistir en enseñar a las niñas a no provocar con ‘polleritas cortas’, en vez de enseñar a los varones que no es no, que no son dueños de nuestros cuerpos, que no somos su juguete sexual”, afirmaron. Es “seguir sosteniendo que el varón tiene ‘necesidades’ o ‘impulsos’ sexuales que no puede controlar, como si fuera puro instinto sin cerebro”. Es “poner en duda el relato de la víctima o cuestionar sus decisiones” y también son “los secretos intrafamiliares que encubren a los violadores obligando a las víctimas a compartir espacios con sus atacantes”.
Las feministas autoconvocadas reclamaron que haya educación sexual integral en todos los niveles educativos porque “es el camino hacia la erradicación de las violencias” y reivindicaron la importancia de que se imparta con una perspectiva de derechos humanos.
No dejaron pasar los comentarios que hizo esta semana el presidente de la República, Luis Lacalle Pou, cuando, consultado por el caso de la violación grupal en Cordón, aseguró que estas situaciones “no son propias del ser humano ni del género masculino”. Con esas declaraciones, el mandatario “no hace más que negar la realidad y esconder un problema gravísimo que tenemos como sociedad”, aseguraron las manifestantes. “Entérese, señor presidente, que los violadores son seres humanos y principalmente varones, hijos sanos del patriarcado”, exhortaron. Al mismo tiempo, exigieron su “compromiso real” con la problemática y “que se retracte con palabras y acciones certeras y contundentes que demuestren su responsabilidad como mandatario de Estado de proteger a toda la ciudadanía, incluidas las mujeres, disidencias, niñas, niños y adolescentes”.
Por otra parte, pidieron más responsabilidad de los medios de comunicación a la hora de cubrir casos de violencia sexual. “El lenguaje es un arma muy poderosa que estos utilizan para reproducir y perpetuar la cultura de la violación, poniendo a las víctimas siempre en tela de juicio”, cuestionaron. “Los medios tienen que revisar sus prácticas y poder brindar un relato más honesto y justo, que busque narrar la realidad sin violencia hacia las víctimas y sin gestos de encubrimiento. Nos merecemos otras formas de informar que no destripen nuestra intimidad, que no nos expongan mientras siguen protegiendo a los agresores”, apuntó la proclama.
“Tenemos claro que no estamos solas, que nos tenemos entre todas y esa fuerza nos sostiene a pesar del miedo, del dolor, de la rabia y de la impotencia”, dijeron las mujeres y disidencias al cierre de la convocatoria. “Volvemos a las calles para recordarles que seguimos vivas y que no estamos dispuestas a que ninguna se sienta sola, ni a callarnos frente a las violencias que todos los días nos toca vivir. No permitiremos que el poder continúe dominando nuestras libertades. Seguiremos tomando las calles y los espacios una y otra vez, las que sean necesarias, porque ya no contarán con la comodidad de nuestro silencio”.
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Con Victoria Marichal, feminista y psicóloga especializada en sexualidad y violencia sexual
«Todas las violaciones son políticas»
El fin de semana pasado una mujer accedió a tener relaciones sexuales con un hombre a la salida de un boliche, pero la engañaron y la violaron entre varios. Marichal analiza la cultura de la violación y los medios para enfrentarla.
Camila Ghemi
Brecha, 29-1-2022
-Al conocerse este caso se habló de violación en manada y violación en grupo. ¿Cuál es el nombre más adecuado para llamar este tipo de delitos?
Cuando escribí [sobre este tema] puse violación en manada, que es el término que se usa históricamente, pero es verdad que violación en grupo es más exacto, porque le quita eso que está en el lenguaje cotidiano de sacarle la responsabilidad a quien ejerce esto: o es un loco, o un enfermo o un animal, lo de manada refiere a esto. Cuando lo deshumanizamos, lo que hacemos es sacarle responsabilidad.
-En estos días se ha hablado del lugar de los varones en la lucha contra la violencia sexual hacia las mujeres. ¿Lo tienen? ¿Cuál es?
