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El peonaje ¿Cómo es hoy?

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Arturo Alejandro Muñoz

En la Historia de Chile, desde la época colonial hasta mediados del siglo veinte (1600-1930) hubo un sistema que imperó en los grandes latifundios y haciendas del país, el cual se extendió rápidamente -sin ambages ni subterfugios-  a ciudades y pueblos, generando un tipo de ser humano carente de defensa legal y de respeto social, ese sistema fue el “peonaje”.  

Según investigaciones realizadas por historiadores chilenos que husmearon en los censos de 1865 y 1875, más del 60% de los trabajadores del país eran “peones” en esa época,  lo cual permite aventurar que en décadas anteriores el porcentaje pudo haber sido   mayor aún dado que la hacienda y el latifundio –en el siglo XVIII- eran la principal actividad de un país todavía en ciernes, mientras la minería y el comercio recién comenzaban a levantar cabeza y a ofrecer puestos de trabajo.

En ese Chile de entonces, todo se movía y vibraba en los territorios ubicados entre Coquimbo y Concepción. La hacienda, el latifundio, eran los principales símbolos de riqueza, aristocracia y poder…en ellos trabajaban y sobrevivían los ‘peones’, generalmente muchachos mestizos, vagabundos, cuyas edades fluctuaban entre los 16 y 25 años, fuertes, aguantadores, estoicos, iletrados, que deambulaban de un fundo a otro procurando un trabajo que generalmente era pagado con algunas raciones diarias de comida y alguna prenda de segunda mano para mejorar el vestuario.

No tenían derecho a nada; la ley no les reconocía y por ello entonces carecían de existencia legal para el Estado y para la sociedad. En las ciudades, los peones trabajaban en cualquier cosa, siendo su cuerpo y su fuerza física las únicas ‘herramientas’ que sabían utilizar.  Por cierto, les encargaban los  trabajos más pesados, aquellos que mordían y sorbían vida humana a todo dar.

Como si lo ya dicho no hubiese bastado para considerar deleznable e inhumano el trato dispensado a esos chilenos,  en su calidad de peones eran a tal grado mínimos y desechables legalmente, que asesinar a uno o más de ellos no provocaba sanción alguna para el victimario.

Cuando la ley apresaba a un peón acusado de cualquier cosa, la sanción no podía ser otra que una condena a trabajos forzados en algún fundo, ciudad o regimiento, donde el individuo pasaba a ser “soldado”, pero sin derecho a nada, tan sólo a comida diaria, y por un tiempo bastante prolongado.   

El ejemplo de la construcción del famoso Puente de Cal y Canto en 1780,  durante la administración del severo Corregidor Luis Manuel Zañartu, fue ejecutada casi íntegramente por los presos de la cárcel pública santiaguina, quienes en su absoluta mayoría eran peones condenados por cualquier cosa y sin derecho a nada, como ya se ha dicho en más de una oportunidad en esta nota..

El peonaje fue extendiéndose hacia el norte del territorio y fue también cambiando en algunos aspectos legales, no muchos en realidad, como es dable observar en aquellas tareas mineras desarrolladas por miles de personas arrastradas  –‘enganchadas’ era el término en boga- al norte grande desde los verdes campos sureños. Eran los “pampinos”, los obreros del salitre, verdaderos peones con algunas mínimas garantías legales…..mínimas… así lo certifican las matanzas de obreros salitreros perpetradas por agentes del Estado a finales del siglo XIX.

No hay datos duros respecto a cuál fue, desde el punto de vista de la Economía,  la verdadera colaboración de esos miles (millones tal vez) de peones en el desarrollo del país y, obviamente, en el enriquecimiento hasta el hartazgo de cientos de familias “de gente bien”, de latifundistas, de empresarios mineros, de comerciantes, de políticos conservadores y liberales.

No cabe duda que el desarrollo económico del país, por angas o por mangas, ha tenido un altísimo costo social. Ese costo lo ha pagado preferentemente una clase  que el  establishment nacional no sólo ha minimizado sino también desdeñado, aún a sabiendas que sin ella nada de lo que hoy se considera crecimiento y modernidad habría sido posible de alcanzar.

Vean ustedes, amables lectores, el siguiente resumen, y luego tengan a bien responder la pregunta final con la que se cierra esta nota.

Peones = mal pagados; sin contratos ni certeza de remuneración cierta y segura; desprotegidos por la ley; inexistentes para el Estado, carentes de los más elementales derechos (educación, salud, vivienda, previsión); no constituían personas jurídicas por los poderes judicial y legislativo.

Ahora, la pregunta: ¿existen en Chile, hoy, comienzos del siglo veintiuno, trabajadores (mujeres y hombres) que continúen sufriendo de algunas de las características legales/sociales/políticas del nunca fenecido “peonaje”?

1 COMENTARIO

  1. No podemos sin duda desconocer la historia, como se ha forjado este Chile que tanto amamos, pero que tanto sufrimiento de nuestros antecesores primero se sufrió.
    Antes que fuèsemos una sociedad en donde se respetan los màs mìnimos y humanos derechos, fuimos una sociedad bastante lamentable, y que duda cabe al leer los registros o a veces escuchar algún relato de ancianos de aquellas épocas.
    A mi parecer es ingrato decir que no se ha avanzado, los tratados o Pactos en materia de derechos fundamentales ratificados por Chile como por ejemplo el Pacto de San Josè de Costa Rica, es el claro ejemplo del paso que Chile dió para dejar atràs muchos dolores causados por la falta de derechos y humanidad que existió en nuestro paìs…sin duda que nos falta harto todavía pero me atreverìa a decir que hoy contamos con derechos impensados en èpocas pasadas, con leyes que amparan a los trabajadores, y con acceso a información que nos permite poder seguir avanzando cada día màs…no creo que exista hoy en día el «Peonaje» en Chile…y espero que si alguien tiene la soberbia de pensar en volver a esa època siempre exista alguien a su lado para que le haga ver la claridad de que ese camino no lo podemos volver a recorrer jamàs.

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