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INDIVIDUALISMO Y CINE

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Pepe Gutiérrez-Álvarez

Entre las numerosas películas que en las últimas décadas del siglo pasado incidieron en el conversión individualista en la sociedad general y entre la propia izquierda, destaca por su claridad expositiva “Reencuentro” (the big shill, 1983, USA) obra emblemática del interesante Lawrence Kasdan (convendría revisar Gran Canyon, un duro a retrato de un mundo habitado por “muchedumbres solitarias”) sobre la historia de antiguos luchadores de los sesenta vuelven a reunirse con ocasión de las exequias de uno de ellos que no se había arrepentido (un persona que fue interpretado por Kevin Costner pero que desapareció en el montaje final), y que acaban llamando a la policía para solventar un problema de “seguridad ciudadana”, ha tenido diversas variaciones…

Entre ellas En los más crudo del crudo invierno (In the Bleak Midwinter, RU, 1995), de Kenneth Branagh, y la más cercana Remake, el segundo largometraje de Roger Gual, autor (con J.D. Wallovits) de esa kafkaiana sátira del trabajo “competitivo” llamada Smoking_Room, digna de una buen cine-forum de empresa. Remake nos traslada a una idílica masía ubicada en el paisaje agreste del parque natural del Montseny, y en la que vive Max (Mario Paolucci), un hippy que no ha renunciado a sus ideales más o menos ácratas, al menos en apariencia.

Esta casa rural que ahora acoge a los restos de un naufragio humano, fue en los años setenta una animada comuna en la que se seguían las proclamas liberadoras propias del Mayo del 68.

Pero Max ya se acerca a la vejez y ha decidido ponerla en venta. A modo de despedida, invita a sus antiguos camaradas para pasar un agradable fin de semana y recordar los buenos tiempos, algo que no será posible ya que existen demasiadas miserias por medio. Al final todos acaban enzarzando en una terrible batalla verbal, consecuencia de sus frustraciones, renuncias y desengaños. Estos enfrentamientos reflejan con dureza un doble fracaso: el propio, y el de sus mordaces hijos que cuando pase el tiempo no tendrán ni tan siquiera nada relevante que contar.

A mi juicio, mucho más interesante resulta “Las invasiones bárbaras”, de Denys Arcand, otro “reencuentro” que remarca como toda la generación, lo intentaron aunque fracasaron en sus objetivos centrales, aunque no tanto en otros.

Cabe pensar que la generación de los 60-70 fue la última que “se lo tuvo que currar” para progresar, y que luego se creyó que se había llegado o se llegaría a la “Europa social”, por lo que transmitieron a sus herederos una filosofía que creía que el abuelo era un “autoritario”, temas y dilemas que han dado lugar a un pequeño subgénero fílmico. Es evidente que esto daría de sí para un buen cine-club, una tradición cultural y de sociabilidad que actualmente resulta más asequible que nunca.

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