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Elecciones y Renovación de “serviles”

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Mario R. Fernández, desde Canadá.

Pese al severo impacto de la pandemia en el mundo occidental varios países han
celebrado este año elecciones. Se celebran como demostración esencial de que
vivimos en democracia, aunque hace ya décadas que las elecciones son, en la
mayor parte de los países de Europa y América, simplemente un ejercicio
propagandístico de las oligarquías y élites locales, usado para hacernos creer y
sentir, a ciudadanos y ciudadanas, que votando nos volvemos participantes
políticos. Pero a tal punto las elecciones se han vuelto una puesta en escena teatral
y conveniente que muchos ya presentimos el escenario y el libreto con una simple
variación de actores. A partir de la imposición del neoliberalismo económico y
social en los años 80, políticas directamente contrarias a la mayoría -pueblo y
trabajadores, han degradado la sociedad en beneficio de una minoría y de sus
servidores o serviles. La política oficial, los políticos y otros administrativos con
cargos son meros empleados públicos con buenos sueldos al servicio de élites
locales y supralocales. Mientras algunos políticos discuten en los parlamentos
asuntos ya manipulados, ya irrelevantes en cuanto a desafiar los intereses de ricos
y corporaciones, otros van al parlamento a sentarse o dormir o simplemente se
ausentan tanto como deseen.
No es que occidente viviera antes de los años 80 un sistema político y electoral
equitativo, pero el estado jugaba ya desde los años treinta del siglo pasado un papel
importante en la economía y en la sociedad y aplicaba el keynesianismo basado en
la teoría económica y social del teórico británico John Maynard Keynes. Este no
favorecía socialismo, pero era consciente de que el capitalismo llegaba a tales
extremos que era capaz de desatar una revolución socialista general, tal fue el caso
de la Revolución Rusa de 1917. Usando al estado y al gobierno, el keynesianismo
facilita inversiones y contratos privados que generan trabajo y producción al
tiempo que acepta tanto la sindicalización como el fordismo (pactos entre empresas
y sus trabajadoras y trabajadores). Este sistema aplica en particular en el llamado
primer mundo. El keynesianismo generó la creación y eventual ampliación del
llamado Estado de Bienestar Social posterior a la Segunda Guerra Mundial. Este
modelo de estado (de bienestar social) no fue aplicado en el tercer mundo, con
alguna excepción, donde el keynesianismo fue simplemente una forma de
desarrollismo. En todo occidente el keynesianismo favorece ciertos espacios de
pensamiento crítico que facilita que en las tribunas políticas se expresen y se
apoyen proyectos en favor de todos y todas. Hoy estos espacios son excepcionales,

gobiernos y parlamentos enteros se dedican a la defensa de los ricos, sus
corporaciones y del imperialismo que juntos patrocinan.
En cada elección, de cualquier nivel, el discurso dominante es vacío, no expresa
nada que concierna a la gente común. Lo que importa es el show que generalmente
contiene algún cliché personal. Se favorece, siguiendo el formato dominante en
Estados Unidos, un debate televisado vacuo, ridículo y mediado. El debate puede
haber significado algo en sus principios, cuando en 1956 suben al escenario dos
candidatas al senado, o en 1960 debaten por televisión John Kennedy y Richard
Nixon. Pero hoy los debates televisados son calculadas, limitadas, predecibles
puestas en escena de consumo público donde nada relevante emerge.
Los ejemplos sobran. En Europa, las últimas elecciones federales de Alemania
(septiembre 2021) cambiaron de ganador, pero no significan absolutamente nada
para el destino de Alemania. Lo único relevante fue que la izquierda alemana
alcanzó solo el 5 por ciento del voto, en unas elecciones donde cada vez menos
gente vota por la izquierda. Algo similar sucede en España, donde la izquierda aún
tiene representación parlamentaria, pero estos tienen que soportar difamaciones
continuas de parte de abundantes y agresivos fascistas que ocupan espacios en los
parlamentos europeos. En Italia y en Inglaterra la izquierda no existe en
representación. En América del Sur las elecciones legislativas de Argentina
(noviembre 2021) no cambiaron demasiado la composición del Congreso de la
Nación, a pesar de la alharaca del triunfo de los representantes de la oligarquía
argentina, la izquierda sacó casi el 6 por ciento y su verdadera fuerza parece estar
en la calle. El juego político sigue como siempre y muchos argentinos parecen ser
vulnerables a las maniobras y manipulaciones de los medios oligárquicos.
En Canadá
Aquí en Canadá el pasado septiembre el gobierno liberal minoritario de Justin
Trudeau llamó a elecciones, algo sorprendente pues solo hacia dos años que se
habían realizado y el parlamento había trabajado pocos meses debido a la
pandemia, obviamente buscando alcanzar mayoría parlamentaria. Las elecciones
fueron un show con un mes de campaña electoral donde lo único que se evidenció
fue la actitud poco seria de los líderes de los partidos oficiales. El primer ministro
(Trudeau) muestra su habitual demagogia recorriendo el país en un autobús con su
familia y parando en lugares para tomarse fotos, que no incluyen público. El líder
del partido opositor, el conservador de derecha Erin O’Toole se disfraza de
trabajador (con overol y todo) y visita lugares de trabajo, siendo el único que
menciona a los trabajadores en sus discursos. El líder del NDP (Socialdemocracia)

