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50 años UP: La Editorial Quimantú

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La historia de Quimantú, más allá del mito…

Fuente: https://www.librosybibliotecas.cl/entrevista-maria-isabel-molina-quimantu/

Desde un inicio se desechó la idea de que Quimantú tuviera un financiamiento fijo del EstadoM. Isabel Molina.

Quimantú es un proyecto que, si bien no estaba en el programa de Gobierno inicial, responde a la capacidad política y sentido de oportunidad del propio Presidente Allende. La creación de una editorial estatal nace de la convicción del primer mandatario de crear las bases para facilitar el acceso al libro a grandes sectores de la población que recién aprendían a leer.

El libro Quimantú, prácticas, política y memoria de María Isabel Molina (editora), Marisol Facuse e Isabel Yañez, nos lleva a ese proceso. Y abordan, con rigurosidad y compromiso, la historia del experimento editorial más emblemático de la historia del libro en Chile. Desmitifican algunos rasgos de su funcionamiento, pocos recordaban que Quimantú contaba con escaso financiamiento público y que tenía la obligación de existir por sus propios medios.

Pero, también, valida aspectos emblemáticos de su gestión como el propósito de fortalecer el hábito lector, mejorando las formas de distribución y disminuyendo el precio de los libros, a niveles accesibles para los sectores populares.

La construcción de este libro no fue una tarea exenta de dificultades. El paso del tiempo, la huella del miedo y la persecución, se expresa en las pocas fuentes escritas contemporáneas de Quimantú. Suplieron aquello con testimonios de los propios protagonistas. El resultado es una publicación que revela la corta existencia de una editorial estatal, que pese al contexto atribulado en que le correspondió desenvolverse, marcó por décadas a toda una generación de lectores.

De su libro conversamos con María Isabel Molina:

LYB: ¿Cómo nació este Proyecto de investigar la experiencia de Quimantú que, para muchos en el mundo editorial, es un hito emblemático? ¿Con visos de nostalgia e idealización, se conoce poco de Quimantú o no?

MIM: En el contexto de la confección de mi tesis de Magíster en Sociología del Arte y la Cultura y por mi experiencia desde el mundo de la Historieta y la ilustración, llegué a conocer sobre Quimantú. Mi profesora guía, Marisol Facuse, me propuso ir más allá del ámbito gráfico, que era mi aproximación inicial. Se nos unión Isabel Yañez, y entonces nos abocamos no sólo a investigar la historia de la editorial, agregamos a esto un enfoque en el funcionamiento de los trabajadores y las prácticas editoriales. Postulamos al Fondo del Libro y trabajamos varios años en esta investigación. Demoramos más de lo planificado, por varios motivos, por un lado, los protagonistas son personas mayores y costaba llegar a ellas, en otros casos, no estaban disponibles para hablar.

Recordar era un tema muy doloroso para ellos, otros tenían problemas de memoria, en fin. Esto último nos llevó a hacer un artículo específico sobre la memoria, que es el que cierra el libro y estuvo a cargo de Isabel.

LYB: ¿Con qué fuentes se encontraron?

MIM: De la editorial hay documentación en el Archivo Nacional, todo lo que tiene que ver con los aspectos administrativos del proceso y algunas publicaciones producidas por Quimantú, que están en la Biblioteca Nacional. Pero tampoco hay mucho más, porque todo se botó o muchas cosas fueron quemadas. Aún más, las fuentes son escasas respecto al manejo y decisiones que se tomaron al interior de la editorial. Eso fue una dificultad debido a que gran parte de esta investigación se basa en testimonios orales y, frente a versiones encontradas, por ejemplo, no teníamos otro respaldo para dirimir. Para algunos a Quimantú le estaba yendo fantástico y otros que era un funcionamiento que iba al día a día, que era muy difícil de sostener. No sólo porque le fuera mal por su conducción sino porque era un momento complejo para el país. Otra pregunta compleja de responder, a partir de las escasas fuentes, era si acaso los trabajadores participaban de las decisiones claves o si éstas eran más bien jerárquicas.

