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Horizonte político chileno con inescrutable futuro

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Tal vez sea este el escenario político, de cara a la elección presidencial de octubre próximo, el más confuso y decepcionante de la historia última del país andino. Y sin duda lo es. Vea usted.

Durante la segunda mitad del siglo veinte, Chile destacó con luces propias en el subcontinente sudamericano en materia política y social.  Mencionar gobernantes de la talla de Pedro Aguirre Cerda, Eduardo Frei Montalva y Salvador Allende permite avalar lo dicho. Incluso, antes de ellos, otro gobernante, Arturo Alessandri Palma, había logrado redactar y poner en actividad el primer Código del Trabajo que tuvo el país (año 1924) y una magnífica Constitución Política (año 1925) que sirvió de base y ejemplo a otras naciones hermanas que redactaron posteriormente sus respectivas cartas magnas.

Avanzado el siglo veinte, Frei Montalva instaló una vía de desarrollo alternativa al socialismo y al capitalismo, creando un sinnúmero de organizaciones sociales que aún resultan ser necesarias y prácticas, así como “chilenizó” la extracción de cobre dejando al Estado con la propiedad del 51% de los respectivos minerales del país…además, dio fuerte impulso a la reforma agraria, así como en su gobierno se llevó a efecto también una moderna reforma universitaria, la que fue abortada cinco años más tarde por las bayonetas y los lineamientos economicistas de los “Chicago’ Boys” merced al golpe de estado militar en 1973.

De Salvador Allende ya se sabe casi todo, cuestión que sin embargo es necesario reiterar para que no caiga en el olvido. Su gobierno intentó estructurar democráticamente el socialismo a la chilena (“con empanada y vino tinto”, decíase entonces), logrando importantes legislaciones en beneficio de las mayorías trabajadoras  del país. Nacionalizó los minerales de cobre (100% a manos del Estado), profundizó la reforma agraria, creó un Área Social en la producción, junto a un Área Mixta y otra Área Privada. Estableció una libertad de prensa y de opinión absolutas, sin parangón en el planeta Fue indiscutido líder y estadista a nivel internacional. Sufrió los embates del poder económico transnacional y las felonías sediciosas de políticos locales.

Como se puede observar, Chile tuvo insignes líderes y estadistas durante el siglo pasado.  Terminado el negro período dictatorial (1973-1990) surgió una cofradía de políticos que más allá de sus posiciones ideológicas antaño adversarias coincidían en los aspectos  macroeconómicos neoliberales. Ello les permitió cohabitar y cogobernar el país desde 1990 a la fecha, con mandatarios pertenecientes a dos bloques supuestamente  antagónicos que sin embargo, en lo esencial, en lo principal y vital, no mostraban diferencias de ningún calado ni tamaño. Se le llamó ‘Duopolio’, y se llegó a asegurar que se trataba de una misma Derecha heredera del pinochetismo y del ‘chicaguismo’, dividida en dos grandes bloques, a saber: Derecha propiamente tal (UDI, RN), y Centroderecha con colgajos socialdemócratas (PS, PDC, PRSD, PPD).

Todo este tinglado de corruptelas, amiguismo y sociedades de intereses mutuos, se derrumbó el año 2019 cuando millones de chilenos se hartaron del endeudamiento, de la corrupción política y empresarial,  de la carestía de la salud y las horrendas jubilaciones, de la mala educación pública, los salarios miserables, la creciente brecha económica, la enorme desigualdad social que tiene expresiones intolerables incluso en la administración de justicia, el aumento de la delincuencia, la depredación de los recursos naturales del país y la entrega a manos privadas (la mayaría extranjeras) de servicios básicos vitales como el agua, las sanitarias, la electricidad, la telefonía e, incluso, las dos o tres carreteras principales de la nación…entre muchas otras cuestiones que ameritan ser mencionadas, tal cual el extenso y rico mar chileno dejado en poder de siete familias, por ejemplo.

En octubre de ese año 2019 se produjo el estallido social más imponente y masivo que registre la Historia del país. Las cofradías político-partidistas temblaron…el gobierno tambaleó…y pese a la oposición que emanaba de las pandillas sitas en tiendas partidistas del ‘Duopolio’, el establishment aceptó realizar un plebiscito constitucional tendiente a redactar una nueva Carta Fundamental con  la participación  de “constituyentes” que en abril 2021 elegirá libremente la ciudadanía. De ahí en más, se ha generado en Chile una saga de situaciones rayanas en la estulticia y truhanería.

