Inicio Formación Política Juan Carlos Gómez Leyton: EL ESTADO NEOLIBERAL HOBESSIANO FALLIDO, CHILE DEL COVID-19

Juan Carlos Gómez Leyton: EL ESTADO NEOLIBERAL HOBESSIANO FALLIDO, CHILE DEL COVID-19

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Breve comentario sobre la realidad política chilena en su momento histórico de Covid-19. Sin lugar a dudas, la pandemia que afecta a la formación social chilena ha dejado al descubierto, según algunos analistas, las condiciones precarias de la salud pública y el abandono de parte del Estado de ella. Sostenemos en nuestro comentario que ello no es ninguna novedad pues desde la instalación de la forma de estado neoliberal este ha entregado todas las funciones propias del Estado keynesiano y benefactor al capital privado. Por lo tanto, resulta una imposibilidad histórica y política que el actual bloque dominante que hoy dirige al Estado y a la sociedad, pueda confrontar la pandemia que no sea con políticas neoliberales. La acción del Estado la defino como la de un Estado Hobessiano Fallido. Partamos del supuesto que el Estado Hobessiano se en carga de dar protección tanto a la propiedad privada como a la vida de los ciudadanos. El Estado neoliberal chileno, solo protege todo lo que tenga que ver con la reproducción del capital ya sea, productivo, mercantil o financiero, blindando a la clase propietaria y sus medios: empresas, industrias, etcétera y por cierto, al mercado. Y, deja en una total desprotección social a la «fuerza de trabajo», o sea, a las y los trabajadores y a la ciudadanía popular. De allí que es un estado hobbessiano fallido. Pues, el estado hobessiano, el Leviathan, un protector integral. Ello explica que los ciudadanos cedan su soberanía al Estado. El Estado neoliberal, nunca desde su instalación ha sido un estado débil, todo lo contrario el Estado ha sido central en la imposición del padrón neoliberal de acumulación desde 1975 hasta la actualidad. Además, esta forma Estatal es negadora y opositora, al Estado social-benefactor-keynesiano precario o pobre del Chile siglo XX, aquel que entrego derechos sociales y económicos a los sectores trabajadores y populares. En consecuencia, es políticamente un inconducente demandar al Estado actual que cambie su forma de operar. Por otro lado, durante esta coyuntura histórica es posible observar la pesada tradición estatista de la sociedad civil chilena o de una parte significativa de ella. Muchos hoy demandan al Estado, protección. Este, por cierto, los ignora. La única forma que esa entidad que nombramos como Estado haga algo distinto es destruyendo su forma actual y, tal vez, reemplazándolo, por otra. Sería interesante que este tiempo de encierro nos permita pensar otra forma de organización política de la comunidad, que nos permita superar a esto que nombramos desde hace milenios como Estado.

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