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La guerra comercial entre Estados Unidos y China está lejos de haber terminado

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Jacobin

Daniel Cheng

Traducción: Florencia Oroz

Donald Trump y Xi Jinping se reunieron en Corea del Sur para llegar a un acuerdo que ponga fin a la guerra comercial entre sus dos países. Pero China demostró haber aprendido de su rival cómo utilizar su peso económico como arma.

Imagen: A pesar de la caracterización de Donald Trump de la reunión de ayer con Xi Jinping como un «12 de 10», las disputas sobre los elementos de tierras raras entre las dos potencias sugiere que es probable que venga lo peor del conflicto geoeconómico. (Andrew Caballero-Reynolds / AFP a través de Getty Images)

Los dos hombres más poderosos del mundo, Donald Trump y Xi Jinping, concluyeron hace pocos días su primera reunión presencial desde 2019. El encuentro representa una breve tregua entre Estados Unidos y China tras meses de intenso conflicto geoeconómico. A cambio de la ayuda china para combatir el fentanilo, Trump acordó reducir al 10% los aranceles sobre las exportaciones chinas. Estados Unidos también acordó una pausa de un año en la ampliación prevista de las sanciones, y China respondió con una pausa similar en los controles de exportación de minerales de tierras raras anunciados recientemente.

Ambas partes también acordaron un aplazamiento de un año de las tasas portuarias recíprocas para los buques relacionados con China y Estados Unidos. China reanudará las compras de soja estadounidense y se comprometerá a encontrar una solución a las preocupaciones estadounidenses sobre la propiedad de Tiktok.

Es positivo que Estados Unidos y China hayan logrado finalmente encontrar algunos puntos en común. Sin embargo, un análisis más detallado de la trayectoria general de las relaciones entre ambos países muestra que hay pocos motivos para el optimismo. Tras décadas de «Chimerica» —el sueño liberal de unos lazos económicos cada vez más estrechos entre las dos mayores economías del mundo—, Estados Unidos y China se encuentran inmersos en un proceso de desvinculación de sus cadenas de suministro y de fortificación de sus mercados para eliminar las dependencias mutuas.

Aranceles y comercio

Trump inició la guerra comercial en su primer mandato con gran fanfarria, acaparando los titulares cuando él y su equipo anunciaron la muerte de la globalización. Pero en comparación con la guerra comercial actual, el anterior conflicto comercial de Trump fue apenas una escaramuza. Durante el primer mandato del presidente, los aranceles promediaron apenas un 20% y solo se aplicaron en su segundo año, tras meses de investigaciones en virtud de los artículos 232 y 301.

En contraste con su relativa moderación anterior, Trump entró con fuerza en su segundo mandato y mostró mucho menos respeto por los procedimientos legales. Los aranceles del «Día de la Liberación» de abril de Trump invocaron la Ley de Poderes Económicos de Emergencia Internacional para evitar una investigación prolongada, a pesar de que la ley se reserva para emergencias nacionales. Los aranceles iniciales del Día de la Liberación sobre China ascendieron al 54%, pero la escalada de represalias alcanzó rápidamente un máximo del 145%, a lo que Xi Jinping respondió imponiendo gravámenes del 125% sobre los productos estadounidenses. Aunque ambos países se alejaron rápidamente del precipicio de un embargo comercial de facto, los aranceles estadounidenses, con un promedio de alrededor del 57%, se mantuvieron después del tira y afloja del Día de la Liberación.

Esta reciente reunión condujo a una reducción de los aranceles del 10%, lo que situó la media en el 47%. Es poco probable que esta pequeña distensión revierta los importantes cambios en los flujos comerciales mundiales provocados por la segunda fase de la guerra comercial. Entre abril y junio, el comercio bilateral entre Estados Unidos y China cayó en 41 000 millones de dólares, lo que supone un descenso interanual del 23%. A medida que los exportadores chinos se han retirado de Estados Unidos, han encontrado mercados sustitutivos en Europa y Asia, un cambio que no parece ser un mero transbordo a Estados Unidos a través de terceros países.

Hay buenas razones para pensar que estos países no podrán sustituir a Estados Unidos a largo plazo, dado su menor poder adquisitivo y su renuencia a absorber los enormes superávits comerciales de China. Y a pesar de la caída del comercio, Estados Unidos y China siguen manteniendo la mayor relación comercial bilateral del mundo. No obstante, la reducción del 10% sigue dejando un arancel masivo del 47%, y el uso precipitado de esta sanción económica por parte de Trump significa que esta cifra puede dispararse en cualquier momento. Debemos esperar una mayor desvinculación del comercio bilateral en el futuro.

