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OCHO MILLONARIOS CONCENTRAN TANTA RIQUEZA COMO LA MITAD DE LA POBLACIÓN MUNDIAL

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Ocho millonarios, seis de ellos en Estados Unidos, tienen tanta riqueza en conjunto como la mitad más pobre de la población mundial, alrededor de 3.600 millones de personas, según el último informe sobre la desigualdad global de la organización británica Oxfam.

El informe fue presentado el lunes pasado, en vísperas del Foro Económico Mundial que se lleva a cabo cada año en la localidad alpina de Davos, Suiza, donde se reúne un importante número de las personas más ricas del planeta. El estudio de Oxfam pone de relieve el crecimiento asombroso de la desigualdad social, mostrando que la brecha de ingresos y de patrimonio entre una pequeña élite financiera y el resto de la población mundial se sigue abriendo a un ritmo acelerado.

Con nuevos datos a su disposición, Oxfam revela que la riqueza mundial está incluso más concentrada de lo que se preveía. El año pasado, la organización informó que 62 personas controlaban tanta riqueza como la mitad de la humanidad. En su último informe, la organización señala que “de haber tenido esta nueva información disponible el año pasado, habría mostrado que nueve multimillonarios son dueños de tanta riqueza como la mitad más pobre del planeta.”

Oxfam escribe que, desde el 2015, el 1 por ciento más rico de la población mundial ha controlado más riqueza que el resto del mundo en su conjunto, y que, durante el último cuarto de siglo, el 1 por ciento ha tenido más nuevos ingresos que el 50 por ciento al fondo.

“Lejos de filtrarse hacia abajo, los ingresos y la riqueza están siendo succionados hacia arriba a una velocidad alarmante”, indica el informe. Observa que los 1.810 individuos con patrimonios de más de mil millones de dólares listados por la revista Forbes en el 2016 concentran $6,5 billones, “tanta riqueza como el 70 por ciento de la población más pobre de la humanidad”.

En los próximos 20 años, unas 500 personas dejarán $2,1 billones a sus herederos, una cantidad mayor al producto interno bruto de India, un país con más de 1.300 millones de personas.
Oxfam cita la reciente investigación de Thomas Piketty y otros economistas que indica que, en EE.UU., los ingresos del 50 por ciento más pobre no han crecido en los últimos 30 años, mientras que los ingresos del 1 por ciento más rico han aumentado un 300 por ciento.

El mismo proceso se está dando en los países más pobres del mundo. Oxfam señala que el hombre más rico de Vietnam gana más en un día más que lo que gana la persona más pobre del país en 10 años.
El informe señala el carácter sistemático de dicha succión de riqueza hacia las alturas de la pirámide socioeconómica del mundo. El sector empresarial se dedica a rendirles “ganancias cada vez mayores a los ricos propietarios y altos ejecutivos”, mientras que las compañías “están estructuradas para evadir impuestos, reducir salarios y exprimir a los productores”.

Este proceso involucra prácticas barbáricas y criminales. Oxfam cita un informe de la Organización Internacional del Trabajo que estima que son 21 millones las víctimas del trabajo forzoso, generando alrededor de $150 mil millones en ganancias cada año. Todas las empresas más grandes de ropa están asociadas con hilanderías de algodón en India que utilizan rutinariamente el trabajo forzoso de niñas.

Los pequeños agricultores también están cayendo cada vez más en la pobreza. En la década de 1980, los agricultores de cacao recibieron 18 por ciento del valor de una barra de chocolate, en comparación con sólo el 6 por ciento hoy.
Las 69 entidades económicas más grandes del mundo ahora son empresas, no países, lo cual dictamina el grado de poder de las corporaciones. Otra cifra contundente es que las 10 empresas más grandes del mundo, incluyendo a compañías como Wal-Mart, Shell y Apple, tienen ingresos combinados superiores a la suma de los ingresos de 180 gobiernos.

A pesar de que los autores evitan condenar al sistema de lucro directamente, sus resultados dan un veredicto impresionante sobre el capitalismo. Resumen con datos y cifras dos procesos centrales detallados por Karl Marx, el fundador del socialismo moderno.

En El capital, Marx explica que la lógica objetiva del sistema capitalista, basándose en el afán de lucro, es concentrar cada vez más riqueza en un polo de la sociedad y pobreza, miseria y degradación en el otro. En el Manifiesto comunista, explica que todos los gobiernos no son más que los comités ejecutivos para los asuntos de la clase capitalista.

