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Culminó la búsqueda, que hasta muertos provocó, de un tesoro

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por Adán Salgado Andrade, México

Hablar de tesoros ocultos, en estos tan materializados tiempos, hasta se antoja extraño, pues es tan difícil que todavía existan riquezas perdidas, que cuando nos enteramos de un caso así, puede pensarse que sea una noticia falsa.

Sin embargo, eso fue lo que hizo un coleccionista y vendedor de arte, llamado Forrest Penn, cuando hace diez años, decidió esconder, muy secretamente, varias piezas valiosas, como monedas de oro antiguas y otras cosas, e idear una especie de acertijo, como guía para aquéllos avezados que intentaran su búsqueda. Ese acertijo fue un poema que Penn escribió, el cual contenía, según dijo, todas las claves para dar con el codiciado tesoro (ver: https://www.wired.com/story/forrest-fenn-treasure-online-mystery/).

Fenn tiene 89 años, y nació en Texas. Participó como aviador en la segunda guerra mundial y en la infame invasión estadounidense a Vietnam. Allí, como fue derribado dos veces, fue condecorado. Con lo que recibía de pago anual como compensación, aparte de su pensión, se fue a Santa Fe, Nuevo Mexico, con su familia, en donde, con sus ahorros, compró una casa de adobe. En la planta baja, instaló una modesta tienda de arte indio. Puso un anuncio en Arqueología Digerida, de 3000 dólares, tuvo éxito de principiante, y pronto se convirtió en un muy demandado vendedor de arte, pues, afirma, grandes personalidades políticas y actorales han ido a comprarle a su tienda, obteniendo muy buenos ingresos, que le han permitido disfrutar de una muy cómoda vida, desde entonces.

Hace unos años, le dijeron que padecía cáncer de riñón y que sólo tenía 20% de probabilidades de vivir otros tres años. Por supuesto que no se murió y hasta se le curó esa enfermedad.

Entonces, gracias a eso, afirma, tuvo algo así como una “inspiración divina”. Dispuso de una vasija de bronce y allí metió varios objetos y monedas de oro, además de artesanías y objetos antiguos de nativos estadounidenses, todo valuado en poco más de un millón de dólares. Después, viajo hasta las Montañas Rocallosas, y escondió allí el tesoro.

Fenn, como dije antes, redactó un poema en donde dio las claves para hallar dicho tesoro. Ese lo publicó con la, digamos, convocatoria para hallar el tesoro, a la que llamó The Thrill of the Chase (La emoción de la búsqueda). Eso fue en el 2010, cuando tenía 80 años.

La existencia del tesoro y su búsqueda, se viralizaron por todo el mundo. Se fundó una página que se llama Searchers, en donde varias personas subían sus logros sobre la búsqueda y lo que, creían, eran pistas.

Uno de los enajenados – pues llegaron a un absurdo nivel de enajenación – buscadores fue Eric Ashby, un joven de 28 años, quien vivió con su divorciado padre muchos años, hasta que supo del tesoro de Fenn y se puso a buscarlo frenéticamente, con amigos, a principios del 2018.

Supuestamente, descifró el poema y, según él, debía de haber estado en algún lugar del río Arkansas, cerca de las cataratas Sunshine. Allí, se aventuró a surcar la corriente en una canoa para rápidos. Cuando lo hizo, estaba con tres amigos, dos hombres y una mujer, quienes vieron cómo, sin precaución alguna, se lanzó a las agitadas aguas del río.

Según el testimonio de ellos, Ashby, varias veces, se cayó de la canoa, hundiéndose en el agua, pero siempre salía a flote. Sin embargo, hasta que se hundió en un sitio al que llaman El martillo, tardó en emerger varios minutos. Cuando al fin salió, su cuerpo estaba flotando bocabajo, quizá inconsciente o muerto, por algún golpe de roca.

Las imágenes de Ashby, flotando bocabajo, las captaron unos fotógrafos que caminaban por allí, porque sus supuestos “amigos” se fueron cuando la canoa se había alejado mucho. Su justificación fue que tenían miedo de lo que pudiera sucederle y no querían tener responsabilidad alguna. También, pretextaron que como Ashby estaba en libertad condicional, no lo querían perjudicar (absurdo, pues, entonces, no debieron incitarlo a que buscara el tesoro, si con eso violaba su libertad condicional).

