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Las vidas de los explotados importan

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por Gustavo Burgos

Si el nuestro fuese un país socialista, democrático, gobernado por los trabajadores y en el que la explotación del hombre por el hombre estuviese proscrita, personajes como Mañalich o Piñera  -responsables de una política que ha significado la muerte de más de 6000 personas- habrían de seguro tenido que enfrentar un pelotón de fusilamiento. Pero como estamos gobernados por una minoría explotadora, una plutocracia servil a los intereses del imperialismo, debemos conformarnos con un cambio de Ministro.

Al igual que los animales, las clases sociales aprenden de sus experiencias y si estas resultan satisfactorias tienden a repetirlas porque en ello está el futuro de su especie. Bajo este paradigma de sobrevivencia, la burguesía chilena viene practicando, para legitimar su régimen de dominación de clase , acuerdos. Nada más que eso, la fatuidad y banalidad comercial proyectada como categoría política y valor democrático. Acuerdo Nacional para salvar el régimen de Pinochet el 86, “Política de Acuerdos” durante Aylwin, grandes acuerdos con Lagos y el Acuerdo por la Paz el 15 de noviembre pasado, para salvar a Piñera y doblegar el levantamiento popular del 18 de octubre.

En un par de horas, el canalla que tenemos por Presidente se dirigirá al país en cadena nacional para proclamar un nuevo Acuerdo Nacional, el mismo aparece suscrito por ChileVamos, la DC, el PPD y el PS . Con un ajuste miserable al ingreso mínimo nacional, algún retoque tributario, la referencia a miles de millones de dólares y un par de declaraciones estentóreas sobre la clase media y los más necesitados, el régimen pretende cohesionarse para seguir atacando a los trabajadores. Seguirán obligando a los explotados a sacrificar su vida y la de sus familias, seguirán atribuyendo la catástrofe humanitaria que hiere a nuestra sociedad a nuestra falta de cultura e incapacidad para comprender las instrucciones que emanan de las autoridades. Los patrones seguirán legitimando su derecho a vivir a expensas de la vida y de la miseria de la mayoría trabajadora.

Si bien es cierto este nuevo Acuerdo Nacional no cuenta con el explícito concurso del Frente Amplio ni del PC, ello no significa que estos últimos pasen a interpretar a los trabajadores y a jugar un papel opositor al régimen. Seguirán siendo -algunos de la ex Nueva Mayoría también- opositores a Piñera, pero defensores del «orden democrático», sustentadores de la «participación ciudadana», «profundizadores de la democracia» y otras lindezas con las que se han acostumbrado a disimular su papel de comparsa de los negocios del gran capital.

Este nuevo Acuerdo Nacional carece de la épica de aquel del 15 de noviembre, no tendrá fotos, no habrá historias de pasillos ni tendrá niños terribles disputando el micrófono. Y es así porque indefectiblemente está condenado al fracaso. Es más, sus propios impulsores saben que este acuerdo no servirá ni para cumplir sus fines aparentes de respuesta a las necesidades sociales, ni tampoco a sus fines reales: terminar de aplastar pueblo. Este acuerdo es un simple respiro para seguir adelante con la carnicería de la inmunidad del rebaño, las cuarentenas dinámicas y los miles de muertos que se acumularán en los hospitales de aquí a septiembre como mínimo.

En este contexto debemos afirmar, parafraseando a los nobles luchadores norteamericanos del «black lives matter», que las vidas de los explotados importan. Y porque nuestras vidas importan, importan en Chile y en todo lo ancho del orbe martirizado por la pandemia capitalista, hemos de ponernos en pie y salir a la lucha. Hay algunos compañeros, confundidos por el proceso, que creen que este es el momento de orientarse a la intervención electoral. Se basan para ello en el calendario patronal que dice que de aquí a diciembre del próximo año hay -a lo menos- 5 procesos electorales: los del plebiscito, elecciones municipales, de gobernadores, parlamentarias y presidenciales. Es más, algunos han formalmente planteado la necesidad de un frente electoral de la izquierda, como el Frente de la Izquierda y los Trabajadores en Argentina.

Discrepamos de tal perspectiva. No creemos que los trabajadores vean tal orientación como necesaria en esta situación. Muy por el contrario, creemos que tal perspectiva electoral sólo llevará agua al molino desmovilizador que se activara con el Acuerdo por la Paz. El debate del activismo de izquierda debe realizarse de cara a los trabajadores y encontrar en los órganos que hoy se están levantando, las ollas comunes y asambleas populares que han surgido en respuesta al hambre, una respuesta.

Llegar a esas ollas comunes y asambleas con una lista de candidatos contribuirá a profundizar la dispersión del movimiento, y eso ocurrirá porque la necesidad del mismo es su unificación en la perspectiva de un plan general de movilización. Desde noviembre del año pasado hasta la fecha, la burguesía ha aprobado -con mínimos disensos- leyes para criminalizar la protesta social (antibarricadas, antisaqueos), para barrer con el derecho del trabajo (ley de suspensión de la relación laboral), para militarizar la vida social (de inteligencia y de instalaciones estratégicas), para impedir el manejo de la cuenta de capitalización individual (corralito de las AFP). En definitiva, mientras han mandado a la muerte a 6000 personas, el régimen a mandado también a la miseria de la cesantía, a más de un 20% de la fuerza laboral (Gran Santiago). Más de un millón de trabajadores en el último mes.

Ante esta brutal ofensiva es imprescindible la unidad, pero no una unidad de papel para figurar en una papeleta electoral. La unidad que requerimos es una unidad de clase que enfrente la unidad patronal que campea desde La Moneda. Esta unidad debe hacerse cargo de los miles de organismos de resistencia al hambre que se están desarrollando a lo largo de todo Chile. Porque de norte a sur el hambre se ha instalado como el prioritario problema de las familias obreras y tal hambre es el combustible del nuevo levantamiento popular que se incuba en las grietas de la profunda crisis social que sacude a nuestra sociedad. 

La burguesía ha resuelto sus disensos internos. La aguzada pluma de Felipe Portales nos recordaba hace un tiempo una idea expresada por Arnold Harberger (Adlátere de Milton Friedman): «Estuve en Colombia el verano pasado participando en una conferencia, y quien habló inmediatamente antes de mí fue el ex presidente Ricardo Lagos. Su discurso podría haber sido presentado por un profesor de economía del gran período de la Universidad de Chicago. El es economista y explicó las cosas con nuestras mismas palabras. El hecho de que partidos políticos de izquierda finalmente hayan abrazado las lecciones de la buena ciencia económica es una bendición para el mundo» («El País», España; 14-3-2007).

Tal es el orden de cosas hoy en Chile. El régimen burgués tiene a su merced no solo como sirvientes, tiene de rodillas a toda la oposición parlamentaria a Piñera. Ese es el sentido de este nuevo y anémico Acuerdo Nacional. Somos ahora los trabajadores quienes tenemos la palabra recuperando las organizaciones históricas empezando por la CUT y construyendo nuevas organizaciones, habremos de superar esta crisis que es para nuestra clase principalmente una crisis de dirección política. Que el nuevo levantamiento -unido al levantamiento de los explotados del mundo entero- porte las banderas de la revolución socialista, de un gobierno de los trabajadores que expropie a la burguesía y derrote al imperialismo. Esa es nuestra tarea.

(el autor es Director de la revista El Porteño)

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