Jagmeet Singh, de padres nacidos en India, usa turbante Sikh por su religión y
representa al multiculturalismo, pero no menciona asuntos relevantes a la
población multicultural de este país, tampoco habla de desafíos en sus escasos
discursos. La nueva líder del Partido Verde, Annamie Paul, mujer de color de
padres caribeños y de religión judía, enfrenta las elecciones con un partido dividido
y en luchas internas. Paul, poco votada, pierde en su distrito y no alcanza tener
espacio parlamentario. Debido a su mala actuación el partido le pide que renuncie,
pero sorprendentemente, ella se niega, busca compensación y parece no querer
perder su salario de más de 250.000 dólares anuales que ella misma había
aumentado. Luego, el partido que representa la provincia de Quebec en el
parlamento federal, aunque no tiene impacto nacional tiene buena representación
parlamentaria. Y el partido Popular, de extrema derecha y federal, aunque fue
votado por el 5 por ciento no tiene elegidos debido a que el sistema parlamentario
no es proporcional y favorece al partido mayoritario.
Existen pequeños partidos sin cobertura y con muy limitados recursos que
igualmente participan en las elecciones federales y provinciales de este país. Los
dos partidos de izquierda son el partido Comunista y el partido Marxista-Leninista
y ambos se presentan a elecciones gracias a no haber perdido capacidad de
registrarse. Esta capacidad fue cuestionada en una batalla política impactante que
en Canadá se llama el “Caso Figueroa.” El año 2002, Miguel Figueroa, entonces
líder del Partido Comunista canadiense, da la batalla legal en favor de registrar a
todo partido político para las elecciones, independientemente del porcentaje de
votos obtenidos. Figueroa desafió el Acta Electoral de la Constitución, que
establecía un mínimo de 50 candidatos para el registro de cualquier partido. El año
2003, la Corte Suprema de Canadá votó en favor de Figueroa y reconoció que
efectivamente el Acta Electoral estaba en violación de los derechos humanos y la
libertad.
El resultado de las elecciones canadienses del 2021 fue de poco cambio, el
gobierno liberal sigue en minoría, la participación en las elecciones fue de apenas
60 por ciento (una de las más bajas desde la Segunda Guerra Mundial) pero fue
costoso para el estado (costaron más de 600 millones de dólares). El déficit fiscal
es un asunto a considerar porque supera los 500 mil millones de dólares (2020-
2021). Para lidiar con los miles de desempleados debido a la pandemia el gobierno
ha gastado en subsidios 23.000 millones de dólares, y ha regalado al sector privado
y corporativo (entre otros dineros) 110.000 millones de dólares en subsidios para
pagos de salarios a empleados (generalmente los salarios en el sector privado son
bajos) y todavía hoy cubre hasta el año 2022, el 75 por ciento de cada sueldo que el
sector privado paga. Otro gasto importante de la pandemia ha tenido que ver con