En octubre de este mismo 2021 debe realizarse también una nueva elección presidencial. Los hechos acaecidos desde octubre 2019 a la fecha, han producido una especie de archipiélago partidista en lo político. Se forman y deshacen, se arman y se fracturan nuevas alianzas, nuevos pactos…muchos de los cuales fallecen al primer berrido post nacimiento. Ello significa que conjuntamente con tales pariciones surgen de inmediato decenas de nombres postulando a dirigir o presidir el Poder Ejecutivo.

Hasta este momento, estimados lectores (mes de enero 2021), en Chile hay treinta y cuatro (34) candidatos a la Presidencia de la República. Ninguno de ellos, absolutamente ninguno, tiene la más mínima traza de estadista, vuelo propio, liderazgo ni capacidad de aunar criterios y esfuerzos tal cual el cargo requiere.

Esos postulantes –mujeres y hombres- pertenecen a un amplio arco dizque ideológicamente variopinto (lo que es falso de falsedad absoluta, ya que en Chile tal cuestión no existe desde 1990), lo cual permite encontrar partidarios del nacionalismo fanático rampante, de la socialdemocracia, del socialcristianismo, del conservadurismo, del socialismo e incluso del comunismo. La mayoría de esos sectores existen “a la chilena”, vale decir, como hijos de los acuerdos y consensos económicos ordenados y exigidos por los grandes grupos megaempresariales y de la banca.

¿En qué se parecen muchos de esos 34 candidatos? En el deseo irrefrenable de alcanzar la primera magistratura. Sólo en eso. En todo lo demás  el paisaje es idéntico. Algunos tienen ciertos apoyos internacionales, como es el caso de Paula Narváez, ex vocera oficial en el segundo gobierno de Michelle Bachelet, quien fue “propuesta” desde la ONU por la misma expresidenta. Por cierto, también está participando el inextinguible miembro UDI, alcalde de Las Condes, Joaquín Lavín, abrazado y protegido por el establishment bancario, empresarial y periodístico criollo, pese a haber sido derrotado dos veces en sus intentos por alcanzar la primera magistratura. Otro caso es el de Heraldo Muñoz, apoyado sin ambages por quienes dirigen la OEA Y está también el ultranacionalista José Antonio Kast, apoyado con firmeza desde Brasil por el gobernante Jair Bolsonaro.

Y así, suma y sigue, van sumando treinta y cuatro hasta este momento. Habrá elecciones primarias y los números descenderán, pero la calidad de los candidatos seguirá siendo tan pobre y escuálida como lo es hoy. Chile debe olvidarse de nuevos estadistas. No los hay. Al menos no en esos listados. ¿Nadie se salva?

Usted, amigo lector, se preguntará: “¿tan negro es el panorama y no hay ninguna excepción?”. Sí la hay, y es de verdad interesantísima. Hay un precandidato que escapa completamente a las descripciones hechas líneas atrás. Se trata de un profesional de alto nivel, un político de fuste, actualmente alcalde de una de las comunas de la Región Metropolitana, un hombre que ha mostrado su sapiencia, valía, coherencia, consistencia y  fuerza mental en todas las entrevistas a las que ha sido invitado por la prensa, así como su capacidad administrativa se refleja fuertemente en los logros y éxitos del municipio que dirige. Se llama Daniel Jadue…y de hecho es el favorito del pueblo según las encuestas de opinión.

Pero, tiene bastante en contra, ya que al rechazo abierto y decidido de la derecha propiamente tal, de la llamada ‘prensa canalla’ (Emol, Copesa, TV abierta), de las organizaciones patronales como Sofofa, CPC, SNA, etc., y de la poderosa comunidad judía existente en Chile, se suma la negación de apoyo por parte de los partidos mal llamado centroizquierdistas, como el PPD, el PRSD, el PDC y el mismo PS. ¿Por qué? Porque Daniel Jadue pertenece al partido comunista chileno.  

Y si Jadue obtuviese el triunfo en octubre próximo, entonces, y recién entonces, podríamos conocer también cuál será la verdadera posición que Joe Biden tendrá respecto de la soberanía e independencia de las naciones latinoamericanas. Lo ocurrido a Salvador Allende con la ITT, la Anaconda Corporation, la Braden Cooper, Kissinger, Nixon y la banca mundial, ronda en la mente de los chilenos más viejos, aquellos que recuerdan nítidamente lo acecido en el período 1970-1973.

Claro que, reconozcámoslo sin hesitar, el pueblo actual no es -ni con mucho- el pueblo de esa época. Lo dicho. El horizonte político chileno tiene un inescrutable futuro, y en cualquier momento inscribo mi candidatura como miembro insigne del Partido de los Desencantados.

 

 

 

 

 

 

 

 

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