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¿Podemos Pensar una Economía Discreta?

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¿Podemos Pensar una Economía Discreta?

Igor Parra Vergara* y Patricio Guzmán Sinkovich**

*Arqueólogo

**Economista

Nuestra especie Homo sapiens sapiens es la única especie humana que habita la Tierra, desde hace apenas unos 35 mil años atrás; antes compartimos el planeta con otras especies humanas que han ido desapareciendo a la largo del tiempo.

Podemos hablar de diversas especies humanas que usan tecnologías liticas desde unos 2, 5 millones de años atrás. A partir de ese momento se han desarrollado sucesivas eras de avances tecnológicos, permitiendo a nuestros antepasados no sólo sobrevivir sino reproducirse exitosamente a través de esos últimos 2, 5 millones de años de la historia de la vida sobre la tierra, que comenzó entre 3400 millones de años atrás con los estromatolitos microbacterianos y se consolidó con las primeras cianobacterias hace 2,600 millones de años. Durante el lapso de tiempo en el que tenemos constancia de la presencia organizada de los primeros hominidos, hasta el periodo contemporáneo, la tierra se caracteriza por significativos cambios del clima (ciclos glaciares e interglaciares semiperiódicos).

A lo largo del periodo antrópico, desde 2,5 millones de años atrás, se observan progresivos avances tecnológicos significativos, hasta hace unos 300 años atrás: tecnologías líticas bifaces y de complejización de producción industrial de lascas, la agricultura, la domesticación animal, el trabajo en metales, la navegación a distancia, la ciudad y sus redes de comunicación, la rueda, la mejora constante de los sistemas de armas y la correspondiente organización de la fuerza militar.

Sin embargo, es durante los últimos 300 años que rápidas y múltiples revoluciones tecnológicas son observadas durante el capitalismo -caracterizadas por la máquina a vapor, la electricidad, el uso y transformación química-industrial del petróleo, la electrónica y las inteligencias artificiales. Así en la era contemporánea de la Historia humana, el resultado de nuestra actividad productiva y consumidora es la de ser catalizador de procesos naturales del planeta. Tal catalización no es inocua.

Los fenómenos actuales de cambio climático son aleccionadores. En este sentido podemos hablar que estamos viviendo la era del Homoceno, que se caracteriza por la alteración antropogénica de la orografía de las todas las especies biológicas y del clima.

Existe un amplio consenso sobre el hecho que el crecimiento económico, y el consumo de bienes materiales no es posible hasta el infinito en un planeta con recursos limitados. El medioambiente del planeta Tierra, en el cual vivimos y al cual hemos afectado y transformado, no es inagotable.

La existencia del medio natural que ha permitido el desarrollo de la vida humana, es una condición de la supervivencia de la especie humana misma. Hay antecedentes que permiten distinguir ya en época prehistórica acciones organizadas humanas en las que se producía un discernimiento operativo que afectaba, más allá de la estacionalidad natural de los ciclos reproductivos animales y vegetales, a los procesos de producción. En efecto, a través del análisis arqueológico y de arte parietal europeo occidental se distinguen períodos de caza selectiva, en los que los grupos cazadores recolectores escogen las presas que van a cazar, evitando la muerte de hembras preñadas y de cachorros.

Desde el siglo XVII al siglo XIX, la observación de campo de las tribus norteamericanas de las grandes praderas, especializadas en la caza del bisonte americano, operaban con criterios similares de discernimiento tendente a evitar el agotamiento y extinción de las especies cazadas.

Desde el inicio de las técnicas agrícolas este modo operativo de discernir sobre la mejor manera de conservar el recurso explotado, y sin embargo beneficiarse de él para mantener la capacidad de vida del grupo humano, se ejemplifica en las decisiones sobre la mejor localización de las zonas de cultivo, así como por los periodos de barbecho y descanso cada cierto número de años, que se autoimponen socialmente con el objetivo de no agotar la tierra de cultivo.

El mejor ejemplo de esto último lo muestra el periodo de descanso de la tierra cada siete años en las comunidades israelitas agrícolas del bronce del levante mediterráneo. Por lo anterior podemos proponer una diferencia cualitativa entre los sistemas de producción que siguen meros ritmos discontinuos estacionales, y aquellos en los que la discontinuidad productiva es función de decisiones sociales organizadas con el fin de hacer sustentable y posible la propia actividad económica.