los costos del sistema de salud. Al final, todos estos gastos se pasan a la cuenta del
estado y son gastos de todos. Como la derecha siempre recomienda “austeridad”
hay una tendencia en ciertos sectores a cuestionar toda política de austeridad y
aceptar sin cuestionar a quien benefician las inversiones estatales.
Algunos mencionan como en los años 50 y 60 la inversión de grandes recursos del
estado canadiense en la industrialización y producción genero trabajos y creo
“valor agregado.” Fallan de notar que hoy la situación es diferente y Canadá tiene
una economía especulativa basada en los crecientes valores de la bolsa y la
especulación inmobiliaria. Para marzo del 2022, la deuda pública del estado
federal alcanzará 1,234 billón de dólares lo que equivale al 51 por ciento del PIB.
Si le sumamos las deudas provinciales el porcentaje alcanzara al 100 por ciento del
PIB canadiense. Es posible que la creciente deuda fuera el motivo crucial de las
elecciones 2021. El gobierno de Trudeau requiere mayoría parlamentaria para
implementar el plan de los ricos, representados por el “Business Council of
Canadá” (BCC), en favor de políticas ultra neoliberales y que desde 1976
representa las 150 corporaciones más poderosas que operan en este país. BCC
seguramente exigirá al gobierno de turno lidiar con la deuda de forma que todo el
peso de esta caiga (como es habitual) sobre la mayoría de los canadienses
favoreciendo élites y corporaciones.
La mayor parte de los canadienses ven a su país como mucho más democrático que
los Estados Unidos, su vecino crecientemente una sociedad caótica con
desaparecidas políticas sociales en favor de los que tienen menos y un Congreso
generalmente inservible para el pueblo estadounidense, copado obscenamente por
intereses privados y cada congresista trabajando en forma abierta para una o más
corporaciones. En Canadá existe aún el Estado de Bienestar Social que, aunque en
deterioro continuo, aseguran salud pública (gratuita y universal) y educación básica
y secundaria (gratuita y en más de un 90 por ciento pública). Canadá está muy
ligado a la política imperialista de Estados Unidos y Europa. Estas políticas
cuentan con el apoyo de todos los partidos políticos parlamentarios y de la mayoría
de los ciudadanos que no cuestionan ni las agresiones e intervenciones contra
países del Tercer Mundo (Siria, Yemen, Venezuela, Nicaragua, Haití y Cuba entre
otros) ni toman responsabilidad sobre su costo y trágicas consecuencias en los
pueblos agredidos que las sufren.


Proyectos populares: Venezuela y Nicaragua
En América Latina las elecciones en pandemia no siempre siguen el guion del
circo electoral, a veces los pueblos realmente eligen. Nicaragua y Venezuela, a

