por Franco Machiavelo
Cuenta una vieja leyenda que los perros guardianes cuidan las mansiones de los ricos. Viven afuera, bajo la lluvia o el sol, defendiendo con furia lo que nunca les pertenecerá. Reciben sobras, migajas, alguna palabra amable… pero jamás un lugar en la mesa. Su destino es ladrar por el amo, no por sí mismos. Y así viven, orgullosos de una fidelidad que solo perpetúa su esclavitud.
Esa imagen resume a la perfección el comportamiento de muchos partidos políticos y operadores del poder. Se presentan como defensores del pueblo, pero son guardianes de las fortunas ajenas. Hablan de justicia social mientras firman pactos con los mismos que generan la injusticia. Son quiltros del sistema, domesticados por el dinero, los cargos, las embajadas, los pitutos y las promesas de estabilidad.
Han aprendido a ladrar cuando se les ordena y a callar cuando el amo habla. Algunos incluso creen que su obediencia los dignifica. Pero lo único que hacen es mantener la estructura del dominio económico y político, reproduciendo un modelo donde unos pocos deciden y la mayoría obedece.
Los poderosos no necesitan látigos: tienen guardianes disfrazados de servidores públicos, que administran el mismo orden que dicen combatir. La hegemonía se mantiene no por la fuerza, sino por el consentimiento fabricado, por la ilusión de que la política es libre, cuando en verdad está controlada por los mismos intereses que saquean y privatizan todo.
La sociedad ha sido adoctrinada para ver la desigualdad como normal, el abuso como inevitable, la miseria como culpa individual. Y los “representantes del pueblo” ayudan a sostener esa mentira, hablando de progreso mientras el pueblo sigue viviendo con sueldos miserables, pensiones de hambre y deudas eternas.
Hoy las elecciones parecen escritas de antemano: un camino pavimentado para la ultraderecha, decorado por los mismos que fingen oponerse a ella. Porque cuando los que debían representar a los de abajo se vendieron al poder, dejaron vacía la trinchera. Y en ese vacío crece el miedo, la frustración y la tentación del autoritarismo.
La leyenda de los perros guardianes es más que un cuento: es una advertencia.
Mientras los quiltros sigan cuidando las mansiones de los ricos, el pueblo seguirá temblando afuera, esperando una justicia que nunca llega.
Solo el día en que esos perros se miren entre sí, se reconozcan como iguales y comprendan que no hay libertad posible cuidando la casa del amo, ese día podrán dejar de ser guardianes y convertirse en constructores de un nuevo mundo.
Porque la verdadera rebeldía no es ladrar por el amo, sino morder la cadena que te ata.












Con su permiso, la frase:-La sociedad ha sido adoctrinada para ver la desigualdad como normal, el abuso como inevitable, la miseria como culpa individual-. describe perfectamente el problema de salud que padece la sociedad chilena, especialmente el sector de los asalariados, que son bastantes. Si supieran que su patrón les tiene asco; no les da la mano para no contagiarse, y que le importa un carajo si en Invierno pasan frío. Y eso porque para el patrón todos los trabajadores son perros.