Las políticas fiscales y las otras medidas “favorables para las empresas” adoptadas por gobiernos alrededor del mundo son ejemplos de este hecho. El informe de Oxfam señala que el gigante de la tecnología Apple es acusado de haber pagado impuestos de tan sólo un 0,005 por ciento de sus ganancias en Europa.

Los países en desarrollo pierden alrededor de $100 mil millones al año como consecuencia directa de la evasión de impuestos y exenciones a empresas. Sólo en Kenia, el gobierno pierde $1.100 millones en ingresos cada año por exenciones fiscales, lo que equivale a casi el doble de su presupuesto anual para la salud.
Dichas políticas fiscales van mano a mano con la evasión fiscal y otras prácticas criminales. El informe cita al economista Gabriel Zucman, quien estima que actualmente hay $7,6 billones escondidos en paraísos fiscales. África pierde $14 mil millones en ingresos estatales por año debido a los paraísos fiscales: lo suficiente como para pagar por la atención médica de 4 millones de niños y para contratar a tantos docentes que ningún niño en África se quedaría sin ir a la escuela.

El documento de Oxfam sí omite algo muy importante sobre la aceleración de la desigualdad. No menciona lo claves que han sido las políticas de los gobiernos y bancos centrales de las economías más avanzadas en entregarles billones de dólares a los bancos, las corporaciones y las élites financieras a través de rescates bancarios y medidas de “expansión cuantitativa” desde el estallido de la crisis financiera mundial del 2008.

Una discusión sobre estos hechos expondría realidades políticas incómodas. El informe comienza con las palabras del presidente estadounidense, Barack Obama, dichas el año pasado ante la Asamblea General de las Naciones Unidas, donde menciona que no es nada estable que el uno por ciento de la población posea tanto patrimonio como el otro 99 por ciento.

Las políticas de su gobierno, sin embargo, han jugado un papel crítico en la creación de un mundo tan desigual. Después de rescatar a la oligarquía financiera de la crisis, la cual resultó de las actividades criminales propias de esta élite, el gobierno de Obama y el banco central de EE.UU. continuó enriqueciendo a estas capas, convirtiéndose en una fuente de dinero extremadamente barato para inflar el valor de sus activos.

Bajo Obama, el crecimiento de la desigualdad que ya se venía dando por varias décadas se aceleró, al mismo tiempo en que la clase gobernante se sumergió en prácticas parasitarias y criminales. Su propio gobierno sentó los últimos bloques para que la oligarquía financiera tomara las riendas del poder directamente con la presidencia del magnate de casinos y bienes raíces, Donald Trump.

El informe fue primordialmente motivado por el miedo a las consecuencias políticas de los niveles cada vez más altos de desigualdad y por el deseo de desviar el enojo social por vías inofensivas. Por ende, propone la perspectiva de una “economía humana” con base en el mercado capitalista, bajo la esperanza de que las corporaciones y los gobiernos cambien su mentalidad.

Lo absurdo de esta perspectiva, proveniente del desacreditado fabianismo británico que ha dominado el pensamiento de la burguesía inglesa por más de un siglo, puede verse en el hecho de que el informe está dirigido a las élites financieras reunidas en el Foro de Davos, llamándolas a cambiar de actitud.

Esto no solo se ve reflejado en las cifras presentadas, sino que en la experiencia histórica también. Hace un cuarto de siglo, después de la disolución de la Unión Soviética, el triunfalismo capitalista colmó el ambiente. Al librarse de los obstáculos que presentaba la URSS y siendo capaz de dominar el mundo, la democracia liberal capitalista pretendió demostrarle a la humanidad lo que podía hacer.

Y sin duda lo hizo. Sumió al mundo en una desigualdad con niveles de riqueza verdaderamente obscenos, en opresión con formas cada vez más antidemocráticas de gobierno, en las actividades criminales desde las cúpulas económicas y políticas y en la cada vez más ominosa posibilidad de una tercera guerra mundial.

Este periodo histórico también pone de relieve la importancia del centenario de la Revolución Rusa. A pesar de la traición a manos de la burocracia estalinista, la Revolución Rusa demostró para el resto de los tiempos que un mundo más allá del capitalismo y sus males sociales es tanto posible como necesario. Sus lecciones tienen que guiar las inmensas luchas sociales que resultarán de las condiciones sociales detalladas en el informe de Oxfam.

(Fotografía, Alejandro Muñoz)

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