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TELETÓN: LA CARIDAD COMO NEGACIÓN AL DERECHO A LA SALUD

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En 1978, plena dictadura militar surge la teletón. Se trata de un modelo de beneficencia importado de Estados Unidos, con el fin de recolectar dinero para ir en ayuda de las personas con discapacidad. Pero detrás de este modelo hay una estructura desconocida liderada por un directorio compuesto solo por hombres del mundo de los negocios, y/o de cargos políticos vinculados a coimas y colusiones en favor de la clase capitalista, incluso vinculaciones familiares, y que poco tienen que ver con la medicina y la rehabilitación, siendo hasta ahora desconocidos inclusive los movimientos y la gestión de los recursos que año a año recolecta la teletón, que hasta el año 2019 gestionó casi 180 millones de dólares en activos financieros y físicos. Boric, consciente de las sospechas que envuelven al evento, especialmente se refirió a ello en su discurso en la inauguración del evento donde expresó “la Teletón es una de las instituciones más transparentes de nuestro país”, reivindicando desde la primera magistratura éste enorme operativo estigmatizante de las personas con discapacidad, cuyos manejos han sido cuestionados en más de una oportunidad.

Este modelo de negocio extrae de la clase trabajadora los recursos para el cuidado de las personas con discapacidad, ya sea de sus propios bolsillos, desde las compras a empresas o retails impulsadas por todos los medios de comunicación, o desde las donaciones empresariales que posteriormente serán descontadas de los impuestos de cada empresa. Negocio redondo para las empresas, que al mismo tiempo que lavan su imagen frente a las audiencias “donando dinero” y mostrando su “lado solidario”, pasan posteriormente a descontar parte de la donación a los impuestos que deben entregar al estado, este descuento implica el aumento en la ganancia final.

Y es que este modelo de negocio traído por Mario Kreutzberger, “Don Francisco” que para esa época de dictadura era el animador con mayor arrastre, y quien cumplió con los guiones entregados por militares que justificaban los apresamientos, las torturas y las matanzas cometidas. Éste rol servil a la dictadura fue bien recompensado ya que le significó un ascenso económico sin precedentes, volviéndose el patrón de la solidaridad nacional por medio de un show televisado que romantiza la negación de derechos a quienes sufren una discapacidad.  Es que para los milicos el rol de la teletón y su cara visible “Don Francisco” cumplieron una función política central legitimando socialmente el discurso de la meritocracia, funcional al régimen neoliberal instaurado a punta de fusil, donde el acceso a derechos como la salud es para quienes pueden pagar o puedan despertar la lástima colectiva en un evento anual.

Se utiliza a las personas con discapacidad como sujetos pasivos de caridad y no de derechos, reduciéndolas a historias de tristeza y sobrevivencia, y dejando la responsabilidad completa a la clase obrera. El derecho a la salud -como a la educación, vivienda, salarios y pensiones suficiente- son demandas históricas y urgentes no resueltas, levantadas por el pueblo chileno en la revuelta que se inicia el 18 de octubre, que siguen sin respuesta alguna y en un contexto peor que antes producto de la crisis económica. Las organizaciones sociales, políticas, sindicales, territoriales y estudiantiles necesitamos levantar una instancia independiente de deliberación y resolución de un plan de lucha contra el gobierno para exigir respuesta por parte del estado.

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