La conclusión a la que los investigadores llegaron, fue que esos tres “amigos” huyeron, al ver que flotaba y no se movía, con tal de no incurrir en responsabilidades. Un grave error de parte de esos “amigos”, a quienes se acusa de haber incurrido en comportamiento irresponsable.

El padre de Ashby, Paul, fue el primero en ser avisado de la muerte de su hijo, pues ese mismo día, su novia, al parecer, o una amiga, le avisó que el joven estaba muerto, nada más, ningún otro detalle.

Comenzó entonces la búsqueda de Ashby, fuera vivo o muerto. Su media hermana, Lisa, hasta lanzó un sitio en línea para recabar donaciones colectivas para hallarlo. Fenn, quien sintió mucho la muerte del muchacho, donó $3500 dólares para la campaña. “Siento mucho que haya muerto por buscar el tesoro”, dijo, en su momento.

El cuerpo de Ashby, tardó varios día en aparecer, río abajo.

La autopsia reveló que Eric estaba muy drogado, cuando se aventuró a surcar el río, además de que no tenía la más mínima experiencia en la conducción de ese tipo de canoas. Por eso, se culpa a sus “amigos” de incurrir en la irresponsabilidad de haberlo dejado meterse en el bravo río.

Paul quería culpar, en principio, a Fenn, por la muerte de su hijo, pero después analizó que era injusto y que, en todo caso, declaró, “la culpa es de tantas pendejadas que se viralizan en la redes”. Tiene razón, pues fue gracias a la fundación de sitios, como el mencionado Searchers, que la búsqueda se convirtió en un enajenado fanatismo.

Fenn, en su momento, aunque lamentó mucho esa muerte, afirmó que era algo inevitable y que la búsqueda seguiría.

Y, en efecto, siguió, dejando, al menos, cuatro muertos, incluyendo a Ashby… ¡hasta que hace unas semanas, el tesoro fue hallado!

Una nota, publicada por Associated Press, el 7 de junio pasado, anunció que un hombre, quien prefirió el anonimato, le demostró a Fenn, mediante fotos, que había hallado el “tesoro”, en un lugar de las Montañas Rocallosas, determinado gracias a que había descifrado la clave de la localización, que estaba inscrita secretamente en el citado poema de Fenn (ver: https://apnews.com/1ecd8a37bd1e4dc68ebed3c4568fcf72).

De hecho, fue el propio Fenn quien dio la noticia, pues el desconocido afortunado, que halló la vasija de bronce, fue quien lo contactó y le dio la “mala” o “buena” nueva al coleccionista.

Por la respuesta que dio, no parecía Fenn muy satisfecho. Declaró que “No sé, me siento medio feliz, medio triste, porque la búsqueda terminó”. A lo mejor deseó que siguiera el frenesí buscador, que aumentaran los muertos.

Quizá, en su ego, pensó que ese tesoro nunca sería hallado y que él mismo, algún día, antes de morir, habría de desenterrarlo, feliz de que su desafío hubiera quedado invencible. Un capricho que, sólo alguien que puede disponer de un poco de su fortuna, puede darse el lujo de haber propuesto.

Pero más han de lamentar que alguien ya halló el tesoro, aquéllos miles que lo buscaron, infructuosamente, por tantos años, muchos de los cuales, hasta renunciaron a sus empleos, con tal de hacerse de esa pequeña fortuna.

Fenn dijo, además, que “congratulo a las miles de personas que participaron en la búsqueda y espero que continúen siendo atraídos por la promesa de otros descubrimientos”.

Claro, con estos tiempos de crisis económicas, cada vez más frecuentes y profundas, que dejan, cada vez que golpean, más y más millones de pobres en el planeta, muchos albergarán la esperanza de, un día, hallar un tesoro, como el que escondió Fenn, con tal de materializar el sueño capitalista de hacerse millonarios.

Así que a seguir esperando, soñando y..buscando.

Contacto: studillac@hotmail.com

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