Creo que es una pregunta que no tiene una respuesta única. Muchas veces discutimos y tratamos estos temas entre nosotras. Los varones no se repiensan. Cuando hablan de la sexualidad, es alardeando y no tanto pensándose. Eso aleja la posibilidad de que la violencia sexual deje de ocurrir. El varón que viola en grupo no lo hace solamente para violentar y de alguna manera lesionar a esa mujer, sino también para obtener aprobación de quienes tiene al lado. El lugar de los varones no debería ser ni ponerse delante de la lucha, ni empezar a explicarnos a nosotras cómo nos tenemos que sentir, ni decirnos que ellos no violaron. La conversación tiene que ser entre ellos, tienen que poder llegar a los grupos de amigos y decir: «Che, está pasando esto, ¿qué onda? ¿Ustedes cómo se vinculan con las pibas con las que salen? ¿Cómo gestionan el consentimiento? ¿Lo preguntan? ¿Cómo lo preguntan?». Tienen que poder educarse entre ellos y acercarse a lecturas si son necesarias, porque nosotras no aprendemos de un repollo, estamos estudiando para ponerle voz a esto.
-¿Por qué se dan el silencio y la complicidad masculina? ¿Por qué les pesa tanto hablar entre ellos y qué se pone en juego a la hora de replantearse sus actitudes?
Los varones tienen mucho miedo a la humillación de sus pares. Es el peso de la mirada masculina, que lo sentimos todas las personas en esta sociedad, y eso afecta de diferentes maneras. Al varón, descalificándolo como hombre, diciéndole «sos poco hombre» o «sos puto». Estas formas, además de ser homoodiantes, van al ego. Si ellos se paran enfrente de un grupo de amigos y dicen: «Esto que ustedes están diciendo es una mierda, tenemos que dejar de cosificar a las mujeres, de acosarlas, de violarlas», puede que los censuren y humillen. No pueden enfrentarse a eso por el ego, el miedo al aislamiento y la reprobación de los pares.
-Las violaciones se tratan como hechos aislados. ¿Qué debería suceder para que se comience a ver como una problemática social?
El término importante, que ya existe y el movimiento feminista ha traído, es cultura de la violación, que le da la entidad de que no es algo excepcional, sino que está enmarcado en un montón de creencias y esquemas que son la base para que estos hechos ocurran. Creo que tanto los medios de comunicación como los referentes políticos y sociales tienen que romper con la visión de que se trata de hechos aislados y mostrar que la problemática es social y estructural. Por ejemplo, cuando hay un partido de fútbol y algunos hinchas dicen «le vamos a romper el orto a este cuadro de mierda», ponen en evidencia cómo se perpetúa la cultura de la violación, porque están diciendo que, si yo gano, le estoy rompiendo el orto al otro, o sea, al que está perdiendo, es decir que en el sexo hay alguien que gana y alguien que pierde, y si eso pasa, hay violencia.
-Cuando hay denuncias de violación se suele poner el foco en las mujeres y son las primeras en ser cuestionadas. ¿Qué rol juega la culpa en las víctimas?
La culpa es una emoción cultural que tiene que ver con las normas sociales y que, por ende, puede ser controlada y cambiada en función de los valores de cada sociedad y cada cultura. La culpa está muy arraigada a las mujeres, todo el tiempo estamos rompiendo de alguna manera con las normas que se nos imponen por ser mujeres, porque son normas inalcanzables, prehistóricas y misóginas. En los casos de abuso sexual en específico, la culpa juega un rol muy importante porque nos silencia. Si a mí desde chica me enseñan que yo me tengo que cuidar, estamos enseñando que hay cosas que podemos hacer para evitar que nos violen y si nos sucede, vamos a decir: «Yo tendría que haber hecho esto». Es muy duro aceptar que no importa lo que haga, esto me puede pasar. Genera una sensación de desamparo muy grande. Pero acá el mensaje importante es que no importa lo que vos hayas hecho: si esto te pasa, y ojalá que no, pero si te pasa, nunca va a ser culpa tuya, nunca va a haber ocurrido por algo que vos hiciste o no hiciste, sino que va a ser por la decisión de otra persona, que ejerce la violencia, todo su poder y sus privilegios patriarcales sobre vos.