Discontinuidad: descanso reparador

Así, la propuesta de una Economía Discreta tiene el objeto de asegurar la permanencia de la vida humana en el planeta. Se trata de privilegiar los procesos económicos menos dañinos para el medio ambiente, y la cohesión social, para asegurar la sustentabilidad operativa de la actividad económica en su conjunto. Pues, en efecto, todo organismo vivo necesita periodos de interrupción de su actividad. En el propio ser humano a nivel individual, el descanso, la recreación son una necesidad fisiológica.

En lo que respecta al medio ambiente la discontinuidad de los procesos económicos aparece, conceptualmente, como un piso mínimo que proponemos establecer para posibilitar la reparación del daño causado por las externalidades negativas de la producción continua, y masiva, de bienes de consumo. La periodicidad y duración de estas discontinuidades deben ser establecidas en relación a un criterio de necesidad acorde con el daño y los procesos reparatorios a inducir.

Eficacia y Eficiencia.

En Economía Discreta distinguiremos entre Eficacia y Eficiencia de los procesos productivos; las industrias que no se hacen cargo del conjunto de las consecuencias de las externalidades negativas que producen, traspasándolas a la naturaleza o la sociedad, pueden tener una Eficacia incontestada para maximizar la utilidad de los propietarios, en cambio no ocurrir así en la evaluación científico-naturalista, técnica y social de su Eficiencia, que es un concepto holístico que incluye el conjunto de las externalidades negativas, y su efecto a través del tiempo sobre la sociedad, la sustentabilidad del medio ambiente y de la industria misma.

La propuesta de Picketty de tasar impositivamente el transporte de personas, así como la renta de capital y de trabajo, abre espacios conceptuales que permiten formular hipótesis socioeconómicas, que tengan en cuenta la memoria de los sistemas económicos precapitalistas y capitalistas.

En efecto, utilizar esa memoria nos permite dimensionar las escalas de los instrumentos teóricos y de las herramientas que se derivan, para alcanzar una redistribución de las cargas económico-ambientales que permitan a la sociedad humana sobrevivir racionalmente a la crítica situación actual de sobreexplotación de recursos naturales y humanos. Mantener el actual ritmo de producción continua de bienes de consumo, es decir crecimiento continuo y constante del volumen de recursos naturales extraídos y transformados en mercancía, ya ha provocado una alteración significativa de algunos parámetros naturales bio-climáticos, en relación al periodo anterior a la fase capitalista, que grosso modo, puede datarse desde el siglo XVIII.

La solución que denominamos “discreta” o de producción “discontínua” debe generar los mecanismos sustentables de la economía globalizada para hacer posible el mantenimiento y ampliación de la sociedad del bienestar sin daño ambiental ni consumos que derrochen irreparablemente la naturaleza aún disponible. Nos hemos convencido que el cambio estructural de la producción para mercados masivos de consumo puede y debe reorganizarse desde el estado actual de las cosas. Esto implica en primer lugar un análisis crítico del sistema de medición del crecimiento interanual económico.

Nos preguntamos pues ¿Qué ocurriría si se procede a descontinuar tanto el consumo masivo como la producción masiva de bienes? La respuesta es multivariable y podemos exponer una breve lista de procesos contemporáneos que son signos palpables –medibles– de la emergencia de acciones económicas discretas o discontinuas: vacaciones anuales pagadas de los trabajadores, calendario de educación discontinuado anualmente, discontinuidad temporal de la pesca industrial y de la caza mayor y menor (vedas cinegéticas), discontinuidad de la reproducción humana a través de la contracepción, producción agrícola tradicional-discontinuada por ciclos de barbecho-, sistemas de transporte público de pasajeros discontinuados en zonas periféricas urbanas y rurales, discontinuidad de la emisión de programación cultural en los media.

Por el estado actual del globo y del conocimiento científico y técnico que la humanidad dispone, sabemos que socio-políticamente no es posible mantener las condiciones actuales que relacionan la humanidad con la naturaleza.

Por ello es urgente pensar una Economía discreta.

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