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EN EL MES DE LA AGRICULTURA

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Escribe: Milcíades Ruiz, Perú

Junio es en Perú, el mes de la agricultura, del Inti Raymi, del Año Nuevo andino, de la Reforma Agria y mucho más. Es el fin del año agrícola y de las cosechas. Hay motivos para celebrar y conmemorar en el ámbito rural. Pero esto, no sucede en el urbano, donde el racismo encubierto, desdeña el campo, ignorando que este, lo alimenta. Es la cultura de la dominación consuetudinaria, que concibe lo rural por debajo de lo urbano, como dos estamentos separados de una misma sociedad.

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Pero es preciso cambiar esta mentalidad que nos divide. No deberíamos seguir mirando a los campesinos como seres inferiores. No lo son. Sus ancestros han dado pruebas de su sabiduría astronómica, ingeniería, arquitectura, genética vegetal, medicina, etc. Desde que ocurrió la invasión y conquista del continente, el poblador nativo fue puesto en inferioridad de condiciones, impidiendo el desarrollo de sus capacidades por cientos de años, con el fin de facilitar la dominación.

La república, ha mantenido esta minusvalidación, y todavía le pide que celebre su bicentenario, olvidando su calvario de oprobio.

Desde tiempos inmemoriales es costumbre andina, expresar gratitud al padre sol por las condiciones de vida que proporciona, y es una obligación moral el Inti Raymi. Ni las reprimendas de la dominación, ni la religión, pudieron eliminar esta ofrenda, pues aún, a escondidas, se ha mantenido hasta la actualidad. Al padre sol, se le pide que regrese para el nuevo año agrícola, que empieza con el solsticio de invierno.

Los campesinos tampoco olvidan a Velasco, cuyo gobierno devolvió las tierras arrebatadas por el colonialismo a los nativos, e hizo justicia decretando la Reforma Agraria. Para los dominadores, Velasco fue un dictador, pero para los campesinos fue un libertador. Y por eso, le rinden tributo de recordación cada 24 de junio. Fue quien cambió la denominación del “Día del Indio” por “Día del Campesino”. No obstante, el poder dominante ha sepultado esta celebración oficial.

Pero también, junio es el mes en que se inició la campaña guerrillera de la década de 1960, enarbolando la justicia social y tuvo gran apoyo campesino. Aunque la represión aterrorizó todo apoyo, finalmente repercutió en la sensibilidad del mando militar que asumió las banderas guerrilleras y emprendió la revolución peruana encabezada por el Gral. Juan Velasco Alvarado.

Quienes conocen lo que fue, la república oligárquica terrateniente, saben la inmensidad de sufrimientos, abusos, violaciones sexuales, torturas y crímenes, que se han evitado, gracias a esta acción revolucionaria. Cincuenta y dos años después, países hermanos todavía claman por una reforma agraria.

La Reforma Agraria no se llegó a desarrollar como estaba proyectada, al ser depuesto el presidente Velasco. Se truncó en su primera etapa de expropiación y adjudicación, truncándose las siguientes etapas al desactivarse todo el proceso revolucionario. Por esta razón, es erróneo decir que la reforma agraria fracasó o, que no cumplió sus objetivos, pues fue cortada en sus inicios.

Esta reforma era parte de un proyecto mayor que culminaba con el establecimiento de una nueva sociedad autogestionaria de participación plena, como estaba planeado en sus fundamentos ideológicos. En este proyecto social, el empresariado asociativo creado por la reforma agraria, (Cooperativas, SAIS, EPS) constituía la columna vertebral de una nueva economía, con sus centrales empresariales en cada valle, dentro de una zonificación de Proyectos Integrales de Asentamiento Rural- PIAR.

Pese a su desactivación temprana, se llegaron a expropiar más de 12 mil predios (50 diarios en promedio) que sumaban 14.5 millones de hectáreas. Se organizaron más de 1,350 empresas asociativas. ¿Se imaginan la capacidad económica de este empresariado que movilizaba más capitales que la industria urbana? Solo la SAIS Túpac Amaru, adjudicataria del latifundio ganadero de la Cerro de Pasco Mining Corporation, movía más dinero que cualquier empresa limeña.

Pero, la lucha por la reforma agraria no fue fácil. Muchos murieron en este afán desde mucho antes de la ley de reforma agraria. Desde los inicios de la república bicentenaria, la aspiración de terratenientes feudales era, tener familiares que siguieran la carrera eclesiástica, la carrera militar y la abogacía, pues eran las tres columnas del poder. El hacendado con el sacerdote y el “tinterillo” constituían la trinidad del poder gamonal en cada provincia.

El presidente del primer congreso constituyente fue el representante de la iglesia terrateniente, Francisco Javier Luna Pizarro, lo que le sirvió para posesionarse más tarde del arzobispado de Lima. Los secretarios de ese congreso eran los abogados J. F. Sánchez Carrión y Francisco J. Mariátegui, que luego ascendería a la presidencia del poder judicial. Abogados y sacerdotes eran mayoría absoluta en ese primer congreso, fundador de la república.

En los primeros 50 años de la república los caudillos militares se disputaban el poder de la república sin respetar legalidad alguna y la troica feudal siguió mandando en provincias. Luchar por la reforma agraria era pues, enfrentarse a estos poderes y a la oligarquía terrateniente que manejaba el gobierno nacional. Muchos hacendados tenían parentela en la oficialidad militar. Digo esto, para que se comprenda que la aplicación de la reforma agraria fue también una lucha dramática.

Se tuvo que implementar los tribunales de tierras en todo el país para proceder con legalidad. Declarada legalmente una zona de reforma agraria, había que armar los expedientes que acreditaban las causales de afectación a los predios, notificar a los hacendados y obtener la resolución del juez de tierras, antes de la toma de posesión y adjudicación a los campesinos organizados empresarialmente.