Los protagonistas son personas mayores y costaba llegar a ellas, en otros casos, no estaban disponibles para hablar. Recordar era un tema muy doloroso para ellos.

LyB: Quimantú no nace de la nada, es una empresa que parte del fracaso de otra, de la quiebra de Zigzag, por tanto hay un capital importante instalado y el esfuerzo estatal, ese hecho, olvidado por algunos, permite adquirir otra dimensión en el relato …

MIM: Muchas personas creen que la editorial comenzó a funcionar de la nada, como dices, pero Zigzag había sido una empresa de tal envergadura en su momento, venir con ese vuelito no es menor. El taller de prensa era gigantesco, las personas que trabajaban en él, llevaban muchos años y poseían un conocimiento muy específico y valioso. No cualquiera podía llegar y hacer funcionar una prensa. Muchos de los trabajadores se quedaron ahí, les dieron la opción y la mayoría se quedó; además, no hubo ninguna persecución a nadie que pensara distinto. Uno de los testimonios del taller, precisamente, nos dice que había gente de todo tipo de opiniones políticas y que eso no era problema para convivir y trabajar en el día a día.

LyB: ¿Cuál es la fecha de “fundación” de Quimantú?

MIM: En febrero de 1971 el Presidente Allende firma la compra a Zigzag. Hay que decir que este fue un proceso muy cuidado, por el propio Presidente de la República, se ofreció comprarla, se negoció un método de pagos…

LyB: Porque podría haber sido expropiada también… ¿no?

MIM: Claro. Pero recuerda el propio Jorge Arrate, que fue la persona encargada por Allende para hacer las negociaciones que el Presidente le dijo “quiero hacer esto con mucho cuidado porque la cultura es muy delicada, no quiero que se diga que me estoy apropiando de los libros o de la cultura; hay que hacerlo con mucha prolijidad”. Eso demuestra que no hubo un intento de hacer una editorial panfletaria, sino que siempre se pensó en resguardar el pluralismo.

LyB: ¿Pero estas negociaciones para la compra fueron la culminación de un proceso previo no?

MIM: Así es, acá lo primero que ocurrió fue una gran huelga de los trabajadores de Zigzag, producto de la crisis financiera de la editorial; debido al tamaño de la empresa el Gobierno nombró un interventor, que viera el estado real de Zigzag y buscara fórmulas para subsanar la situación. Eso fue lo que hizo Sergio Maurín, el interventor, pero además de ello dio recomendaciones y de ellas surgió la idea de que la editorial podía ser comprada por el Estado.

En febrero de 1971 el Presidente Allende firma la compra a Zigzag. Hay que decir que este fue un proceso muy cuidado, por el propio Presidente de la República, se ofreció comprarla, se negoció un método de pagos…

LyB: El Interventor señor Maurín ¿Tenía alguna relación con el mundo editorial o de los libros?

MIM: No, él era economista, no venía del mundo de la cultura propiamente tal. Entregado su diagnóstico y propuesta de compra él pensaba salir de la empresa, pero la decisión del gobierno fue la de aceptar su propuesta y confirmarlo como Gerente ya que, en su calidad de economista, podía asegurar cierta continuidad de la editorial. Para que ella se auto sustentara en el tiempo, con una visión comercial, en cuanto a venta de libros y otros servicios propios de una editorial. Desde un inicio se desechó la idea de que Quimantú tuviera un financiamiento fijo del Estado.

LyB: Hay que explicar a los más jóvenes, todos muy digitalizados, que para entonces toda la información estaba en papel. Libros, periódicos, diarios, revistas, etc. Incluso grandes instituciones de pensamiento o empresas contaban con sus propias revistas o publicaciones para entrar al debate público, sin depender de los medios. Por tanto, la decisión política de Allende no es menor; la de darle un mandato para que tuviera un funcionamiento con números azules tampoco.

