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El rol de la conciencia y lo subjetivo en el triunfo revolucionario

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El rol de la conciencia  y lo subjetivo en el triunfo revolucionario

Por Patricio Cid

Un lugar común en los análisis  de la situación política es señalar que vivimos un período de crisis, lo que algunos definen como crisis de legitimidad, de representación, apuntando fundamentalmente a la mediocridad de nuestra clase dirigente, a la corrupción, entre otros elementos.

Sin embargo, si levantamos nuestra vista alrededor del mundo nos daremos cuenta que los fenómenos que suceden en nuestro país, se repiten en muchos otros países, a lo largo del planeta, lo que nos lleva a constatar que la crisis es global y obedece a causas estructurales profundas y podemos decir que es  una crisis global inherente del propio sistema capitalista.

El desarrollo capitalista ha llegado a una situación donde se separan a los grandes conglomerados de población, de un territorio determinado, de un pequeño grupo que detenta el poder económico y que en definitiva detenta el poder político. Al mismo tiempo separan a la gran masa de los canales institucionales, se debilita la comunicación de la gran mayoría con el Estado, el cual se transforma en el refugio protector de la minoría dominante antes mencionada. Se exacerba el individualismo y se debilitan los intereses corporativos. Se produce una crisis de representación  ya que la necesidad de tener una cuota de ganancia en permanente crecimiento obliga a tener una política de concentración del capital lo que  impide  la representación de la mayoría, ya que si eso ocurriese se pone en peligro el proceso de acumulación capitalista, fundamentalmente sustentado en un proceso de concentración de la riqueza no solo a nivel nacional sino planetario

Se desencadena una crisis entre política y sociedad. Es decir se produce el mismo fenómeno que un estado dictatorial, donde una dictadura no puede establecer una conexión con la sociedad sino a través del miedo y la represión .En la situación actual del capitalismo  el sector dominante no puede establecer una relación con la sociedad sino a través de la mentira, el engaño, el fraude y la represión.

Por lo tanto estamos ante una crisis estructural  porque están en juego los principios en que se basa el actual sistema de dominación socioeconómico-político: el principio de predominio del dinero, el lucro, el mercado, el interés de concentración de la riqueza por sobre la distribución de la riqueza,  el interés privado por sobre lo público, lo común, lo social. Esto se expresa en todas las dimensiones de la vida, trabajo, educación, salud, vivienda, seguridad social, recursos naturales, medioambiente, medios de comunicación,  financiamiento de la política, entre otros. El sistema institucional  está construido para preservar  y reproducir estos principios.

La permanencia en el tiempo de esta situación ha llevado a 2 fenómenos a tomar en cuenta.

Por un lado se produce la “naturalización de lo existente”, hay una hegemonía ideológica que hace aparecer la situación como algo natural, inamovible, es parte de  la vida,  lo que genera una pasividad potenciando la  individualidad en un segmento mayoritario de la población.

Se confunde consumo con ciudadanía y se cae fácilmente en la corrupción, todo lo cual lleva a un profundo distanciamiento entre la sociedad y las instituciones, entre la sociedad y lo político.

No existe solución bajo los actuales parámetros del modelo y cualquier cambio por pequeño que sea es inmediatamente aplastado por la máquina del poder, lo que lleva a un camino sin salida lo que deja como única alternativa cambiar radicalmente las reglas del juego, cambio radical de las instituciones, un cambio del proyecto en su conjunto,  un cambio revolucionario .

Solo un proceso revolucionario es capaz de convocar a la mayoría y construir un proceso fundante que de inicio a un nuevo sistema de relaciones política sociales y económicas.

La  mayor riqueza en la relación directa entre practica y teoría se da en los momentos de crisis revolucionaria  o como lo definiera Lenin  como situación revolucionaria, el momento histórico donde se agudizan  al máximo las contradicciones entre opresores y oprimidos, es el momento en que a nivel de los oprimidos se produce un salto revolucionario de las conciencias y con ello los oprimidos igualan y superan las fuerzas de sus opresores. Los oprimidos que hasta ayer solo fueron números estadísticos se transforman en personas, en seres humanos, en seres revolucionarios dispuestos a construir una unidad monolítica, con el convencimiento y la decisión de luchar y vencer, que desborda todas sus capacidades. Es el momento en que desaparece el egoísmo, se engrandece la capacidad de amar, se multiplica la solidaridad, es el momento mágico que nos desembarazamos de la alienación que nos ha estrangulado por siempre, es cuando las cosas vuelven a ser cosas y los hombres y mujeres se transforman en hombres nuevos y en mujeres nuevas expresados en el más alto grado que adquiere el ser humano el de militante combatiente.

Esa magia que se produce en ese instante de tiempo que dura horas, o días o meses, no tiene nada de magia sino que es el resultado de la acción subjetiva, a través de los años, donde  han participado  los sectores más conscientes de la sociedad, primero en forma dispersa, después organizados social y políticamente hasta confluir en un proyecto revolucionario unitario, lo cual no está exento de grandes sacrificios.