En la guerrilla, para liberar a los campesinos, a veces tomábamos el feudo bajo fuego cruzado, como sucedió en la hacienda Chapi en Ayacucho. Allí, los dueños eran oficiales retirados del ejército y se defendían con armas de guerra. Pero también, con la reforma agraria, a pesar de la legalidad, había casos de resistencia de algunos hacendados. Íbamos con el juez de tierras a la toma de posesión, y nos recibían a balazos. Por eso, siempre nos acompañaba la solidaridad campesina que ayudaba en masa, en este procedimiento.

Altos oficiales del gobierno militar eran parientes de hacendados, lo que hacía más difícil la reforma agraria. Yo era funcionario del gobierno en esta tarea, y acudí a una invitación del sub prefecto, sin saber que se encontraba en compañía del prefecto, un coronel del ejército. Sin mediar explicación alguna, el coronel ordenó mi arresto y envío a una prisión de Lima, acusándome de permitir que mi personal se reúna con los sindicatos campesinos para planificar la afectación de predios.

Pero no solo había estas dificultades en el gobierno, sino también había que luchar contra la oposición del partido aprista, que manejaba los poderosos sindicatos en las cooperativas azucareras. Quienes asesorábamos a los consejos de administración de estas cooperativas, teníamos que hacer nuestro trabajo de esclarecimiento, reuniéndonos con los trabajadores sindicalizados cada área empresarial: Fábrica, maestranza, campo, servicios. Terminábamos como amigos, pero el partido aprista se movilizaba contra el gobierno, bajo los auspicios de la CIA.

Pero no solo eso. Los revolucionarios de pura boca de la izquierda extrema, también atacaban al gobierno de Velasco. Más tarde, los maoístas dinamitaban las instalaciones y maquinaria de las empresas creadas por la reforma agraria, matando dirigentes y técnicos inocentes. Entonces, si esto sucedía con el gobierno revolucionario militar; podemos deducir lo que podría suceder, con un gobierno civil, en el que el presidente no tiene apoyo del Congreso, ni de las armas.

Aunque la adversidad política frustró el proceso emprendido por Velasco, y destruyó el empresariado asociativo; las tierras no pudieron ser revertidas a los terratenientes y quedaron en manos campesinas. Entonces, hablar de una segunda reforma agraria, cuando las condiciones son ahora muy diferentes, se presta a confusiones. Esta, no es una demanda campesina. Los productores campesinos tienen demandas concretas que, sin embargo, no son asumidas por los partidos políticos.

Hay una mentalidad política verticalista que plantea medidas que no son recogidas del clamor popular. Salen del cerebro de los políticos que, piensan hacer aquello que consideran que “necesita el agro” y no, lo que piden los agricultores. No se toman el trabajo de averiguar las demandas agrarias, algunas de las cuales son de suma urgencia. “No hombre, lo que tú necesitas es crédito” ¿Pero con que voy a pagar la deuda, si lo que cosecho no alcanza? “Lo que necesitas es tecnología”. ¿Y cómo voy a adquirir tecnología si apenas me alcanza para sobrevivir?

Si miramos el panorama mundial, vemos que los precios agrarios suben en el mercado internacional. Sin embargo, los precios agrarios en el mercado nacional bajan. Estamos en plena cosecha y nuestra oferta es mayor que la demanda. ¿Quién atiende esto? Pero este abastecimiento cambiará a partir de julio, y si, el nuevo gobierno no sabe manejar lo que se viene, los reclamos sociales, se multiplicarán.

Aunque muchos aducen que el Perú es un país minero, hay quienes consideramos que no habrá desarrollo nacional sin desarrollo agrario. Los yacimientos se acaban, el agro es fuente inagotable de riqueza, sin dañar la ecología. La potencialidad industrial del agro es inmensa, pero no la visionamos. Nuestra riqueza biológica es superior a la minera, pero tenemos ceguera estratégica. Los gobernantes son de vista corta y prefieren lo más fácil, lo que está a la mano. No construyen. Solo parasitan.

Ahora que estamos sumidos en la desgracia sanitaria y económica mundial, es bueno recordar las lecciones de la historia. Desde sus inicios, la república fue sostenida por el agro. Ninguna otra fuente aportaba más que la población rural, mediante la tributación racista, tan solo por ser nativo. Ese aporte fue puramente agrario, hasta su abolición cuando se descubrió la riqueza del guano.

La guerra del salitre, que tuvimos con Chile, dejó al país en ruinas. Fue el agro que, con tan solo dos cultivos, (del centenar que tenemos), salvó al país endeudado, El algodón y el azúcar cubrieron más del 50% de nuestras ventas de exportación. Lo mismo sucedió en la crisis mundial de 1929. Fue el agro el que financió la recuperación cubriendo el desempleo y gran parte del presupuesto nacional. Más de la mitad de la población de la costa vivía del algodón. En el cultivo, apañe, desmote, hilandería, textilería, confecciones, fabricación de jabón de pepita, de aceite, comercialización, transporte, etc.

Los cuadros han sido tomados del trabajo de Carlos Contreras y otros en “Compendio de la historia económica del Perú”- BCR/IEP

En el mes de la agricultura, rindo homenaje a los trabajadores agrarios cuyo esfuerzo en beneficio de la sociedad no es reconocido ni compensado. Solo me resta decirles que, ojalá el nuevo gobierno tenga la lucidez suficiente para conducir al país con inteligencia política y considere el valor estratégico del agro. Salvo mejor parecer.

Junio 15-2021

Otra información en https://republicaequitativa.wordpress.com/

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