pesar de estar en el ojo de los imperialistas de Estados Unidos, Europa y Canadá,
son proyectos en favor de sus pueblos y se reafirmaron con el voto popular en
ambos países a pesar del acoso (cientos de sanciones) y las usurpaciones de sus
bienes nacionales que han costado miles de millones de dólares y de miles de
víctimas (ya por falta de medicamentos y equipos médicos como el caso de
Venezuela). Hay que vivir en Norteamérica para ver de cerca el odio y la
conspiración constante contra los gobiernos de ambos países para entender. En
parte hay frustración por la falta de capacidad imperial en promover, facilitar o
directamente financiar golpes de estado para derrocarlos. El bloqueo ha sido su
opción por ahora pero no queda descartada en el futuro la posible invasión. Incluso
quienes no coincidan exactamente con ambos proyectos es imposible negar el
crimen que ambos países sufren simplemente por ser, o lo que sufren ambos
pueblos -la intimación y el terrorismo a sus autoridades políticas y administrativas
y el ataque constante. No faltan políticos oportunistas latinoamericanos que se
venden y vociferan que el problema es de “falta de democracia y derechos
humanos” en nuestro continente y señalen a estos dos países como culpables; pero
la mayor parte de nosotros sabe que la realidad es bien otra.
En Nicaragua, el pasado 7 de noviembre, fue reelegido su presidente Daniel Ortega
con el 75,9 por ciento de los votos, en la asamblea nacional 75 de los 91 miembros
elegidos son del Frente Sandinista de Liberación Nacional, con una participación
del 65,2 de los llamados a votar. El pueblo nicaragüense a pesar de las presiones
criminales (de adentro y de afuera del país) apoya su proyecto en forma masiva.
Las razones son simples: un sistema de salud que ha sido el más exitoso en lidiar
con la pandemia sin imponer restricciones, salud pública más moderna de América
Central con 21 nuevos hospitales y 49 hospitales modernizados, con sistema de
carreteras de los mejores de la región, con el sistema educacional más innovativo y
progresista de América Latina. Además, Nicaragua es uno de los países más
seguros y el mejor en combatir las drogas del continente y tiene una importante
autonomía regional y una economía exitosa y bastante democrática
Venezuela, que es el más odiado por los “civilizados” poderes occidentales, es uno
de los pocos ejemplos en la historia en el que los imperialistas apoyan y reconocen
un presidente impostor, algo que se observa sin límites de tiempo. Las elecciones
regionales del 21 de noviembre fueron otro triunfo para el gobierno bolivariano,
que ganó 20 de las 23 gobernaciones y 205 alcandías de 322. La fundación Carter
dijo tiempo atrás en voz del mismo Carter: “he monitoreado 92 elecciones y puedo
decir que el sistema electoral venezolano es el mejor del mundo.” La Revolución
Bolivariana ha eliminado el analfabetismo y ha decrecido la desigualdad social, ha
construido 3,8 millones de viviendas de buena calidad (5 veces más que las que

construyó el gobierno estadounidense de Truman con su plan Fair Deal en los años
1950s y que marcaron un hito en Estados Unidos como programa social). El
gobierno de Venezuela ha asegurado alimentación, salud y asistencia social a su
pueblo, a pesar de todos los bloqueos y más de 150 sanciones de Estados Unidos,
además de las de Canadá y Europa -que han significado la muerte de más de
50.000 personas por falta de medicamento y equipos médicos.
Continuismo: Chile
Chile tuvo elecciones generales el 21 de noviembre. Como siempre la participación
fue de solo el 47 por ciento de los habilitados para votar. Entre un cóctel de
liberales, conservadores y derechistas devotos a la pasada dictadura cívico-militar,
estas tendencias dominan la política chilena y comparten su defensa acérrima del
neoliberalismo como eje de la política económica del país y de las buenas
relaciones con el imperialismo y sus instituciones. La elección de presidente, la
considerada más transcendental, no se definió y pasa a segunda vuelta que incluye
al autoritarismo extremo de José A. Kast (que alcanzó el 27,9 por ciento del voto)
y al liberal Gabriel Boric (con 25,8 por ciento del voto). Es fácil adivinar qué es lo
que Kast va a implementar si logra ser presidente, promete garrote y castigo para
quien amenace los privilegios de los ricos, lo que no es nuevo puesto que los
activistas más radicales y el pueblo Mapuche sufren el terrorismo del estado
chileno todo el año. Boric es más joven y es denominado “izquierdista” pero
pertenece a la tercera generación de “conversos” que continúan con la tradición de
ser elegidos como izquierdistas pero muy pronto transformarse en derecha liberal,
por esto existen dudas acerca de cómo va a ser su gobierno si lo eligen.
El fenómeno de los políticos “conversos” en Chile se viene dando desde el año
1990 con el gobierno de la Concertación y han sido una verdadera epidemia
ideológica emergente de la dictadura. Pero el fenómeno no ha pasado
desapercibido, ha sido muy bien estudiado y brillantemente analizado y
denunciado por el sociólogo e historiador chileno Felipe Portales, y también con la
contribución del periodista Pablo Jofré Leal. La perfidia de los que un día fueron
izquierdistas, incluso revolucionarios chilenos y que luego se prestaron a la
continua traición ha tenido consecuencias graves en cuanto a la capacidad de
levantar un proyecto político popular. Ha sido también responsable de mantener el
modelo económico-social impuesto por la dictadura y su borroso protagonismo
político ha creado espacio para que un personaje como Kast aparezca en el
escenario. La verdadera izquierda en Chile es hoy día pequeña, los medios de
comunicación de la oligarquía y los políticos liberales la llaman maliciosamente

“extrema izquierda” para limitar su actuación y vincularla al extremismo y al
terrorismo.

