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PORQUE NO SÉ NADA DE FÚTBOL, VOY A HABLAR DE FÚTBOL

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por Margarita Labarca Goddard 

A todos nos ha llegado el fútbol, incluso a los profanos en la materia. Uno de mis hijos está alojando temporalmente en mi casa porque su familia se fue de vacaciones y él tiene que trabajar.  

Ha traído unos pocos de sus bártulos, ropa, papeles, libros, computadora  y además, como en mi casa no hay televisión porque la detesto, instaló en mi sala una pantalla  gigante de televisión porque no había donde  guardarla sin que se dañara.  

Mi hijo  no es fanático del fútbol, pero este mundial le interesa como a todos. Ha visto un que otro partido y yo lo he acompañado. Y les diré que me he llevado terribles impresiones. 

Desde luego, todos sabemos que el deporte y en especial el fútbol que parece ser el más popular, se ha convertido en un tremendo negocio. Platas van y platas vienen, hasta para que Qatar  consiguiera la sede.  

Pero ahora quiero hablar de otro aspecto que me parece poco analizado: es la tremenda presión, la atroz tensión nerviosa, la angustia paralizante y aterradora  a que a menudo están sujetos los jugadores.  

¿Saben ustedes cuánta gente ha visto o está viendo este campeonato mundial? Pues cinco mil millones de personas, más de la mitad de la población mundial (información de Internet.) Y los equipos más famosos, los más conocidos, los que se supone que deben ganar,  están sometidos  a mayores exigencias y por lo tanto a mayores  presiones y por eso  a menudo pierden. 

Un equipo de menos categoría,  que no es malo puesto que ha llegado hasta allí,  pero no se espera que gane, si pierde no importa pero si gana, es una maravilla. Por ejemplo, yo no sabía aunque a lo mejor ustedes sí, que en Japón se jugaba buen fútbol. Pues si Japón  gana a  es algo extraordinario, aunque a la población japonesa posiblemente no le interese demasiado. 

Pero que Brasil pierda, es algo inimaginable, espantoso, una sorpresa que se convierte en drama mundial y que todo el mundo comenta. 

Para mí lo más atroz son los penales. Ya he visto o sabido de un par de partidos que se deciden por penales. Se supone que los penales  casi siempre se convierten en goles. El arquero que ataja un penal es un héroe, un genio amado y aplaudido por todos. El futbolista que patea un penal  y lo falla, es un réprobo. Ese hombre, ese futbolista, cuando va a tirar el penal, está pensando: “No puedo falla, no voy a fallar, no pudo fallar”, porque sabe que todos sus compañeros, todo su país y cinco mil millones de personas del mundo lo están mirando. Patea y falla.  

Semejante  situación, muy pocas o casi ninguna persona la he experimentado. Ni un general en una batalla, porque no está solo y el resultado no depende únicamente  del minuto  en que él da una orden. Tampoco la sufre  un político que pierde una elección, porque eso es normal.  

Quizás en  otros deportes  haya  cosas parecidas. Por ejemplo, la joven Simone Biles que había sido campeona de gimnasia olímpica en las Olimpiadas de Río de Janeiro en 2016,  estaba previsto que ganaría también  en las Olimpiadas de Tokio de 2020. Pero sin embargo se retiró y abandonó  la competencia, declarando que no podría  resistir  la tensión psíquica  a que estaría expuesta. 

Volviendo al fútbol, les diré que he pensado en el fútbol de otros tiempos. que era menos importante, menos dramático, era una forma de entretenerse, de alegrarse, de olvidarse de preocupaciones cotidianas económicas, de salud, de amores. Pues ahora es otra cosa.  

Hombres que han dedicado su vida entera  a ese deporte, que a lo mejor ganan millones y son estrellas populares, en el segundo  en que por razones nerviosas, mentales, o mala suerte  fallan un penal, pierden toda su vida, su dinero, su prestigio, lo pierden todo. Por cierto que no es exactamente así, pero en ese momento estoy segura de que el futbolista se quisiera morir, que un infarto repentino lo fulminara.  

¿Qué conclusión se puede sacar de esto? Que se deberían cambiar las reglas de los deportes Que se acabe el negocio o al menos que los negocios deportivos no sean tan corruptos. Que no se le otorgue la sede de un campeonato a países como Qatar, y eso no hay para qué explicarlo. 

Que los médicos, psiquiatras y sobre todo psicólogos, estudien la situación, que investiguen o inventen la manera de quitarle a un futbolista estrella, la angustia que lo embarga. Esas cosas creo que se pueden aprender, inculcar. Que les pongan unos audífonos con música tranquilizante o frases que a ellos los apaciguan.  A mí no me pregunten, yo sólo soy abogada. 

Y especialmente que se eliminen los penales y que los empates se diriman de otra manera, no  sé cuál, pero esa otra manera debe haberla. 

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