El accionar revolucionario expresado en la filosofía de la praxis destaca el rol de la conciencia, la importancia de lo subjetivo que es capaz de leer las condiciones objetivas y determinar los parámetros para modificarla, cuando las correlaciones de fuerzas son adversas para el proyecto revolucionario. El instrumento que porta la conciencia de los sectores más avanzados lo constituye sin duda alguna el partido revolucionario que se inserta en el corazón del movimiento social.

Por otra parte, este año se cumplen cien años de la primera revolución proletaria. Hemos conocido a través de la lectura, el proceso revolucionario ruso, el que hacer del pueblo ruso desde los finales  del siglo XIX, las grandes movilizaciones revolucionarias de los primeros años del siglo XX, la revolución de 1905, la derrota de ese intento y el proceso de rearticulación  bajo la dirección de Lenin quien logra que una situación absolutamente desventajosa, absolutamente desastrosa y adversa, se transforme en un proceso ascendente de acumulación de fuerza política, material-militar y económica. Lenin nos enseña como  el auge revolucionario de las masas pasa a una etapa superior  ante la intervención activa y decisiva  de los sectores organizados con mayores niveles de conciencia donde el elemento subjetivo vuelve a tener un rol decisivo en el desenlace del proceso insurreccional.

Cuando hemos vivido en carne propia las dificultades para llevar adelante un proceso revolucionario, la revolución de Octubre se agiganta con el tiempo y merece el más cuidadoso y profundo estudio  por parte de todos aquellos que  piensan que la revolución es necesaria y es posible.

Conocimos de cerca el proceso cubano  encabezado por el Che y Fidel, que al igual que la revolución rusa  se basó en el predominio de la acción consciente, en la organización activa de hombres y mujeres.  Nuevamente el rol de la conciencia y el rol subjetivo juegan un papel  fundamental, como lo apreciamos en la gesta heroica del 26 de Julio y posteriormente en la construcción del Ejército Rebelde, que va a culminar con el proceso  insurreccional cubano, con el cual se produce el encuentro pleno y profundo de la vanguardia con el pueblo oprimido haciendo realidad  los ideales más radicales, creando las motivaciones para ir hasta el final, de modo intransigente, identificando en cada momento las necesidades populares.

El maravilloso proceso de los primeros meses y los primeros años del poder revolucionario dan muestra de enorme valor de la dirección cubana del proceso.

Se construye una nueva dialéctica de oposición entre plan y ley del valor.

Las fuerzas productivas fundamentales, las estructuras organizativas, las relaciones sociales decisivas, el Estado, el consenso, la iniciativa, quedaron del lado revolucionario.

La nacionalización de los bienes de la burguesía imperialista y nativa, la banca, el comercio exterior, la red comercial, la enseñanza, la mayoría de los servicios fueron tomados por  acciones populares, a la vez que trabajadores, militares, desempleados, tomaron físicamente los templos de la economía, momento en el cual se perdió el respeto por la propiedad privada. El estado fue tomado totalmente y reorganizado a fondo para que fuera capaz de servir a la revolución. Se construyó  una unidad política y una dirección única del proceso.

Se resistió un feroz bloqueo económico además de agresiones armadas a lo que se respondió con la participación masiva de la población, se respondió con  la alfabetización de todo el pueblo, la revolución agraria, atención médica para todos, trabajo, salario y recreación. Se lleva a efecto un cambio profundo de la sociedad, a lo que se sumó desde los primeros años una política de solidaridad con los pueblos en lucha  de Asia, África y América Latina.

Este proceso revolucionario se abre camino justo en el momento  que se desarrollan y se aplican las medidas acordadas por el XX congreso del PCUS que levanta como banderas fundamentales la lucha por la paz, la coexistencia pacífica y la emulación con el capitalismo.

El Che y Fidel no solo subvirtieron el orden dictatorial de Batista sino también el límite de los pensamientos posibles en el campo revolucionario.

Se sobrepasan las concepciones estrechas y dogmatizadas del marxismo leninismo, que empobrecieron la teoría y privilegiaron la repetición de palabras y consignas producto de manuales con un efecto desastroso en el devenir de la historia.

El Che y Fidel, al igual que Lenin, levantaron la necesidad de la acción consciente y organizada de hombres y mujeres en la perspectiva de fortalecer  el poder revolucionario, sin desconocer que  vivimos en un periodo de dominio del capitalismo y del imperialismo ante lo cual debemos tener una permanente  confrontación apoyados  en los hombre y mujeres que han alcanzado un nivel de conciencia que les permite entender  la necesidad de profundizar el proceso revolucionario

En los cambios revolucionarios, los sectores dominantes mantienen importantes cuotas de poder, en la medida que el sistema, el cual impera en toda transición sigue siendo el sistema capitalista, que al debilitarse  trae consecuencias funestas para la economía en la medida que los organismos revolucionarios requieren de un tiempo para desarrollar las fuerzas sociales y económicas, sobre todo un nuevo pensamiento económico, que deja de lado la competencia  por la solidaridad y el bien común.