Valientes Con Sombrero: Perú y Honduras
Finalmente, lo auténtico latinoamericano, quizás lo más valioso, una actualización
histórica de mujeres y hombres que con valentía han dado dignidad al proyecto
latinoamericano, un renacimiento de lo que se ha vivido, y sigue viviéndose, en
Bolivia por ejemplo con el gobierno del MAS y el liderazgo desde atrás de Evo
Morales.
Pedro Castillo, un maestro rural hijo de campesinos modestos se pone su sombrero
y recorre los campos y ciudades del Perú para convocar al voto por su candidatura
a presidente, se ofrece como alguien que los representa y con el apoyo del partido
Perú Libre y de miles de trabajadores de la tierra y de las ciudades y de las
comunidades gana las elecciones del 6 de junio 2021 por 44.000 votos. Su triunfo
es confirmado más de un mes después, el 19 de julio confirmo. El margen es
estrecho y seguramente se tramaba negarle el gobierno, ya que las autoridades
electorales y judiciales del Perú son unas de las más corruptas del mundo. Pero
Pedro Castillo es hoy presidente, aunque ya en octubre pasado hubo un intento de
destituirlo, y seguramente habrá más. Hay que ser valiente para continuar andando
sabiendo que una jauría de oligarcas y serviles lo detestan simplemente por su
integridad y por ser digno representante del pueblo peruano.
Honduras empobrecida, donde imperialismo y oligarquía local se ensañan con el
pueblo prohibiendo la esperanza de cualquier transformación, la esperanza a la que
dio vida Manuel Zelaya, un liberal que se vuelve izquierdista, algo tremendamente
inusual hoy en estos años. Zelaya sacado de la cama por el golpe de estado que
termina con su gobierno legítimo el 28 de junio del 2009, el militar que lo lleva a
la base americana de Soto Cano le dice que su mandato era matarlo pero que
prefiere sacarlo del país. Hay colaboración evidente de los militares hondureños,
con el secretario de la OEA José M. Insulza y la secretaria de estado de Estados
Unidos Hillary Clinton. Zelaya lo denuncia todo en su discurso en las Naciones
Unidas. Su esposa Xiomara Castro, Zelaya prohibido, organiza y liderea el
movimiento de miles de hondureños en contra el golpe contra y organiza el Frente
Nacional de Resistencia Popular, que la lleva a presentarse a presidenta el año
2013, sin duda favorita pero negada de ganar. Y la lucha continua en Honduras
con Manuel y Xiomara al frente de lo que pasó a llamarse Partido Libertad y

Refundación. Xiomara con su sombrero y su sonrisa, mujer audaz y valerosa que
después de 12 años de un gran esfuerzo es elegida presidenta por un amplio
margen el pasado 28 de noviembre. La primera mujer presidenta de Honduras. Es
de esperar que esta vez logre enfrentar a los enemigos de un pueblo que merecen
mejor vida y destino.
Siempre habrá peligro en Perú, Honduras, Bolivia, y en todos los países que logren
gobiernos favorables a sus pueblos, pero tengan fuerzas armadas al servicio del
dinero y capaz de traicionar a sus gentes, listas a hacer el trabajo sucio de los ricos
cuando la conspiración política les falla. Cuba, Venezuela y Nicaragua cuentan con
fuerzas armadas propias, en defensa del proyecto popular, de sus pueblos.
Que fuera de las elecciones en el mundo si no existiera la autenticidad de algunos
pocos protagonistas en América Latina. Serian un acto rutinario, predefinido que se
consuma en favor de una civilización opresiva en decadencia, una que se ahoga en
su egoísmo, destrucción ambiental y total falta de visión. Una plagada de políticos
fantoches, servidores de los ricos y sus corporaciones, que desde sus tribunas
usurpan lo último que queda de vida política con que el sistema los hace cómplices
de los malos tratos que sufren sus pueblos.

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