MIM: Si, pero también tenía un mandato de asegurar la pluralidad y dar espacio a opiniones que, hasta ese entonces, no tenían garantía de ser escuchadas. El principio de todo era el pluralismo y la sustentabilidad económica de la empresa. Quimantú, su taller, su prensa, que se arrendaba entregando servicios a otras revistas, incluso para la impresión de medios de derecha.

LyB: ¿Cuál era la estructura de funcionamiento de Quimantú?

MIM: El Director era Sergio Maurín y luego estaban los Jefes de Divisiones: Joaquín Gutiérrez vinculado, incluso familiarmente, a la emblemática Editorial Nascimento; Alberto Vivanco, Jefe de la Edición Periodística; Guillermo Cans, Jefe de la División Comercial, que era el único directivo que venía desde Zigzag y la División Financiera, a cargo de Jorge Maureira. La instancia de Dirección de la empresa estaba marcada por la congestión. Era un comité integrado por 11 miembros, uno de cada uno de las divisiones y el resto representantes de los trabajadores; algo que estaba en el sello del Gobierno de la UP, haciendo de este proyecto empresarial un desafío compartido.

LyB: Por sus frutos los conoceréis. ¿Qué Colecciones tenía Quimantú?

MIM: Tenía una variedad de colecciones, para distintas edades, la más importante era “Minilibros” una colección de clásicos, pensada por Joaquín Gutiérrez, para acercar la literatura a “primeros lectores”. Hoy pensamos que los primeros lectores son niños, pero hay que pensar que en ese contexto todavía había un grado importante de analfabetismo en Chile, por lo que éstos podían ser personas adultas que estaban aprendiendo a leer o no tenían una mayor relación con los libros durante su vida. Hablamos de clásicos, muy baratos y fáciles de transportar, tenían el tamaño y el valor de una cajetilla de cigarros, también se vendían en los quioscos. Libros al alcance de todos sin la necesidad de ir a una librería….

LyB: Las librerías desde siempre han sido escasas…

MIM: Si además hay que pensar que entrar a una librería es una barrera, es un mundo nuevo que intimida al lector ocasional o nuevo lector. Como hoy, las librerías eran pocas, siempre ubicadas en lugares del centro o en los barrios altos, eso era en Santiago como en regiones; funcionando en horarios laborales, donde los trabajadores no podían concurrir, en resumen, puros obstáculos para que una parte de la población pudiera acceder a un libro. El proyecto de Quimantú consideraba esa realidad, no se trataba sólo de hacer libros, sino de ponerlos al alcance de todos.

Desde un inicio se desechó la idea de que Quimantú tuviera un financiamiento fijo del Estado.

LyB: O sea, está bien que se haya pensado en contar con números azules, pero también la editorial pensaba en su colección y la forma de distribución de manera que tuviera un impacto en el hábito lector…

MIM: Exactamente. Otra Colección era Cordillera, libros para lectores un poco más avanzados. También había publicaciones carácter político y social dependiente del Departamento de Ediciones Especiales, con títulos como “Saber para todos”; “Nosotros los Chilenos”; “Camino Abierto”; “Nuestra Historia”; “Ciencia y Educación” y “Debate”. Otra serie era los Clásicos del Pensamiento Social, Cuadernos de Educación Popular… en fin. Estos últimos son bien conocidos, hace poco murió Marta Harnecker que era una de sus autoras principales y tenían contenidos más políticos, más “duros”.

LyB: Esas son colecciones de Libros, pero también las revistas eran una forma de llegar a públicos muy segmentados y específicos…

MIM: Si, una revista Ahora, de tipo informativa; Paloma, para el público femenino; Mayoría, de política y actualidad; Estadio, una revista deportiva que venía desde Zigzag; Onda de corte juvenil; La Quinta Rueda, de contenidos culturales; Cabro Chico, infantil y Saber para Todos que era un almanaque. Algunas de estas publicaciones desaparecieron, incluso de los registros de la Biblioteca Nacional.