Sanciones económicas a través de la lista de entidades

Aunque los aranceles han atraído mucha más atención, la «lista de entidades» ha sido un arma aún más impactante en la guerra económica estadounidense. La lista de entidades es publicada por el Departamento de Comercio e incluye a personas, instituciones y empresas extranjeras que están sujetas a estrictos requisitos comerciales y sanciones. Todas las empresas, incluidas las no estadounidenses, deben obtener licencias del Gobierno de Estados Unidos para exportar a las partes que figuran en la lista de entidades y se enfrentan a multas elevadas o penas de prisión por infringir estas restricciones.

La Lista de Entidades pasó a ocupar un lugar central en el conflicto entre Estados Unidos y China en mayo de 2019, cuando Trump añadió a la lista al gigante tecnológico chino Huawei, privándole así del acceso a una amplia gama de componentes de hardware, software y propiedad intelectual estadounidenses. La administración Trump siguió rápidamente con una ampliación de la lista en octubre, justificada por las violaciones de los derechos humanos cometidas por China contra los uigures en Xinjiang.

Estados Unidos volvió a atacar a Huawei en agosto de 2020 con la ampliación de la Norma sobre productos directos fabricados en el extranjero (FDPR). Estas normas otorgan a Estados Unidos el control extraterritorial del comercio de productos fabricados en el extranjero si utilizan tecnología estadounidense, independientemente de si llegan a tocar las fronteras estadounidenses. Dado que casi todos los semiconductores avanzados requieren tecnología estadounidense en algún momento, la FDPR supuso una afirmación del control estadounidense sobre toda la cadena de suministro de semiconductores.

La administración Biden continuó la tendencia de Trump de imponer sanciones económicas a China, pero de una manera más específica. Se añadieron a la lista de entidades específicas empresas que se consideraba que estaban ayudando a la invasión de Ucrania por parte de Rusia. Y lo que es más importante, Biden inició en 2022 una ofensiva total contra la industria china de semiconductores, revelando sucesivas rondas de nuevas restricciones a la exportación de chips hasta su última semana en el cargo.

Septiembre marcó la última escalada de los controles de exportación de EE. UU. con el anuncio de la «Regla de Afiliación», que habría añadido decenas de miles de organizaciones más a la Lista de Entidades. Aunque los funcionarios del Gobierno de EE. UU. pueden haber considerado esto como un simple cierre de lagunas legales, la nueva norma enfureció a China y probablemente provocó los nuevos controles de exportación de minerales de tierras raras de la República Popular. Afortunadamente, en esta reunión se llegó a una tregua en la que ambas partes acordaron retrasar sus respectivos controles de exportación durante un año. Aunque evitar una escalada importante es motivo de celebración, esta tregua es solo temporal y no anula ninguna de las sanciones draconianas ya aplicadas anteriormente.

La continua expansión de las sanciones estadounidenses ha causado daños a las empresas chinas, pero también ha motivado a la República Popular a avanzar hacia la autarquía tecnológica. El nuevo plan quinquenal del Gobierno chino redobla su compromiso con la autosuficiencia tecnológica. La necesidad es la madre de la innovación y Huawei se ha visto obligada a crear alternativas nacionales ahora que se ha visto aislada de la tecnología estadounidense. La pérdida del acceso al sistema operativo Android motivó a Huawei a acelerar el desarrollo de su alternativa, HarmonyOS, que ahora tiene una cuota de mercado mayor que AppleOS en China.

Aunque los controles a la exportación de chips impuestos por Joe Biden tenían como objetivo frenar el avance de China en el ámbito de los semiconductores avanzados, es posible que hayan logrado lo contrario. El Estado chino llevaba mucho tiempo queriendo promover una cadena de suministro de chips integrada verticalmente, pero se enfrentaba a la resistencia de las empresas tecnológicas nacionales, que preferían abastecerse de los mejores proveedores occidentales.

En esencia, Estados Unidos ayudó al Partido Comunista de China a lograr lo que este no podía conseguir por sí solo: obligar a las empresas tecnológicas chinas a abastecerse de sus propios proveedores nacionales. Sin acceso a los proveedores occidentales de chips, el ecosistema de semiconductores de China se ha desarrollado rápidamente en los últimos años. Las empresas nacionales que inicialmente fueron descartadas por sus competidores occidentales superiores, de repente obtuvieron una enorme demanda por parte de los gigantes tecnológicos chinos. El ecosistema de semiconductores de China aún está lejos de ser puntero, pero las sanciones estadounidenses lo han hecho mucho más resistente y autosuficiente.

Tierras raras

Desde los vehículos eléctricos hasta los aviones de combate, los elementos de tierras raras (REE, por sus siglas en inglés) son insumos esenciales para casi todos los productos tecnológicos modernos. Aunque los REE son en realidad abundantes desde el punto de vista geológico, China tiene casi el monopolio de los procesos de refinado que hacen que el mineral de tierras raras sea utilizable en la producción industrial. Con la mirada puesta en el poderoso régimen de sanciones económicas de Washington, Pekín ha tratado de construir el suyo propio aprovechando este crucial cuello de botella de la cadena de suministro.

