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¿Cuántos Chile hay en Chile?

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La Historia de ayer y de hoy nos lo dice

Arturo Alejandro Muñoz

Cuando el genial escritor peruano, premio Nobel de Literatura, Mario Vargas Llosa, en su novela “Conversación en la Catedral”, pregunta << ¿en qué momento se jodió el Perú? >>, uno toma esa interrogante y la traslada a Chile cual si fuera originaria de esta nación.

Entonces, ¿cuándo se jodió Chile?, porque que se jodió no hay duda… o lo jodieron, para ser más claro. Pero es injusto afirmar que nuestro país se fracturó en estos últimos veinte o treinta años, ya que las fisuras profundas comenzaron a producirse hace mucho tiempo. Algún día la Historia (o los historiadores) dilucidarán la época en que ello efectivamente ocurrió, mientras tanto, aprovechando el posiblemente extenso ínterin, permítame amigo lector aventurar algunos comentarios al respecto.

El primer gran quiebre político lo tuvo Chile pocos meses antes que Diego Portales asumiera como ministro en el gobierno de José Joaquín Prieto. La batalla de Lircay definió el triunfo de los grupos conservadores sobre los liberales o pipiolos, a quienes Portales llamaba ‘pelajeanos’.

Como se sabe, en 1829 había estallado la revolución que enfrentó a dos facciones que pujaban por imponer sus propios modelos políticos en cuánto a la forma que debía adoptar Chile como Nación-Estado Independiente. Unos eran los liberales o pipiolos, que proponían un modelo que garantizara la mayor cantidad de libertades individuales. Los otros eran los conservadores o pelucones, que aspiraban a un poder central, fuerte y autoritario, capaz de imponer orden incluso -y principalmente- a través de la fuerza de las armas sustentada en el poder de quienes eran los dueños de las tierras, los minerales y el comercio. 

Las tensiones políticas entre ambos bandos terminarían provocando una guerra civil. La batalla final se produjo el 17 de abril de 1830 en las cercanías del río Lircay, en la Región del Maule, donde las tropas del General Ramón Freire, de tendencia pipiola (liberal), fueron vencidas por el Ejército constitucionalista del General José Joaquín Prieto (pelucón, conservador). Terminada la lucha armada, Prieto fue elegido Presidente de la República y su gobierno, bajo la inspiración de Diego Portales, estableció las bases de la República en Chile, bajo un sistema político conservador ratificado con la Constitución de 1833.

Desde ese momento, la división conservadores-liberales provocaría no sólo un quiebre de larga data en el país, sino también cruentos enfrentamientos que desangraron Chile, como por ejemplo el de esa otra revolución liberal fallida en el gobierno de Manuel Montt en 1859, todo lo cual culminaría años más tarde con la sangrienta guerra civil de 1891 que derribó el gobierno del presidente José Manuel Balmaceda y dio paso al período de la república parlamentaria, el cual  terminó  en 1920 con la elección del liberal Arturo Alessandri Palma.

A finales del siglo diecinueve y comienzos del siglo veinte llegó el momento del sindicalismo; ello comenzó con las mutuales y las sociedades de resistencia, las que derivaron prontamente en sindicatos, mancomunales, centrales obreras, y finalmente en los partidos obreros y populares como el socialista y el comunista.  Entonces, los antiguos enemigos liberales y conservadores (adversarios pertenecientes a una misma clase social), decidieron unir sus fuerzas para combatir al pueblo que comenzaba a organizarse.

Con ello, la división política y social del país adquiría otro talante: burgueses versus proletarios. La lucha de clases estaba declarada. El asunto ahora -para los dueños de la férula- era poder determinar estrategias para dividir al pueblo y arrastrarlo hacia las aguas conservadoras.

La lucha política se desarrolló dentro de ciertos marcos democráticos entre 1932 y 1973, pero siempre con los sectores liberal-conservadores convertidos en dueños del país, de la prensa y de las instituciones principales, léase poder judicial, fuerzas armadas, policías, Contraloría General de la República, la banca, servicio de Impuestos Internos, Banco Central, etc.

En septiembre de 1973 la derecha decidió dar el golpe de estado al comprobar que en las elecciones parlamentarias de ese año, el gobierno socialista del doctor Salvador Allende había obtén ido más del 43% de la votación, lo que impedía cualquier intento de despojarlo del mando presidencial mediante votaciones en el Parlamento.

Durante esa larga noche negra dictatorial, gran parte de la izquierda comenzó a cambiar en el momento mismo que, ante la desesperada situación en la que se hallaba, aceptó despojarse de la idea de una lucha armada para, ahora, conseguir la libertad utilizando las mismas herramientas ‘legales’ impuestas por la dictadura a través de la Constitución de las Bayonetas, o Constitución del 80. Oficialmente, sólo el PC y el FPMR continuaron propugnando un “año decisivo” para asesinar a Pinochet e iniciar una revolución armada.