LyB: Recordemos que el miedo hizo que mucha gente quemara las publicaciones de Quimantú luego del golpe…

MIM: Claro, por ejemplo, de la Colección Infantil Cuncuna, faltan ejemplares de la Biblioteca Nacional que debieran estar ahí. Lamentablemente no es posible ver la totalidad de las publicaciones de Quimantú.

LyB: La UP la culminación de un proceso cultural iniciado en la época del ’60, en música, literatura y también en la gráfica, mucha intervención urbana por medio de murales, por ejemplo. Nada ajeno a lo que estaba pasando en el resto del mundo. Pero uno, igual, podía distinguir contenidos propios de la identidad chilena y su proceso revolucionario. Quimantú se dio en medio de eso, ¿cuánto de ese proceso podemos apreciar en la historia de la editorial?.

MIM: Mucha. Trabajaban ahí personas que buscaban conectar con públicos que requerían una cierta alfabetización, no sólo en el ámbito de la lectura, sino también en lo social. Por ejemplo, La Firme era una historieta donde trabajaba un grupo de historietistas, bajo la dirección de Alberto Vivanco, sobre temas contingentes. Uno de ellos fue la nacionalización del cobre, se hizo un guion en historieta para explicar el proceso social: Porque era importante para Chile recuperar el cobre, sus beneficios, la forma de extracción del material. Otro número abordaba los Documentos de la ITT; otro explicaba la creación y alcances de la JUNJI, en fin. Los ejemplares de La Firme son los más difíciles de pesquisar porque quizás, por su mensaje básico y formato era el material más “peligroso”. Ese es un buen ejemplo de la innovación que reflejaba Quimantú, ahí está la búsqueda para encontrar nuevos lenguajes, para comunicar lo que estaba pasando y conectarse con nuevos públicos.

Tanta es la conexión con el proceso de cambios que Quimantú implementó un programa denominado: “La Embajada Cultural”, que se hizo sólo una vez, llevaron a La Granja a todo tipo de artistas, sobre todo actores, para hacer de manera colectiva una obra de teatro con pobladores. Un trabajo e terreno que iba más allá de las prensas de impresión. Se pretendía crear cultura desde una perspectiva revolucionaria, sin conceptos conservadores sino para la creación de una nueva forma de entender la creación cultural.

Hablamos de clásicos, muy baratos y fáciles de transportar, tenían el tamaño y el valor de una cajetilla de cigarros, también se vendían en los quioscos. Libros al alcance de todos sin la necesidad de ir a una librería…

LyB: Y este compromiso con el proceso de la UP, nacía de una directriz específica de la institucionalidad gubernamental. Ciertamente no había un Ministerio de las Culturas, pero ¿había una oficina pública que estuviera pendiente de coordinar ese rol más político de la creación artística general?.

MIM: La verdad no vimos algo parecido a eso. El mismo Sergio Maurín recordaba que ellos fueron un par de veces a La Moneda, que los dejaban hacer lo que ellos querían, nunca hubo algún tipo de intervención sobre los contenidos de los libros o las portadas de las revistas. De hecho, una vez, recuerdan, publicaron algo que ridiculizaba un poco a Allende y fue la única vez que recuerdan haber recibido un llamado. Pero nunca hubo un mandato o instrucciones de que tenía que aparecer o no. Quimantú tampoco tuvo mucha relación con otros entes culturales, no había coordinación centralizada.

LyB: ¿Toda esta efervescencia cultural, entonces, fue muy dispersa?.

MIM: Bueno quizás eso sea la explicación de su riqueza y diversidad. La existencia de estas coordinaciones, por ejemplo, a veces paralizan más que estimular acciones. Cada uno de estos espacios de creación cultural, desde la edición, la música, el teatro, el cine, en fin, estaban enfocados, cada uno, en derribar sus propios obstáculos. Especialmente la búsqueda de financiamiento, para dar respuesta a la demanda cultural de un momento sin precedentes en nuestra historia.

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