La primera vez que Pekín utilizó las sanciones sobre los REE fue contra Japón en 2010. Sin embargo, el poder de esta arma económica ha alcanzado una importancia mundial en los últimos años. En respuesta a los aranceles de la Sección 232 impuestos por Trump a principios de abril, China impuso requisitos de licencia de exportación a varios REE, lo que obligó a las empresas a pasar por un oneroso proceso de solicitud para adquirir importaciones. Estos controles provocaron rápidamente perturbaciones en la cadena de suministro que llevaron al cierre de fábricas. El conflicto se resolvió cuando Trump retiró algunos de sus aranceles y China concedió licencias de exportación de REE a empresas estadounidenses no militares. Sin embargo, estas licencias solo tienen una vigencia de seis meses y están a punto de caducar.

Las sanciones sobre los REE volvieron a surgir a principios de octubre, solo unas semanas antes de la reunión entre Trump y Xi. En respuesta a la ampliación de los controles de exportación estadounidenses, China dio a conocer nuevos controles de exportación de REE que eran mucho más agresivos que cualquier otro visto anteriormente. Estas nuevas sanciones de gran alcance podrían exigir la aprobación china para el comercio de cualquier producto que contenga incluso trazas de REE chinos, incluso si ese comercio no involucra a empresas chinas ni cruza las fronteras chinas.

En la interpretación más maximalista, esto podría dar a China poder de veto sobre todo el comercio mundial de productos tecnológicos. Estos recientes controles a la exportación fueron el uso más amplio de sanciones económicas por parte de China hasta la fecha. No solo podrían aplicarse a una amplia gama de productos, sino que siguen el ejemplo de Estados Unidos al permitir a Xi regular el comercio entre países más allá de las fronteras de China.

La reunión dio lugar a una pausa de un año en estos nuevos controles sobre los REE. Dada la amplitud de estos controles, no es de extrañar que China diera marcha atrás. La amplitud de las sanciones significaba que muchos otros países se veían atrapados en el fuego cruzado. En algunos casos, esta vulnerabilidad ha reforzado la determinación de reducir la dependencia de China. Es evidente que la República Popular no previó esta reacción, y respondió con múltiples declaraciones que moderaron su tono. Además, es poco probable que Pekín pueda realmente aplicar estos controles a la exportación, dada su amplia alcance y la relativa falta de experiencia de China en el uso de este tipo de arma económica.

Pero, a pesar de este alto el fuego temporal, Occidente ha actuado con rapidez para cubrir esta evidente vulnerabilidad de la cadena de suministro. Al principio del segundo mandato de Trump, el Departamento de Defensa adquirió una participación en MP Materials, una empresa estadounidense dedicada a las tierras raras, en un intento por reactivar la capacidad de producción de tierras raras de Estados Unidos. La empresa australiana Lynas está contribuyendo de manera similar a reducir la dependencia de los REE chinos. Además, algunas empresas están buscando soluciones de ingeniería para reducir por completo la necesidad de REE.

No está claro qué éxito tendrán estos esfuerzos, dada la larga atrofia de la capacidad de producción de REE en Occidente y la escasez geológica de ciertos REE específicos. Del mismo modo que las sanciones estadounidenses sobre los semiconductores motivaron a China a consolidar una cadena de suministro autosuficiente, los controles de exportación chinos podrían revitalizar la industria occidental de las tierras raras.

A pesar de las continuas hostilidades entre Estados Unidos y China, la tregua actual es bienvenida, aunque solo representa un pequeño alivio de las crecientes tensiones que se han desarrollado entre ambas naciones en los últimos años. Si bien Trump calificó la reunión como un «doce sobre diez», las pocas concesiones que le arrancó a Xi —cambios menores en las tasas portuarias y los aranceles sobre la soja, por los que presionaron los agricultores estadounidenses— son relativamente insignificantes.

China y Estados Unidos suspendieron sus planes de imponer las sanciones económicas más importantes, pero se trata solo de una retirada temporal. No está claro si esta breve tregua de un año se mantendrá realmente. La naturaleza caprichosa de Trump significa que el acuerdo podría romperse por cualquier desaire percibido. Nada en las discusiones abordó las tensiones fundamentales creadas por el intento de Estados Unidos de mantener su primacía mundial, las políticas industriales y comerciales de China y los conflictos sobre Taiwán y el Mar de China Meridional.

Las relaciones entre Estados Unidos y China siguen por un camino peligroso, con cada parte tratando de aislarse de la otra. No hay nada en la cumbre entre Trump y Xi que indique que esta trayectoria descendente vaya a cambiar. En el mejor de los casos, podemos esperar que la guerra económica no se convierta en una guerra real.

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