El Che y Fidel asumen desde los primeros años una posición filosófica que privilegia la acción consciente y organizada como creadora de nuevas realidades sociales, una filosofía de la praxis, que se enfrenta a las posiciones del determinismo social  que da cuenta de los problemas como  un mal necesario, que se produce  por la ruptura entre las fuerzas productivas y las relaciones de producción colocando este conocimiento en contradicción con el avance de la lucha revolucionaria. Los procesos revolucionarios amparados en la filosofía de la praxis por el contrario son procesos vivos que en forma permanente analizan los problemas y el futuro del proceso revolucionario, donde ser revolucionario hasta el final es lo que permitirá comprender y desarrollar la teoría.

Se trata de constatar los límites que la realidad existente impone, pero al mismo tiempo se trata de manera consciente y organizada  ir creando en cada momento a partir de la praxis una nueva realidad, donde la dimensión subjetiva debe predominar sobre la dimensión objetiva.

Aquí juega un papel fundamental el rol de la vanguardia que se concibe  como correas sucesivas de transmisión de la acción y voluntad organizada de minorías crecientes a mayorías cada vez más capaces  más conscientes y más participativas. Un rol fundamental se juega a partir de la educación permanente,  en un proceso de construcción de redes donde todos vamos aprendiendo al mismo tiempo que cada día somos más los que vamos enseñando.

El deber, la norma, la moral, el ejemplo, vinculan al sujeto individual  con los colectivos y las comunidades que desarrollan y multiplican su accionar revolucionario.

Es el ser humano,  el hombre y la mujer en todas sus diversidades, quienes  se mueven en el escenario histórico, es el ser humano el actor consciente de la historia, el cual alcanza su liberación, el comunismo, como resultado de un acto consciente y no meramente como el resultado de contradicciones de clase que un día por arte divina (histórica) se resuelven en favor de la humanidad pasando a una nueva etapa de la historia.

Para el Che el ser humano es quien debe ocupar el lugar central  ya  “que es el hombre en revolución y el hombre revolucionado por la acción, el ser humano que se cambia a sí mismo junto con la sociedad, que se realiza, que se construye  en la actividad revolucionaria, que trasciende el individualismo y el egoísmo al ejercer el mismo el trabajo, la organización, la lucha, la solidaridad, los sacrificios”.

Es la acción humana organizada como palanca eficaz que transforma una realidad conocida en otra realidad conquistada y en otra realidad creada.

En el caso de la revolución nicaragüense, donde estuvimos presentes, los oportunistas responden que la revolución triunfa debido a circunstancias excepcionales que se conjugaron  en ese preciso momento y donde el peso de la dictadura y las debilidades del enemigo la hicieron posible.

Por nuestra parte, sostenemos  que, el triunfo de la revolución  se da por la capacidad  de las fuerzas populares de saber leer la realidad y encontrar la táctica y los instrumentos para potenciar la efectividad de su lucha  en un  contexto estratégico fundamentalmente antiimperialista, que se construye desde los tiempos de Sandino.

Nuevamente encontramos el elemento subjetivo ante la  existencia de una organización revolucionaria, que  se logra consolidar y sobre todo legitimar a través de 20 años de lucha  contra la dictadura somocista, donde debió superar y combatir las desviaciones reformistas y legalistas  de una izquierda trasnochada  representada por los Partidos  Socialista y Comunista, que intentaban una y otra vez encausar su oposición anti dictatorial por medio de la lucha institucional. Durante todo este largo período de lucha que va desde los años 1959 a 1979 la juventud nicaragüense juega un rol fundamental, tanto a  nivel secundario como universitario. Los jóvenes, los “muchachos”, cuyas edades fluctuaban entre los 14 y 21 años formaron siempre el núcleo vital y neurálgico de la organización revolucionaria y no es casual que en los tramos finales de la lucha el 80% de los combatientes fluctuaran entre los 16 y 21 años de edad. La lucha inclaudicable, por 20 años, con la pérdida de sus mejores cuadros militantes y dirigentes, produjo un impacto en la conciencia de las masas, dónde el heroísmo, el arrojo, el sacrifico de los revolucionarios sandinistas creó las condiciones para la incorporación de los más diversos sectores del pueblo. Lento al principio, masivo al final. Fue la  organización revolucionaria que sirvió de soporte y conducción cuando el pueblo se lanzó a las calles .La organización revolucionaria organizó, armó, le dio continuidad y elevó las organización de las masas a niveles políticos superiores.

Hoy vemos  las dificultades que han tenido los procesos revolucionarios triunfantes, que un momento determinado dejan de lado la filosofía de la praxis, el proyecto comunista.

Las fuerzas del mercado han ido ganando terreno en los proyectos socialistas, dejando de lado  el pensamiento y la praxis revolucionaria, lo que hace  imprescindible volver a estudiar en profundidad los procesos revolucionarios triunfantes.

El pensamiento de Lenin, el Che y Fidel,  se vuelven cada día más necesarios, especialmente para los que estamos todavía en etapas iniciales del proceso revolucionario, pero  que al igual que ellos  sostenemos que la revolución es necesaria y es posible.

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