Con el regreso a la democracia se produjo también el retorno de muchas personas que habían sido dirigentes políticos durante el gobierno de Salvador Allende. Los chilenos fueron testigos sufrientes del cambio experimentado por los exdirigentes de la Unidad Popular en el exilio europeo. Ahora eran socialdemócratas reconvertidos a la fe neoliberal…y de esa laya se asociaron con quienes habían sido sus adversarios y verdugos, pero estos también habían cambiado, aunque durante décadas ese cambio lo mantuvieron disfrazado de democracia protegida, una fórmula que les dio espléndidos resultados ya que doblegaron nuevamente a los antiguos dirigentes izquierdistas convirtiéndolos en socios de cuanta corruptela se les frunció  y, a la vez, salvaron sus pellejos al escapar de juicios por violaciones a los derechos humanos….para tal efecto, los derechistas civiles cargaron sus propias culpas y responsabilidades en las espaldas de las fuerzas armadas. Punta Peuco es la confirmación de lo dicho. Allí sólo hay exuniformados.

Al igual que ocurrió con el anillo de Sauron, la derecha esperó el momento adecuado para deshacerse del disfraz y mostrar a Chile y al mundo su verdadera faz, y ser nuevamente lo que era y deseaba siempre ser. La reiterada falacia prometida, “Derecha Social”, fue siempre eso mismo, una falacia, pero endulzada de tal forma que muchos chilenos creyeron en ella.

Hoy, la derecha es dueña de Chile y vive su hora de triunfo político, pero no le es suficiente, no le basta. Quiere más, mucho más.

Hace tiempo ya que la ultraderecha (es decir, la derecha de la derecha) y sus amarillos cipayos ‘progresistas’, viene preparando el terreno para un ‘golpe blando’ mediante el cual pueda derribar al actual gobierno y sacar al presidente Gabriel Boric de la Moneda. Fanáticos anti izquierdistas como los parlamentarios Diego Schalper, Javier Macaya, Francisco Chahuán, Rojo Edwards, Iván Moreira, María Cordero y otros, apuestan sus fichas a una renuncia del mandatario puntarenense, más que a la ejecución de nuevas acciones de presión, amenazas y mentiras.

Para tamaña locura creen contar –llegado el momento- con el apoyo mayoritario de un Congreso Nacional donde la derecha (UDI, RN, Evópoli, Republicanos) y la centroderecha (sectores PDC y PPD) campean a sus anchas.

Como es posible observar, lo anterior requiere de apoyo concreto entregado por sectores no derechistas ni conservadores propiamente tal… vale decir, de aportes oficiados por grupos escindidos de la centro izquierda y del socialcristianismo, los que desde su propia fundación habíanse manifestado adversarios de la derecha y del camino capitalista (también del marxista,) pujando por estructurar una vía distinta, “la tercera vía”, de la que hablaban Eduardo Frei Montalva, Radomiro Tomic y Bernardo Leighton.

Hoy, las corrientes políticas son disímiles y variopintas, dando cuenta de la fragmentación existente en la sociedad chilena actual, cuestión que para la derecha (y en especial para la ultra derecha) es miel sobre hojuelas. No sólo ello (el archipiélago político) es importante, ya que resulta vital señalar que los dueños del capital y su prensa (llamada “prensa canalla” por el pueblo) lograron finalmente que las tiendas partidistas existentes carezcan de ideologías, lo que equivale a decir que son cuerpos blandos, carentes de huesos.

Sin ideologías y con la prensa cooptada completamente por los poderosos y enriquecidos amos del país, resulta fácil convencer de cualquier cosa a un desavisado electorado que olvidó no sólo sus raíces ideológicas y el grado de expoliación a la que es sometido rutinariamente, sino también olvidó la secuela de masacres y matanzas contra la gente de trabajo realizadas en los últimos doscientos años por quienes eran (y siguen siendo) sus adversarios, y a veces enemigos.

Son ya tantos los Chile que conviven dentro del mismo cuerpo llamado Chile, es tan obvio el triunfo del totalitarismo neoliberal de la derecha, que millones de chilenos olvidaron (e incluso muchos desconocen) este sangriento listado que cae cual fardo de muerte y odio clasista sobre los corazones, mentes y cuerpos de toda la dirigencia de la Derecha y de la mayoría de sus simpatizantes y seguidores.

La lista de la vergüenza derechista

1829, batalla de Lircay1881 genocidio del pueblo mapuche en la Araucanía

1900 exterminio pueblo Selknam en Tierra del Fuego

1903, violenta represión huelga portuarios Valparaíso

1905 matanza de trabajadores en mitin de la carne

1906 matanza de obreros en Plaza Colón, Antofagasta

1907, matanza de obreros escuela Santa María en Iquique

1919, matanza de obreros frigorífico de Magallanes

1920 matanza de obreros salitrera San Gregorio

1938 matanza del Seguro Obrero

1946 matanza de obreros en Plaza Bulnes

1962 matanza de hombres y mujeres en la población José María Caro

1967 matanza de obreros en mineral El Salvador

1969 matanza de chilenos ‘sin casa’ en Pampa Irigoin, Puerto Montt

1973-1989 genocidio cometido por dictadura cívico-militar dejó más de 3.500 fallecidos (asesinados), más de 35.000 torturados y 230.000 exiliados.

Sin embargo, la Memoria sigue viva… nadie puede ni podrá eliminarla, por ello es preciso recordar siempre lo que una vez Volpone escribió en el diario “El Clarín”:

<<Cavernarios, el pensamiento no se multa ni se encarcela>>

 

 

 

 

 

 

 

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