-¿Cuáles son los mecanismos que tienen las mujeres para denunciar estos hechos y cuáles son las falencias que hay en el sistema judicial?
Hoy en día estoy en un juicio por violencia sexual, por violación, entonces no solamente lo conozco como psicóloga y por lo que he estudiado, sino que lo estoy viendo también desde adentro. El sistema revictimiza, ese es el gran agujero que tiene. Te enfrentás a preguntas, a tener que contar tu historia; más allá de que esta instancia se ha minimizado y ahora la historia se cuenta menos, la tenés que contar más de una vez y en lugares que no son los más seguros. No se lo estás contando a una amiga, lo estás contando en una situación en la que sabés que hay alguien que va a decidir si esto que vos estás diciendo alcanza o no para condenar a la otra persona por el delito que ejerció. Cada vez que hay una audiencia, cada vez que te suena el celular y es el número de la fiscalía o el de tu abogada, sentís la parálisis en el cuerpo: es el miedo, es acordarte de todo, las imágenes vuelven. Es un proceso agotador. Ha mejorado mucho, eso no lo podemos negar, pero también es una realidad que hoy en día se está yendo para atrás por falta de presupuesto.
En cuanto a las denuncias, creo que no siempre hay que denunciar. Entiendo que es muy importante hacerlo, porque lo visibiliza y rompe con la impunidad que tiene quien comete este delito, pero también es muy importante cuidarnos. Entonces, denunciamos cuando podemos y cuando queremos, y eso puede llevarnos tiempo. Suelo decir que si esto pasó, por ejemplo, ayer y tenés la posibilidad en el momento de ser consciente de lo que viviste, vayas a un médico para que lo constate y después ves si hacés la denuncia.
-El presidente habló sobre el caso y dijo que deberían aplicarse sanciones ejemplificantes. ¿Sirve el punitivismo en la violencia sexual?
Todo esto que está pasando es político, porque las violaciones son políticas desde el inicio y no político-partidarias. Esto se usa porque en la Ley de Urgente Consideración hay unos artículos que aumentan las penas a los violadores. Pero ¿de qué nos sirve? Eso perpetúa el mito del violador como un extraño, porque de vuelta lo sacamos afuera y así no nos hacemos cargo. Está probado que el punitivismo no tiene ningún tipo de resultado en la mayoría de los crímenes, sobre todo en materia de violencia sexual. Lo que debería pasar es que haya programas en los cuales se trabaje la educación sexual integral y se incentive a los varones a conectarse con su sexualidad de una forma saludable, sin violentar.
-¿Cuáles son los estigmas alrededor de quienes viven violencia sexual y cómo se pueden romper?
Los hechos de violencia sexual son situaciones traumáticas que no deberían pasar. Somos víctimas, y cuando uso el término víctima me refiero a que somos víctimas de un delito, y eso es importante verlo porque no determina toda nuestra vida. Hay muchas creencias en cuanto a las víctimas de violencia sexual: que quedamos rotas, que no vamos a poder disfrutar más de la sexualidad, que se nos arruina la vida. Y no, capaz que no y seguramente no, porque tenemos la capacidad y la resiliencia para salir adelante de estas situaciones y si hay redes y apoyos adecuados, se puede. Una puede resignificar lo que vivió y tener una vida totalmente plena más allá de lo que haya vivido. Es muy importante tener en cuenta que a veces lo que asumimos de las víctimas de violencia sexual puede ponernos en un lugar muy revictimizante, no podemos ser víctimas para siempre de lo que nos pasó. Hay una frase que me gusta mucho que es: «No me definen mis cicatrices o mis heridas, sino mi increíble capacidad de sanar». Hay que poner el foco en que tenemos la capacidad de sanar individual y colectivamente de estas heridas.