Inicio Cultura y Arte Quino y su siembra, por Atilio Boron

Quino y su siembra, por Atilio Boron

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Quino abrió sus alas y voló, dejando tras sí una estela de luminosas enseñanzas. Durante nueve años, en su tira de Mafalda y sus amigos, retrató con maestría la vida cotidiana y los estereotipos de la sociedad argentina de los sesentas y comienzos de los setentas, cuestionados por la niña rebelde, crítica, de oportunos e incisivos comentarios. Luego, cuando en plena dictadura Mafalda tuvo que ser puesta a buen recaudo para que no desapareciera como tantas otras argentinas, su creador amplió el foco de su análisis social y descargó toda su finísima ironía para exponer y denunciar las injusticias de este mundo. El recuerdo que ha dejado impreso entre quienes tuvimos la fortuna de disfrutar de su humor político es imborrable y, me atrevería a decir, casi universal. Digo “casi” porque ignoro si en Asia y África se conocen sus viñetas, aunque creo que en Japón sí. Lo que queda fuera de toda duda es que Quino, con su lápiz y plumín, contribuyó a crear una conciencia crítica con más eficacia y alcance que cientos de sesudos escritos. Fue un incansable sembrador de ideas “incorrectas”, es decir, contestatarias; no conforme con eso fue también un empecinado cultor de utopías. Su sutil burla a las dictaduras, sus hampones y sus beneficiarios y su crítica a la prepotencia de ricos y poderosos, dentro del país y en el terreno internacional, penetró en la conciencia de millones de personas y cambió, para bien, su forma de ver el mundo. Su obra, demostró por enésima vez, la eficacia del humor como instrumento de crítica social ante el cual las clases dominantes se quedan sin respuestas. Sólo atinan a recurrir al “entretenimiento” y tratar de estupidizar a las masas, embotar su cerebro, desconectar sus neuronas, fomentar su ignorancia y pasividad. Todo al revés de lo que hacía el ilustre mendocino, que en la gran mayoría de las veces interpelaba nuestras conciencias sin decir una sola palabra, o hablando en voz baja, como musitando sus dibujos que por eso mismo rugían con voz atronadora. Los ejemplos seleccionados para acompañar esta despedida son elocuentes. Quino, se nos ha ido, pero su inmenso legado permanece entre nosotros como alimento de futuras generaciones y como un acicate en la inconclusa tarea de entender el mundo … y cambiarlo, de una vez por todas. Antes de que sea demasiado tarde.
 
Atilio Boron
Ciudad Autónoma de
Buenos Aires
info@atilioboron.com.ar

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